Por Juan Manuel Otero.-

Estimada Sra. Magdalena:

Luego de tantos años, he llegado a la lamentable e indeclinable decisión de abandonar mi costumbre de escucharla a través de sus programas de radio. Sé que esto la tendrá absolutamente sin cuidado, ni siquiera tratará de indagar quién es semejante impertinente que a Ud. se dirige y qué es lo que quiere transmitirle.

Es por eso que recurro a este tipo de mecanismo en la esperanza de que tal vez lleguen a Ud. mis pensamientos.

Estoy sorprendido de cómo una periodista culta y de amplio bagaje de conocimientos históricos, jurídicos y políticos, puede mantener una posición de odio y venganza durante tantas décadas, al punto que le impiden analizar -como correspondería a un periodista que se tilde de tal- la verdadera historia argentina del último medio siglo.

Su visceral rechazo a la teoría de los dos demonios, al original prólogo de Ernesto Sábato en el Nunca Más, la negación del probado hecho de que vivimos una guerra, iniciada por las organizaciones terroristas a quienes el Presidente Perón ordenó aniquilar, en fin, tantas cosas que nos diferencian…

Yo soy un simple ciudadano pero no estoy en defensa de ninguno de los combatientes, sólo busco la concordia, y usted es una periodista que toma partido por uno de los bandos.

Qué raro, ¿no?

Yo admiro al Dr. Favaloro quien sentado a su lado en la CONADEP presentó su indeclinable renuncia al comprobar que sólo se juzgaría a uno de los bandos, justamente el que, aunque con excesos y abusos reprochables, se dedicó a cumplir la orden de defender la Patria de los intentos de transformarnos en una Cuba sudamericana o un satélite de la entonces URSS, ignorando por completo los aberrantes crímenes de los terroristas vernáculos que, en definitiva, fueron el motivo de la represión.

Comprendo y desapruebo los excesos cometidos por ambos bandos enfrentados durante aquella guerra. Pero pasaron más de tres décadas y muchos argentinos, yo entre ellos, seguimos esperando que la paz y la concordia se asienten en nuestra Patria. Por el contrario, otros argentinos, en ancas de espurios negociados o de ciegas posturas, siguen en su intento de dividirnos en el odio, en la venganza, en la injusticia.

Y me llama la atención el hecho que ninguno de los periodistas progres Nac & Pop que tanto abundan en nuestro suelo, se haya dedicado a analizar la aberración jurídica que consiste en aplicar el Estatuto de Roma en forma retroactiva, pese a la clara prohibición que, en tal sentido, surge de su propio articulado. Tampoco escuché a periodista vernáculo alguno alzar la voz intrigado por el hecho de que, pese a tal aberración jurídica, las querellas por crímenes de Lesa Humanidad y Genocidio, así como la cárcel sólo se aplique a los representantes del Estado, o sea las fuerzas armadas y de seguridad, cuando el propio estatuto aclara que también serán pasibles de ser imputados de tales delitos los integrantes de las organizaciones terroristas.

No sólo el Estatuto de Roma, también lo citan con claridad meridiana las distintas decisiones del Comité Internacional de la Cruz Roja y los Derechos Humanos en el sentido de que: “El derecho internacional humanitario, como parte del derecho de la guerra o del derecho de los conflictos armados, tiende a garantizar a las personas puestas fuera de combate, o que ya no participan en las hostilidades, una protección y un trato humano… los convenios humanitarios se aceptan más ampliamente que los convenios sobre los derechos humanos.”

Y usted vocifera su negativa a la legítima excarcelación de ancianos octogenarios la quienes se encarceló sin fundamento jurídico, bajo acusaciones de falsos testigos, con fiscales corruptos y jueces prevaricadores, lleven una década encarcelados, muchos sin sentencia, habiendo muerto cientos de ellos por falta de atención médica.

Me extraña señora Magdalena que su odio continúe intacto. Usted perdió un hijo víctima de un infarto, yo perdí el mío víctima de la cruel leucemia. Ambos podrían en la actualidad haber salvado sus vidas gracias a los avances de la medicina, pero ya es tarde para ellos…

Con esa triste experiencia no comprendo cómo puede usted seguir guardando odio en sus entrañas al punto de vibrar negando la excarcelación que les correspondería no sólo por razones humanitarias, también la ley y la jurisprudencia así lo disponen, pero nuestros jueces y nuestros funcionarios son rengos y tuertos.

Lo que no soporto es que también lo sean nuestros periodistas.

Saludo a Ud. atte.

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