Por María Delicia Rearte de Giachino.-

Ing. Da. Susana Malcorra

De mi consideración:

Nunca creí, Sra. Canciller, que algún día iba a tener la urgencia de abordar un tema de por sí muy doloroso para mí como mujer, como argentina y como madre.

Volver a casi 35 años atrás me es durísimo, pero absolutamente necesario ante el desconocimiento demostrado por Ud. en todo lo que se refiera a la HEROICA GESTA DE MALVINAS… Sus pergaminos diplomáticos no llegaron hasta los codiciados estrados de la ONU y las componendas deshonrosas no bastaron para colmar sus ambiciones… Sin embargo, en el esfuerzo, no vaciló en denigrar la gran Causa de los argentinos: CAUSA MALVINAS, CUESTION DE ESTADO…

El gobierno al cual representa internacionalmente demuestra un auténtico desinterés por el tema y no tiene empacho en demostrarlo ante el mundo dando la impresión de que, «como los muertos no hablan,» pueden esperar…

Prueba más que evidente fue el saludo navideño de la Ministro de Desarrollo que, entre vistosas estrellitas, se olvidó de la Estrella Mayor, aquella hundida en el mar que irradiando su brillo inconmovible alberga la Gloria de una Patria Soberana…

El desapego con que usted se refiere a Malvinas, en las pocas oportunidades en que la menciona, ofende, Sra. Ministro, a miles de hombres y mujeres para los cuales no ha pasado el tiempo suspendido en aquellos 74 días del 82…

Todas sus gestiones han sido nefastas y encaminadas a satisfacer los «deseos» de los kelpers, que ya ni siquiera son los del RU, porque ellos son los dueños de la situación y es así como exigen que en los futuros vuelos que graciosamente se les otorgan para su solaz y su comercio, elegirán aerolínea de Brasil o Chile, suponiendo que esta última será la preferida agradeciendo los «servicios prestados».

Muchos son los momentos en que tanto el Sr. Presidente como usted han demostrado su ignorancia y falta de sentimiento hacia el dolor y la dignidad, no sólo del VGM, sino de sus familias, su bandera y su honor; incluso se está recurriendo a la falacia queriendo hacer aparecer como lastimero sentimentalismo, la oscura y secreta condición del enemigo de «sacarse los muertos de encima». Y por la salvación de su alma, debo advertirle que está usted a punto de autorizar un sacrilegio, o sea «la profanación de un lugar sagrado»… Además de LUGAR HISTÓRICO NACIONAL, CEMENTERIO DE GUERRA…

Para ello, me tomo la libertad de confiarle mi experiencia al respecto. Sabrá que después de finalizada la Guerra, se constituyó la «COMISIÓN DE FAMILIARES DE CAÍDOS EN MALVINAS E ISLAS DEL ATLÁNTICO SUR». Tuve el gran honor de ser la Presidenta Honoraria de esa Comisión y, viviendo en Mendoza, viajaba casi quincenalmente a Buenos Aires y sería muy largo enumerar cuánto se hizo por los ex combatientes y sus familias. Inglaterra había trasladado los cuerpos de los muertos a Darwin en un sencillo cementerio. Por gestiones de la Comisión, se logró la autorización en 1991 del viaje de familiares de caídos a MALVINAS. Se iniciaron esos dolorosos pero necesarios viajes y se empezó a pergeñar la idea de un lugar más adecuado para el reposo de los que allí quedaron por la Eternidad. Con gran sacrificio y ayuda incondicional de argentinos comprometidos con su Patria y sus héroes, se comenzó la obra en 2002 y se la consagró a la Stma. Virgen de Luján. EL 15 de enero de 2005, en compañía de muy pocas personas, el Dr. Mariano Grondona, una periodista de Clarín, Natasha -cuyo apellido no recuerdo pero sigue profesionalmente en los medios-, el Sr. Gutiérrez, secretario del Sr. Eduardo Eurnekian, que arbitrara los medios para el traslado, Owen Grippa, héroe de la FAA, Cesar González Trejo, Secretario de la Comisión, y la que suscribe hicimos un vuelo a Malvinas para supervisar la obra que recién se inauguró en 2009 con presencia de familiares en dos viajes y en el último de los cuales se traslado la Virgen de Luján, la Virgen de Malvinas, que había peregrinado por todo el país, para ser depositada en su ermita, pues a Ella le confiamos nuestros hijos y la Patria, sus héroes…

La imponencia del monumento no se puede describir, la emoción que embarga es inolvidable, la seguridad de pisar la propia tierra conmueve hasta las lágrimas, la PAZ se respira y el alma se eleva entre el bramido del mar orgulloso de albergar en su fondo al Crucero Belgrano y sus hombres; el rugir del viento arremolinado ante esa Cruz que lo abraza, la turba siempre húmeda todavía sangrando, sangre de dueños y señores… y, aunque esa visita fue privada, un helicóptero inglés la sobrevoló continuamente y tres Land Roberts, pertrechados controlaban nuestros movimientos. Así son de hospitalarios los ingleses… famosos por su cordialidad. Ante esa gran cruz blanca que preside el Monumento y cuya altura debió ser reducida «porque se veía desde Port Syanley» (tremenda coincidencia) y eso molestaba a sus habitantes, el alma se acongoja. Como digo, ante esa Cruz, las cruces de las 229 tumbas y el gran cenotafio abrazando la Gloria de los 649 nombres de los caídos en la guerra sin distinción de rango ni misión. Allí, en ese lugar sagrado, elevé una oración y puedo asegurarle, Señora, que la frase del Señor ante los cobardes «si no gritáis, gritarán las piedras» estremeció a vivos y muertos. Todos, Sra., «CONOCIDOS POR DIOS…»

Estuvimos cinco horas en Malvinas; nos bastardearon el pasaporte, nos humillaron con militar vigilancia, nos revisaron como a delincuentes y, sin embargo, creo que esas cinco horas fueron las más intensas de nuestras vidas. Ni un pájaro, ni una flor, ni una voz; sólo aquellas cruces enhiestas allí, contra el mar, silenciosas, bellísimas, desafiando a quienes, con intereses mezquinos, con mentiras, con componendas sucias, se han propuesto profanar. Estoy segura de que si Ud. pudiera pisar Malvinas y rezar ante una lápida «UN SOLDADO QUE SÓLO DIOS CONOCE», le pediría perdón y no podría resistir la mirada de la Virgen de Luján, que desde su Realeza protege a sus hijos y, como en el Calvario, de pie, no permitirá «que quiebren sus huesos»…

Los entretelones diplomáticos no me interesan ni entiendo. Los acuerdos vergonzantes que están llevando a cabo, ignorando culposamente la realidad documentada en papeles que Ud. conoce mejor que yo, la arrogancia del Sr. Pte., que no tuvo la más mínima expresión de repudio ante ese recorte de su Patria, despojo de su Soberanía, insulto a la sangre sagrada de argentinos, salido de sus propias y más allegadas filas, el saqueo a nuestros recursos que se van pergeñando con la pesca, los hidrocarburos y todo aquello que pueda reducirnos a la categoría de vasallos y no ya de una potencia sino de una colonia, que justifica sus pretensiones sobre la sangre de nuestros hijos…

Señora, como ciudadana argentina, le exijo cumpla con su rol de elevar su Patria, mi Patria y la de miles de compatriotas, al nivel de dignidad, que merece una Nación que luchó honrosamente una Guerra y respete sus muertos sin esgrimir falsos argumentos, infantiles sentimentalismos, que puedo asegurarle no son de argentinos. Sra., he compartido recuerdos, lágrimas, angustias, confidencias, proyectos, con deudos de los que allá, tan lejos nos muestran el camino del deber, del valor, de la entrega y sólo he encontrado el profundo, inagotable dolor que eleva y dignifica, envuelto en un secreto orgullo que nada ni nadie, podrá borrar aunque duela cada día más… Lo demás, Sra., son argumentos que se inventan sólo por dólares, cargos, honores, negocios, préstamos impagables, incompetencia de quienes asumieron el deber sagrado de velar por una PATRIA SOBERANA.

Lo sabe Ud., lo sabe el Sr. Pte., lo saben los vasallos de Su Graciosa Majestad y lo sabemos los argentinos de bien.

Que Dios la ilumine.

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