Por José Luis Milia.-

Ing. Mauricio Macri

No es Ud. lo que muchos esperaban. Sus palabras en la asamblea legislativa -transparencia y verdad por sobre todo- cada día nos huelen más a verso, pero como estamos en Argentina y Ud. se ha incorporado a Políticos S.A., aún se lo tiene -por ahora- lejos del descarte; no porque sea el mejor sino porque comparado con los delincuentes que integran ese colectivo les parece a la mayoría de los argentinos alguien que recién ha bajado de los altares.

Pero es bueno reflexionar, cada tanto, sobre los pasos que se dan, sobre todo porque Ud. parece no darse cuenta que transita un presente de muy corta duración. Es seguro que no le alcanzarán los votos el año que viene para construir una mayoría en las cámaras y sus conmilitones deberán seguir tragando sapos en el congreso o, ¿por qué no?, deberán resignar el gobierno porque es interés de muchos derribarlo antes de que cumpla dos años de gobierno.

Al día de hoy, quizá Ud. no crea que lo quieren voltear, pero tampoco se ha dado cuenta que hay votos que ya ha perdido, y no por culpa de la inflación, ni del desempleo ni de la urgencia que muchos tienen para que Ud. haga las cosas bien, los está perdiendo por cosas más simples, por cosas que no son digitadas por el mercado ni menos aún por una cuestión de economía. Los pierde por cosas de la que Ud. y su grupo se ríen, los pierde por Malvinas, los pierde por el Operativo Independencia, los pierde en cada preso político que muere en abandono de persona producto de la venganza y del rencor que el gobierno anterior supo inculcar y Ud., aunque conoce el antídoto, por mezquindad moral, se niega a aplicarlo.

Hoy, en la soberbia que enferma a cualquier argentino al que le dan un poco de poder, Ud. cree que son votos suyos y se está equivocando de manera insensata; por eso, si Ud. no quiere salir como rata por tirante en 2017 debería reflexionar en el número de votos que hoy está perdiendo y a los que ni siquiera una victoria sobre la inflación haría que estos volvieran a votarlo. Estos son votos que generalmente se toman de manera anecdótica hasta que son proyectados al escenario nacional. No son más de un millón, millón y medio de votos, algo así como un 6,5 a 7 % del padrón total según el analista político al que consulte pero eso, ¡a quien importa!, si al fin y al cabo usted sólo ganó por 678.774 votos.

Es probable que se pregunte cuáles son esos números. Se lo diré, son los de un distrito que, tomado en solitario, no movería ni siquiera un microamperímetro electoral pero que, proyectados al país, le hicieron ganar las elecciones y le reportaron a Ud., como mínimo, ese millón de votos. Ese distrito es la Antártida Argentina donde Ud. ganó con el 83,6% de los votos, votos que pertenecían al pocas veces ponderado “voto militar” y que no solo incluye a los militares, en actividad o retiro, sino a muchísimos civiles que pensamos que las FF.AA. con su sacrificio nos salvaron de un destino marxista, que la persecución llevada contra ellas y las Fuerzas de Seguridad desde hace ya demasiado tiempo, más allá de la infamia que es en sí misma, socava definitivamente el basamento institucional de la República.

¿Por qué le digo esto? Porque ese millón de votos fue hacia Ud., esperanzados, el día que dijo: “se va a acabar el curro de los derechos humanos”, porque creyeron, en su ilusión, que esa frase englobaba muchas cosas pero que, en especial, restauraría un equilibrado respeto después de doce años de ninguneo y desprecio hacia las Fuerzas Armadas. Más aún, aunque ese millón de votos no creyó nunca en la legitimidad de los juicios de lesa humanidad, ni siquiera esperaban de su parte una anulación de estos, simplemente creían que el “cambio” tan preconizado por su fuerza política terminaría con la prevaricación, los testigos falsos, las prisiones preventivas eternas y que para el personal de las Fuerzas Armadas, de Seguridad y Civiles en prisión correría la prisión domiciliaria, al igual que para cualquier preso común de más de setenta años.

No sé por qué ese millón de votos o más se adhirió tan firmemente a su candidatura; siempre creí que su frase, de una vacía impudicia, solo consistía en un golpe de efecto para seducir a todos aquellos que esperaban que el guiño de un candidato les devolviera la esperanza. A hoy, las actitudes de sus ministros y secretarios, no solo desmienten su idea de “acabar con el curro” sino que, por el contrario, parecerían destinadas a apuntalar a éste.

No sé quien lo asesora en este tema, pero si sé que la tilinguería “progre” le terminará jugando una mala pasada. Solo Ud. y su círculo áulico creen que Obama no se anotició de quiénes eran los “cumpas” a los que convidó a homenajear, y si Ud. cree que es algo que los Estados Unidos dejarán pasar eso, solo espere. Pero Ud., urgido por vaya a saber quien, ha preferido refregarse con la «abuela» Carlotto, alguien de quien podemos recordar la saña con que persiguió a los Noble Herrera, mujer que se aburre de decir cuan poco vale Ud. como ser humano, mientras su gobernadora estrella, que se ha vuelto “imberbe y estúpida”, ha decidido que la provincia -inundada por el Río V, que ni siquiera ha empezado a atacar los índices de inseguridad que arrastra y que le ofrece un 11,6% de aumento a sus médicos- sea querellante en cuanto juicio de “lesa humanidad” ande dando vuelta.

Pero esto es aún peor que perder ese millón de votos, ya que los desatinos que Ud. permite terminarán arrastrando a otros muchos argentinos que ya están cansados del cuento de los «jóvenes idealistas» -mentirosos, cobardes, entregadores de sus propios “cumpas” y a posteriori ladrones, pero hoy libres e indemnizados- que se han aburrido de ver como los que combatieron por la Patria son encarcelados por jueces que han hecho de la miseria ética su profesión de fe solo para mantener vivo el espíritu vengativo de unos pocos.

Sr. Macri, aún está a tiempo de modificar el equívoco rumbo que gente como Avruj o Vidal le han impuesto -sólo como valor de un marketing engañoso- al tratamiento de los derechos humanos; eso está en Ud. y sólo en Ud., ninguno de los que lo están abandonando le ha pedido lo imposible, ninguno de los que se van, sin esperanza ni fe, le pidió que anulara los juicios de “lesa humanidad” porque saben que el coraje no es su fuerte. Lo abandonan por que esperaban que los derechos humanos fueran para todos.

* A partir de una idea de A.V.

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