Por Juan Manuel Otero.-

“Ninguna fuerza política ha presentado proyectos para la reconciliación de los argentinos. Puede ser que eso no aporte votos. La política no se hace eco y nosotros, como sociedad civil, tenemos que hacer algo”. Palabras de Monseñor Casaretto volcadas en la reciente Convocatoria por la Memoria y la Reconciliación llevada a cabo en la Universidad Católica Argentina.

Me dirijo al Excmo. Papa Francisco en la certeza de que mis humildes palabras, de una u otra manera, por uno u otro camino, llegarán a su conocimiento del mismo modo que le llegaron mi “Carta Abierta a Su Santidad Papa Francisco” y la posterior “Recemos por el Papa”.

En ambas rogaba por una intercesión de Su Santidad sobre la cruel tortura, injusta situación e ilegítima prisión carcelaria que sufren nuestros presos políticos. Octogenarios enfermos y abandonados a su suerte, privados de elemental atención médica, olvidados por una egoísta y desmemoriada sociedad. En crueles mazmorras van muriendo sin que se les permita ejercer ni disfrutar siquiera de los elementales y universales derechos humanos, menos aún de su constitucional derecho de defensa, violado arbitrariamente a la grupa de una perversa y corrupta venganza.

Hoy mismo, un amigo de la adolescencia ha entregado su alma a Dios, lejos de sus seres queridos, por el sólo hecho, como cuadra a un soldado, de haber cumplido la más gloriosa de las órdenes: Defender a la Patria.

Y -debo reconocerlo- mi fracaso fue rotundo. Las balbuceantes y escuetas respuestas de su Monseñor Karcher son indignas de semejante investidura, y el absoluto silencio de Su Santidad -también debo reconocerlo- sólo me ocasiona tristeza, vergüenza, decepción. Cuánta distancia hay desde su toma de posición a las valientes palabras de Monseñor Casaretto.

No tienen ya estas líneas el propósito de insistir en la búsqueda de piedad, solidaridad, comprensión ni ayuda espiritual para nuestros presos políticos. He perdido la esperanza. Su Santidad ha sido muy claro en el mensaje: su absoluto silencio y dolorosa indiferencia constituyen una respuesta que no necesita aclaración de ningún tipo.

No me mueve hoy la ilusión de una palabra suya, sólo la necesidad de dejar sentado mi estado de ánimo.

Sólo eso… y dejar constancia que no siento voluntad de rezar por Ud.

Tengo cosas más importantes que hacer.

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