Por Alfredo Nobre Leite.-

Con respecto al hallazgo de restos humanos el día lunes 13 a las 17 horas en la CEAMSE de José León Suárez, del conurbano bonaerense, donde en el año 2013 los operarios detectaron a tiempo el cadáver de la desafortunada joven Ángeles Rawson, evitando que su cuerpo pasara por la maquinaria de reciclaje, cuyos residuos provienen de camiones que recogen los contenedores en los barrios de Colegiales y de Flores, se sospecha que los restos del cuerpo mutilado habría sido echado en un de los recipientes con vida y que el proceso que se lleva a cabo con los residuos, lo haya desmembrado. Y ante la reiteración de tan grave hallazgo de restos humanos, el diario «La Prensa» hizo un comentario editorial, diciendo -entre otros conceptos- que: «Es indudable que, más allá de las explicaciones formales de funcionarios de segundo orden, es preciso que las autoridades del ente conformado por representantes de la Nación, la Ciudad y la provincia de Buenos Aires inicien una labor de esclarecimiento y mayor control sobre los diversos grupos de recolectores informales (…): y que «La periodicidad de casos como el que ocupa ahora la atención ciudadana, debe contar con una respuesta adecuada a partir de investigaciones internas y no meras declaraciones de compromiso» (sic).

Estimo que se trata de otro caso de inseguridad rampante que aflige a la Nación entera, y que es la Justicia la que debe investigar y aprehender a los responsables del último crimen, y no creo que el ente pueda hacer mucho para detectar estos casos, a no ser que antes de iniciar el proceso de selección de los residuos, vacíen los camiones en procura de un posible cuerpo, lo que no parece viable, o que antes de levantar y vaciar los contenedores callejeros el personal de los camiones revisen la basura, lo que tampoco parece plausible.

Desgraciadamente, este suceso deplorables es el resultante de la inseguridad incrementada a partir de 2003, ya que durante el kirchnerismo alcanzó una magnitud inaudita e inimaginable, el Estado abjuró de tutelar a la sociedad de la delincuencia, que por cuestiones ideológicas prácticamente era protegida, y hasta pretendiendo que la sociedad proveyera a los cacos de lo que pretendían, y no trabajar para solventar sus necesidades. A este estado de cosas hemos llegado de inseguridad y abandono de la población, que requerirá un cambio cultural, la reducción de pobreza -aunque la pobreza nunca implicó delincuencia-, del 30% de la población legada al actual gobierno, y de leyes que pongan a la delincuencia y asesinos adonde deben estar: en las cárceles. Y que no vengan con la muletilla de los derechos humanos que, durante el kirchnerismo, fueron únicamente para favorecer a los subversivos de la década del ’70, y a la delincuencia.

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