Por Rodolfo Patricio Florido.-

Todo pareciera un absurdo sainete en el que revoletea un sino de tragedia de cualquier fanático que, desesperado por la ausencia de quien lo manda, pueda seguir el camino de la violencia. ¿Absurdo? Sí, tan absurdo como que un Fiscal custodiado fuese asesinado horas antes de presentar una denuncia gravísima contra la Presidente de la República.

Esto es parte de un sector de la argentina que ama ser mandada y otra parte de la argentina que quiere ser conducida. Dos mundos y dos soles. Uno que se apaga entre explosiones y otro que asoma. Nada debería pasar en un simple traspaso de poder democrático y republicano. Pero lo cierto es que la Argentina está nerviosa esperando que ese día llegue y finalice.

Esto debería ser absurdo. Pero no lo es. Es como si un riesgo impensable, como si una advertencia no escrita sobrevolara la situación. O sea, un absurdo total pero del que nadie se sorprendería si sucediese. Nada debería suceder pero si así fuese, muchas voces dirían más o menos lo siguiente: “era previsible por el nivel de violencia verbal que se había generado”. Todos son genios con el diario del lunes pero pocos se animan a advertir los riesgos del domingo.

Si hasta la discusión sobre el presunto maltrato verbal de Macri a Cristina es una historia francamente ridícula. Ya no se trata de una hipótesis probable sino de un cuento propio del realismo mágico. Es todo tan obvio. Ha sido Cristina, más allá de las razones que pudieran asistirle, quien durante 8 años ha maltratado verbalmente a cuanta persona osó contradecirla. Tan cierto y recordable es esto, como cierto es que la propia Cristina es quien se expresaba con encendido afecto a quien la vitoreara. Amor y poder para el que la amaba, desprecio, insultos y AFIP para los no condescendientes.

Los matices o el equilibrio no existen en Cristina. Te ama o te odia. O eras parte del modelo o eras un vende patria, fascista y enemigo de los pobres. Claro que otros dirán: “dime de qué presumes y te diré de qué careces”. En este momento de la historia política argentina esto es una discusión que se terminará zanjando con los hechos y no con las presunciones.

Lo que no es una presunción es que hay sectores que alimentan una lucha de clases que siempre ha sido ajena a la idiosincrasia argentina. Curioso es también que quienes presumen ser peronistas, provengan de un partido que en su densidad social transversalizó a todas las clases sociales evitando que esa lógica radicalizada de luchas de clases se impusiera en una argentina que no quiere transitar caminos de violencia. De hecho, uno de los periodistas de Página 12 (Juan Sasturain) escribió ayer (domingo 7 de diciembre) una suerte de remake en prosa que presenta el cambio de gobierno como si de una lucha de clases se tratara. Dice textual Sasturain:

“¿Qué hace la gente que no va a la Plaza / se queda mirando la tele / encerrada?
Es que llegan los rubios / que siempre dan / mucho mejor / en la pantalla.
¿Por qué el Congreso está trabado / y hay tantos que no quieren / hacer nada?
Esperan que los rubios / digan qué leyes / consideran / necesarias.”
“¿Por qué los precios han subido tanto / con toda la comida / remarcada?
Es que los empresarios quieren / regalar a los rubios / su profecía / confirmada.
¿Por qué la gente no va a la iglesia / sino a los bancos / a rezar / cada mañana?
Porque los rubios piden / creer en el mercado o reventar / palabra santa.
¿Pero por qué recelan todos / con cierta inquietud / en la mirada?
Porque los rubios eran / la solución / pero no son / serán la Nada.”
“Si a los bárbaros / con equívoca ilusión / el poeta les cantó y los esperaba /
estos prolijos rubios / nos harán extrañar / a la barbarie y la negrada.
Porque una cosa / viejo y sabio Cavafis / es un imperio decadente / en retirada
y otra / una tonta patria que le pone / la alfombra roja al rubio / y se regala.”

Es así obvio que hay quienes no conciben que una Argentina distinta, tolerante, no crispada pueda abrirse paso a una ilusión que solo el tiempo demostrará si fue un camino correcto o una respuesta vacía a una intolerancia que hastió a la mayoría.

Estos, los intolerantes, tienen en su matriz esa violencia que puede sumirnos en la muerte. No quieren darnos ni darse siquiera la oportunidad de esperar unos meses para ver si sus prejuicios son reales o son sólo un fantasma construido al calor de una oradora excelente, una provocadora serial que suplió el pensamiento individual por una suerte de colectivo imaginario revolucionario donde en realidad había una sociedad ilícita.

Pero esto ya no importa, lo que importa es que en esta suerte de fundamentalismo militante puede haber una o varias personas que pueden creer que terminar con la vida de Macri puede ser una suerte de imperativo histórico y que sus sacrificios personales son nada al lado del servicio que harán al relato de una Presidente que da todo tipo de signos en torno a quedarse un minuto más en el Poder, como si el síndrome de abstinencia se hubiese adelantado a la ausencia de consumo.

Lo cierto es que la Seguridad Presidencial debería estar muy atenta y cuidar al nuevo Presidente y a su familia un poquito mejor que lo que cuidaron al asesinado Fiscal Nisman.

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