Por Máximo Luppino.-

Millones de muertos a causa del COVID enlutan al planeta todo. Es un pesado negro manto de sufrimiento inconmensurable que nos arranca lágrimas de impotencia rebelde y desoladora a la vez.

La humanidad que llegó a caminar por la Luna e indagar Marte viajando al incognoscible espacio, está siendo diezmada por un malvado virus despiadado. Argentina no escapa del lúgubre laberinto de la pandemia que el mundo padece. Nuestros fallecidos parten al más allá en soledad, cara a cara con la muerte, sin el abrazo lleno de AMOR de sus seres queridos, sin esa compañía familiar que reconforta el Alma. El fallecimiento por Coronavirus nos hace parecer que abandonamos a nuestros deudos en un ingrato desierto tan carente de agua como de caricias. Es el aspecto más cruel del COVID, este que ni siquiera nos permite velar de forma tradicional a nuestros seres queridos.

Nuestra Nación se encuentra próxima a contabilizar cien mil muertos por la pandemia y la angustia es traumática y muy difícil de asumir. Llevamos más de un año luchando con este enemigo invisible y artero, las vacunas llegan a nuestra patria con suma fluidez, más las que ya se fabrican en nuestro suelo patrio. Las primeras 500.000 ya se repartieron en los vacunatorios que trabajan a destajo todos los días, incluso los fines de semana completos. El desafío de la República es el vacunar a la mayor parte posible de los habitantes de nuestro suelo para así poder pronto alcanzar la tan añorada inmunización de rebaño.

Tanto dolor a flor de piel se padece a diario que nos cuesta comprender cómo algunos devotos del odio aguardan la llegada de los cien mil fallecidos para “llamar” a una movilización política contraria al gobierno nacional que sólo traerá más contagios. Parecen no sentir el dolor del prójimo. Sólo tienen lugar para el daño y el resentimiento. Desprovistos de razón y humanismo sueñan con lastimar el orden constitucional e imponer sus criterios de “país satélite” de la potencia que tanto admiran. Extranjeros culturales en su propio suelo, sabandijas parásitas del loable esfuerzo colectivo. Carentes de pensamientos constructivos pretenden llegar al poder desacreditando a los demás. Son en verdad déspotas de sí mismos, ignorantes de las bondades del espíritu creador y del sentimiento constructivo. Pero La ley de “Causa y Efecto” los conducirá a tomar conciencia y, lecciones de por medio, buscar la luz del sol y abandonar sus oscuras cavernas de extrema idiotez.

Un ladrillo de bondad a la vez. Uno tras otro y el templo de bonanza se está construyendo eficientemente. Tanto opositores como oficialistas, la abrumadora mayoría, con sus discrepancias a cuestas, trabaja para el BIEN.

Faltan muchos aspectos a superar, pero día a día con lucha afectuosa y disciplinada mediante superaremos la vil pandemia…

Nuestro pésame profundo y sentido para con todas las personas que padecieron el COVID-19, para con los familiares y amigos de los seres que vieron partir. ¡Que todos se encuentren descansando en paz en el dorado e infinito cielo de DIOS!

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