Por César Augusto Lerena.-

La Prefectura naval argentina hundió el buque potero chino después de 50 años de tolerar que cientos de embarcaciones extranjeras chinas, taiwanesas, coreanas, rusas y hasta españolas pescaran en el Atlántico Sur, dentro de la Zona Económica Exclusiva Argentina (ZEE) y en su área adyacente; además de aceptar pacíficamente, que buques pesqueros con licencia de las autoridades británicas en Malvinas depreden nuestros recursos pesqueros dentro de la ZEE desde hace más de 30 años. De hecho la pesca es el principal sostén de las Islas desde 1982 con un 75% de sus recursos económicos.

Los canadienses por esa razón hace años que echaron a puro cañón a los barcos españoles que ingresaban a su territorio marítimo sin ninguna intención de resistirse sino de devastar sus recursos pesqueros.

La Prefectura tiene escasos buques para controlar un amplísimo territorio marítimo y aun menos si tenemos en cuenta que la pesca de calamar se realiza de noche. Aun si los tuviese, debería contar con una importante auditoría de las operaciones y de los procedimientos de sanción, porque la pesca es un negocio millonario y las multas establecidas -si bien son importantes- en materia de quebrantamiento de las normas, muy pocas son las ocasiones donde se aprehende un buque primero y se aplica efectivamente la multa después. Muy pocas, si se tiene en cuenta que al límite de la Zona Económica Exclusiva operan entre 200 y 500 buques pesqueros según la época, con escaso o nulo control.

El calamar que pescaba este buque, es una de las tres especies argentinas más importantes, junto con la Merluza y el Langostino.

Desde el punto de vista económico, la captura clandestina de distintas especies marítimas, ocasiona un daño muy importante; porque se trata de un recurso de propiedad del Estado Nacional; su captura compite con los mismos mercados argentinos. Mientras las embarcaciones de nuestro país desembarcan 800 mil toneladas por año de distintas especies; los buques extranjeros capturan en el Atlántico Sur más de 1 millón de toneladas por año de especies argentinas. El comercio final de estos productos pesqueros significa una pérdida del orden de 10.500 millones de dólares por año.

Desde el punto de vista biológico, estas capturas clandestinas atentan contra la pesca sustentable, ocasionando graves daños al ecosistema, donde las especies interactúan. Por su parte, el gobierno debe establecer anualmente la “Captura Máxima Sostenible”; es decir el máximo que puede capturar por año el conjunto de la flota argentina para asegurar la sustentabilidad del recurso; pero no puede ponderar este brutal daño a la sustentabilidad biológica de las especies, que provoca esta depredación incontrolada.

Para darnos una idea de la magnitud de la depredación, se estima que la flota argentina en sus capturas devuelve al mar entre 70 y 100.000 toneladas de pescados que consideran “no comerciales”; no hay forma de conocer cuanto descartan por año estas embarcaciones extranjeras. Por cierto, cientos de miles de toneladas por año de productos del alto contenido proteico que paliarían el hambre de muchos argentinos.

Si el total de la pesca fuera sustentable y realizada por embarcaciones argentinas, controlada férreamente y procesada en las plantas en tierra, seguramente habrían de quintuplicar -al menos- la ocupación de los operarios argentinos en las plantas industriales. Por eso los chinos -en este caso- están atrás de esta materia prima.

Un país soberano no puede seguir tolerando estas capturas clandestinas; como tampoco puede admitir la pesca en la Z.E.E. de buques que operan con licencias de pesca otorgadas por la Autoridades británicas en Malvinas.

Es imperioso que la Argentina promueva Acuerdos que favorezcan a los intereses argentinos -no como los Marco con la URSS, los de Pesca con la Unión Europea o los recientemente firmados con China a propósito de la pesca- en el marco de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar sobre los recursos pesqueros migratorios del área adyacente a la Z.E.E.; equipar adecuadamente a la Prefectura; mejorar los controles de las operaciones y sancionar efectivamente a los buques clandestinos.

Nos evitaríamos nuevos hundimientos y lograríamos una mejor administración sustentable del recurso.

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