Por Roberto Fernández Blanco.-

¿Sabe Ud. que los funcionarios que -en nuestro soberano carácter de “Ciudadanos Mandantes”- designamos para integrar las instituciones republicanas, son nuestros empleados públicos cuyos sueldos les pagamos con el fruto de nuestra producción de riqueza para que -en su estricto carácter de Mandatarios- estén al exclusivo servicio de nuestra comunidad?

¿Sabe Ud. que estos funcionarios están limitados y obligados -dentro del período que hemos establecido para la duración de su mandato- a cumplir exclusivamente las específicas funciones delegadas por la comunidad (volcadas en el Reglamento Constitucional del Estado), cumpliendo rigurosamente los compromisos específicos y concretos que en sus postulaciones como candidatos les fueron aprobados, sin serles concedida autorización para modificar y/o rebasar los rígidos límites de sus atribuciones?

¿Recuerda Ud. Que, en su carácter de Mandatario, cada funcionario es absolutamente responsable de las obligaciones asumidas y comprometidas para con su comunidad mandante y que deberá declinar su posición en caso de no honrar sus compromisos?

¿Recuerda Ud. la importante diferencia entre los conceptos Mandatario y Representante?

Un Representante es aquel que, si bien asume un compromiso con su representado, actúa según su propio criterio con lo que el representado queda expuesto a la honestidad y/o profesionalidad del mismo incluyendo el riesgo de que deje de actuar de acuerdo con los deseos, intereses e instrucciones del mandante, como sería el caso de un político venal que asume con un compromiso para luego desdecirse actuando según su personal interés contradiciendo el mandato de quien lo designó.

Mandatario es aquél que bajo el compromiso de un mandato queda obligado al fiel y riguroso cumplimiento del mismo. En el caso de un funcionario (empleado público) elegido mandatario por votación del pueblo, su accionar queda rigurosamente limitado a la plataforma y compromisos que asumió en su campaña, condición que lo obliga a ceñirse a los mismos, debiendo renunciar o ser destituido en caso de no poder, no saber o no querer honrarlos.

¿Y recuerda Ud. que estos empleados públicos, desde el mandatario que preside (presidente) la Administración de los bienes públicos del consorcio Estado, así como los que le siguen en rangos y categorías en el escalafón, no deberán apartarse de su condición de empleados públicos con la pretensión de asumirse como ente rector, asumiendo poderes que –nosotros los ciudadanos mandantes- nunca les hemos concedido, pretendiendo enquistarse arrogándose autoritario y absoluto poder como ente planificador centralizado con carácter de dictador de forzadas leyes, determinando antojadizamente el interés colectivo, estableciendo como se produce la riqueza, como se distribuye el esfuerzo productivo y como se distribuye lo producido, todo ello según su despótica voluntad y petulante sabiduría?

Se trata de tener siempre presente que todo mandatario designado por la comunidad mandante deberá atenerse a cumplir con sus obligaciones y deberes dentro del alcance establecido en el Reglamento Constitucional, esto es, estando imposibilitados de asumirse como monarcas y menos aún cuestionar -por su condición de empleados públicos- el reglamento (Constitución Nacional) bajo el cual fueron designados con la obligación de observarlo rigurosamente, no siéndoles permitido el pretender modificarlo.

Resultaría absurdo imaginar un administrador de un consorcio pretendiendo modificar a su antojo y conveniencia el Reglamento del Consorcio, tanto como suponer que un gerente de una empresa se arrogue el permiso de alterar a su conveniencia los términos del estatuto social de la misma.

¿Sabe Ud. que en la inherente naturaleza del sistema de organización socialista yace la pretensión de suprimir la propiedad personal de los frutos generados por cada ciudadano productivo para convertirla -despóticamente- en propiedad colectiva, sujeta a la voluntad distributiva del ente autoritario planificador, atentando contra las libertades individuales de cada ciudadano para someterlos a los intereses y patológica ideología del tirano de turno que así esteriliza el talento, enerva el mérito, astenia la capacidad creadora y productiva, destruye la cooperación espontánea, debilita la capacidad generadora de riqueza y sumerge a los pueblos en la decadencia, el atraso y la pobreza?

Es harto conocido y demostrado que en el sistema de organización socialista el ente planificador no acepta disconformes ni disidentes y que -por su propia esencia y naturaleza- ese ente central (patológicamente presumido de omnisciente) suele perpetuarse encabezado por un autócrata que todo lo decide a su capricho y antojo, quedando el pueblo “despojado de su condición soberana (Autoridad Suprema)” y sometido a la condición de servidumbre sin espacio para decidir sobre su vida personal.

Y, ¿sabe Ud., que la pretensión última de estos personajes delirantes es la suma del poder con una justicia sometida y un parlamento complaciente actuando como marionetas al mando del déspota de turno?

De esto sobran ejemplos, todos ellos -sin excepción- experimentos fallidos con graves consecuencias de atraso, pobreza ,dolor y muerte para sus pueblos, la Rusia de Lenin-Stalin, la URSS (hasta que el hartazgo de sus pueblos derribó el Muro de Berlín hace apenas treinta años), la Alemania del nacional-socialismo de Hitler, la Italia del socialista fascista Mussolini, la China del “librito rojo” del Gran Timonel Mao, la Corea del Norte del “Líder Supremo” Kim Jong Un, la tiranía despótica de Fidel Castro (su familia y sus cómplices), la devastadora tiranía Chavista/Maduro en Venezuela, la tiranía socialista de la extinguida Alemania Oriental graciosamente denominada democrática y finalmente rescatada de su tremendo fracaso por la Alemania liberal, etc…

Lo relevante es que “no puede citarse ni un único ejemplo de éxito” de un gobierno socialista, incluido el del plagio socialista denominado Justicialismo por Juan D. Perón, quien trató de adjudicárselo como doctrina de su creación.

Y no debe caerse en el error de establecer indebido vínculo con los actualmente mal denominados socialismos de los países del Báltico (Finlandia, Suecia), los que muy lejos están de serlo, tratándose de simples variantes del liberalismo toda vez que en ellos “nadie cuestiona la propiedad privada (se la protege por ley), ni las libertades individuales, ni el libre intercambio del fruto de lo producido por cada persona o grupo integrado de personas (empresas).

Viene la humanidad evolucionando dificultosamente, fluctuando en un camino cargado de baches y trincheras de irracionales y hostiles ideologías.

Tétricas y engañosas declamatorias de todos los autoritarismos han sido culpables de convertir en enemigos a los amigos y hermanos, transformando afectos sinceros y productivos en brutal hostilidad, convirtiendo paraísos en desoladores infiernos.

Por razones (¿razones o motivos?) ideológicas se han elaborado estrategias y tácticas de muerte, de crímenes, enfrentamientos y guerras sin sentido.

Fantasías delirantes que con la engañosa prédica de sembrar amor y progreso, imponen cosechas de luto y dolor, de odio y destrucción.

Emociones perversas y desbordados fanatismos incapaces de discernir, incapaces de detenerse en su furia devastadora.

¿Cómo explicar tanta continuidad de barbarie?

¿Cómo entender -sino a través de un estado colectivo de enajenación mental- el que arrogantes y nefastos líderes puedan alcanzar tan absurdo poder de adhesión y reclutamiento de muchos para ejecutar, en militante manada, tan atroz nivel de sometimiento de todos, tanto que -para el colmo de absurdos- termina incluyendo a sus propios líderes?

¿Qué enorme patología emanada puede llevar a dilapidar tan torpemente algo tan fugaz e irrecuperable como lo es la posibilidad de disfrutar en paz y armonía la propia vida entregándola tan tontamente al servicio de tanta barbarie?

¿Cómo es que los muchos no toman conciencia de su condición de marionetas manipuladas por unos poquísimos psicópatas que huirían despavoridos con sólo el pueblo salir de sus recintos y caminar unidos contra estos bárbaros provocando sus estampidas?

Tomemos conciencia de que cada uno de estos abominables personajes, siendo en sí una única persona, solo llegan a poseer tanto poder y a generar tanto daño, destrucción, y crueles y cruentos enfrentamientos, por estar respaldados por miles de imbéciles sometidos por esclavitud ideología o patológica sumisión, actuando como milicos militantes respondiendo como zombis a una rígida e incuestionable cadena de mando.

Este común denominador de comportamiento solo puede explicarse por un condicionamiento interno, contenido y embebido en la raíz de personalidades declinantes, latente en el supremo inconsciente, en el ID, una esencia coincidente en el enajenado carácter de cada militante, un paquete sellado y enquistado de categorías de conducta y paupérrimos principios desprovistos de valor que obnubilan toda visión y dan específica forma al bagaje de motivaciones e impulsos subyacentes en cada una de estas personas con sus capacidades de albedrío sometidas a la dependencia de un ente rector que se les ha tornado en imprescindible adicción.

Esta endemia no excluye al psicopático líder sino por el contrario, al asumirse como el/la elegido/a y depositario de la verdad o del interés primordial, al arrogarse esa condición y espacio de poder que algunos subyugados le conceden, convalida su propio y coincidente grado de locura.

Son estas cargas las que conforman la particularísima estructura de comportamiento automático y de reflejos condicionados que caracteriza a comunidades sumergidas en autoritarismos.

Y así resultamos ser la consecuencia de un cotidiano adoctrinamiento inyectado que venimos soportando carentes de anticuerpos para resistir tanta invasión que viene instalando pensamientos de dependencia de tan rígido corsé de pulsiones.

Encontrar el camino de la razón armonizadora, potenciadora y productiva de la naturaleza humana nos impone una ardua tarea de depuración mental, un duro y sostenido trabajo individual, una batalla estrictamente personal contra toda forma de autoritarismo, llámese dogma, prejuicio, preconcepto, creencia o principio irreflexivo, convertidos -por adoctrinamiento cultural- en irracionales convencimientos y deplorables compromisos que pueden convertirnos en los conocidos zombis militantes.

Se trata de hacer despertar la anestesiada capacidad de nuestro consciente racional reflexivo para invadir con persistencia tenaz, con método y razones científicas, ese sometido reducto emocional del inconsciente.

Se trata de la libertad, de la libertad mental, del despojamiento de los condicionamientos y adhesiones emocionales que desvían y acomodan -“a conveniencia de lo irracional”- los argumentos con los que pretendemos explicarnos lo que “es” y lo que “debe hacerse”.

Es necesario que podamos comprender y distinguir en nuestro interior la diferencia conceptual entre el pensamiento libre y el pensamiento esclavizado para atrevernos a ir hacia una claridad integradora, armonizadora.

Y fortalecer los anticuerpos que derriben sin vacilación toda tentativa de autoritarismo poniendo en su debido lugar a nuestros empleados públicos y depurando las instituciones de aquellos que contaminan la libertad y armonía de los pueblos.

Share