Por Jorge Omar Alonso.-

Por su inmensa destructividad, por la violencia que infringió a los principios éticos y las tensiones que dejó intactas, en lugar de la paz y el orden, el régimen kirchnerista será recordado sólo por estas consecuencias por mucho tiempo. Ya habrá tiempo para que algún intelectual pueda estudiar con rigor las causas de la decadencia en los principios y valores. Argentina ha extraviado su centro y no creo que su sociedad desee volver a creer en valores y obligaciones. Los argentinos parece que no estamos dispuestos a admitir que hemos perdido la capacidad de creer y de enfrentarnos a los hechos que nos han llevado a perder la fe. Nuestra sociedad hoy más que nunca, está sometida a los dioses de la masa y la velocidad, del consumismo y el goce. El culto que se les rinde conduce a la uniformidad y a la adulteración de la calidad. Es la tendencia populista a recelar de la excelencia, tanto intelectual como moral. Estamos inmersos en un verdadero problema: ya no distinguimos lo bueno y lo malo. ¿El ciudadano argentino de hoy en día está dotado de una escala de valores mínimamente racionales? Sólo entiendo que el estado en que nos hallamos es el de la caída. No somos capaces de comprender qué significa la superioridad de un ideal.

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