Por Paul Battistón.-

Cambiemos no sabe comunicar. Es una de las facturas que constantemente le pasan al gobierno en especial algunos comunicadores que lo miran con cierta simpatía y sienten necesidad de buscar justificativos para lo que ven como fallas.

Durante largo tiempo hemos sido sometidos a un constante bombardeo de mentiras o comunicados que solo eran una intención en lugar de una comunicación de algo concreto. La existencia de un vocero (caro por supuesto) era una prueba clara de esa necesidad que mas que de comunicar era de imponer puntos de vista (profundizándolos serian algo así como un pre-relato).

En los pasados 12 años de kirchnerismo la comunicación alcanzó su punto más alto de éxito (y costo). Toda clase de desvarío fue impulsado a través de mecanismos de comunicación que abarcaron desde las Cadenas Nacionales hasta las fuerzas de choque en la calle, estas últimas con su mensaje cargado de simbolismo: la calle es nuestra.

El éxito se podía medir en la fanatización de los seguidores y en la resignación del resto, que asumía que debía soportar lo elegido por la mayoría.

Desde una supertarjeta de crédito condenada al fracaso hasta un pico vertiendo agua, todos tuvieron su espacio en las cadenas nacionales.

Doce años de comunicación de una lógica en reversa a semejante volumen aun influyen en la percepción, especialmente en los medios, donde la sensación de mala comunicación viene impulsada no solo por la merma en cantidad si no también por la liviandad de Cambiemos contrastado con el volumen y la capacidad de retórica ofensiva de sus antecesores.

La lógica diría que no se comunique lo que no lo amerita y ni hablar de lo que no ha ocurrido. La incapacidad de comunicación puede en realidad ser una ausencia de contenido para comunicar.

¿Tan poco tiene Cambiemos para comunicar?

¿O el kirchnerismo nos acostumbro a una saturación comunicacional cargada de retórica corriendo nuestra sensación de “bien comunicado”?

Aún hoy día (a modo de ejemplo) Aníbal Fernández puede desplegar toda su elocuencia vacía y, sin llegar a rebatir, puede darse el lujo de ahogar pruebas irrefutables del pasado K en un mar de retórica de la nada.

La comunicación de Cambiemos comenzó escasa y en otra escala, pero recientemente y casi repentinamente ha comenzado un rumbo iterativo de retroalimentación. Hasta podríamos decir que ellos son los primeros comunicados para luego convertirse en retransmisores.

Y a pesar de que este proceso que hace que la comunicación ya escasa sea más espaciada ha comenzado a tener éxito (por lo menos para las necesidades del gobierno) torciendo la corrección política escrita en la memoria de los logros de la batalla cultural de la izquierda.

Los gremios están enquistados de mafias, los gremialistas tienen riquezas injustificables, los jueces garantistas son cómplices de la inseguridad, el conflicto docente tiene fines políticos. Todas estas aseveraciones pueden ser falsas, reales a medias o reales. Su origen es incierto pueden provenir del gobierno o de los gobernados pero la amplitud alcanzada por las mismas es producto de la retroalimentación que el gobierno ha comenzado a usar en beneficio propio poniendo sobre las tablas lo que la corrección política progre dejaba fuera de discusión por indiscutible o no conveniente.

No es el gobierno el que ha puesto la chispa inicial en el cambio; son los pacientes en espera del cambio los que han puesto al gobierno en el ultimátum de comenzarlo.

Las mismas quejas de inseguridad, de corrupción, de no funcionamiento de la justicia entre otras que se ejercían dos años atrás son las mismas que siguen vigentes y son las que forman parte del cambio reclamado y por las cuales el gobierno recibe la presión (comunicación) de que sean puestas en marcha.

Algunos medios ya pretenden la aparición de un nuevo Macri pero solo es el inicio de una comunicación de presiones forzadas que se retroalimentan y de la cual con certeza la única que no participa por hablar en otra lengua y lógica es la izquierda.

Esta última, como convidada de piedra, trata de competir más fuerte con la contra interpretación de esa retroalimentación que le es ajena pretendiendo diferenciarse hasta del kirchnerismo residual. Como el caso de Pitrola que se ve obligado a rescatar y resaltar diferencias tenidas con el gobierno K.

La comunicación kirchnerista pelea por sostener su icónico enemigo mas preciado, los represores y la represión. La izquierda pelea para ser reprimida y renovar titulo de mártir mientras que las fuerzas de choque oficiales (institucionales) avanzan con forma de desalojo y protocolo antiprotesta.

El gobierno pisa el borde del abismo al hacerlo, el desalojo es una respuesta suavizada a una represión pedida por la retroalimentación peluda, la izquierda lo sabe y antes de que el peronismo cante tres veces habrán intentado sacar provecho corriendo el borde del precipicio o hasta empujando a alguien si es necesario, dando por descontado que el peronismo desgeneralizado tarde pero seguro la seguirá.

Paul Battistón

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