Por Carlos Pissolito.-

Las cloacas del sistema: Tomás de Aquino, doctor de la Iglesia, sostenía que hasta el más bello de los castillos necesita disponer de un drenaje cloacal. Con esta figura quería expresar que todo sistema político demanda uno dedicado a la evacuación de las impurezas que produce.

El problema es que cuando ese sistema colapsa y deja de funcionar, nos inundamos con sus subproductos. Tal parece ser el caso de la sociedad argentina, hoy, asqueada ante el espectáculo deleznable de los escándalos judiciales y políticos que la sacuden.

Un rápido análisis de los que se encuentran en curso, nos conducen todos ellos, indefectiblemente y, más allá de toda consideración moral o política, a constatar la existencia de una red de informantes que tuvo un rol protagónico, tanto en la recolección como en la reunión y en la difusión de la información que les da sustento a las denuncias.

Un análisis más profundo nos llevaría, seguramente, a comprobar que estas actividades de inteligencia no siempre tuvieron un origen estatal legítimo y legal. Por el contrario, deducimos con razonable certeza, que se originaron en grupos cuentapropistas que alguna vez tuvieron una dependencia estatal, pero que ahora operan en forma semiindependiente o hasta independiente, por su cuenta y riesgo.

Se sabe que todo conflicto, especialmente, aquellos que adquieren la forma no convencional del combate a una insurgencia demandan de una gran volumen de información precisa sobre los oponentes a los que se debe identificar antes de poder combatirlos. Sucede, que es la propia naturaleza de ellos, al pretender mimetizarse entre la población, lo que dificulta, enormemente, esta tarea. Y que trae aparejado, en consecuencia, un crecimiento y una especialización de los servicios de inteligencia dedicado a la tarea de su identificación.

La propia dinámica de las tareas de inteligencia y de los profesionales que la practican ha generado una frondosa literatura sobre sus personajes y tramas. Cualquiera que la haya frecuentado sabrá que no son pocas las traiciones, la existencia de agentes dobles y hasta triples y la existencia de montajes destinados a la desinformación. En pocas palabras: al uso de la información como un arma.

Lo sostenido en el párrafo anterior sirva para ilustrar y para evitar entrar en detalles de lo sucedido durante el conflicto armado interno que afectó a la Argentina, especialmente, durante la década de los 70.

Como era de esperarse se crearon y se reforzaron hasta el infinito los diversos sistemas de inteligencia. Tanto estatales, como no estatales. Una vez terminado, al menos formalmente, el conflicto, no todo ese personalmente altamente especializado pudo ser reasignado a otras tareas ni reinsertado laboralmente.

Muchos de ellos continuaron con las únicas actividades que habían aprendido en forma autónoma y fuera de todo control estatal. Habían descubierto el poder las cloacas del poder.

Los sucesivos gobiernos democráticos, no solo no arreglaron este entuerto, sino que se sumaron a su espurio aprovechamiento. Como si esto fuera poco, el poder judicial -bajo la excusa técnica de las escuchas ilegales- se sumó a las ventajas de contar con un sistema de inteligencia propio. También, algunas grandes corporaciones actuaron en forma análoga.

Como si esto fuera poco, agentes de servicios de inteligencia extranjeros se sumaron, no en pocas oportunidades, a este aquelarre informativo. Con el plus de contar con el apoyo de los medios de reunión técnicos sofisticados de alcance global de los que disponían sus respectivas agencia matrices.

La reformulación del sistema: Todo lo dicho hasta el momento, no implica que no necesitemos servicios de inteligencia dignos de ese nombre. Todo lo contrario. Ya que la anarquía organizacional en la cual se encuentran las diversas agencias estatales y que tienen por ley la ejecución de estas tareas, les impide realizarlas con la eficiencia y la eficacia necesaria.

Para empezar, hay que reformular la Ley de Inteligencia, pues es una diseñada, al igual que la de Defensa y la de Seguridad Interior, para un cuadro de situación que ya no existe.

La idea es que esta nueva legislación permita disponer de un verdadero sistema de inteligencia nacional basado en los siguientes parámetros:

El primero es establecer que su finalidad será la de brindar un sistema de alerta oportuna sobre las amenazas contra la defensa nacional y la seguridad. A la par, de conformar grupos de análisis que permitan seguir situaciones globales, regionales y locales de interés, a los efectos de facilitar los procesos de toma de decisión nacionales.

Dicho sistema se deberá articular en tres niveles de conducción. A saber; el nacional, el operacional y el táctico. Con el nacional a cargo de los temas que afecten los supremos intereses nacionales, el operacional a cargo de los distintos comandos estratégicos o de las reparticiones nacionales de ese nivel y el táctico, de allí para abajo, hasta el menor nivel orgánico operativo.

Lo segundo es establecer una distinción funcional en función de su finalidad. Al margen de los niveles y por sobre los mismos, será necesario establecer dos sistemas de inteligencia. Uno dedicado a la inteligencia criminal, el otro a la estratégica.

Lo tercero, es establecer diversos organismos y canales de coordinación entre ambas inteligencias, pues no puede negarse que muchas veces diversos actores y/o amenazas podrán operar en ambos campos. Como, por ejemplo, sería el caso de un cartel del narcotráfico internacional.

Lo cuarto, es la necesidad de organizar un sistema de capacitación de los aspirantes y de los integrantes de las distintas agencias de inteligencia. En forma concurrente, es imprescindible desafectar, desmovilizar y controlar a los viejos agentes de inteligencia que no cumplan con las condiciones morales y técnicas necesarias del nuevo sistema.

El funcionamiento del sistema: El sistema deberá funcionar en forma concurrente y simultánea. Vale decir con las dos ramas del mismo, la criminal y la estratégica, en sus tres respectivos niveles, el nacional, el operativo y el táctico funcionando bajo una dirección centralizada, pero bajo la modalidad de una ejecución descentralizada.

* Tal como funciona nuestro sistema inmunológico cuando nuestro organismo es atacado deberá funcionar bajo los siguientes principios:

* El de subsidiaridad que implica que los niveles superiores no deberán ocuparse de los que los respectivos niveles subalternos puedan solucionar por sí mismos.

* El de recurrencia que asume que cuando un elemento del nivel inferior se encuentra superado deberá informar y requerir el apoyo necesario.

* El de sinergia que se materializará mediante el compartir la inteligencia y la información que sea pertinente de un nivel hacia los otros y de ambas ramas de inteligencia.

Recomendación final: Como éste será un sistema de inteligencia argentino vale la pena aclarar que jamás se deberá permitir que sea utilizado para fines sectoriales, mucho menos mafiosos y/o personales.

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