Por Enrique Guillermo Avogadro.-

“Cansa a los enemigos manteniéndolos ocupados y no dejándoles respirar”. Sun Tzu

Alberto Fernández, otra vez, ayer dijo una cosa y lo contrario, todo en un breve mensaje en el que informó nada más que había llegado a un “acuerdo” con el FMI. Nos instó a pensar en el futuro pero reiteró la retórica habitual kirchnerista: “alguien creó el problema, y nosotros lo resolvimos”; o sea, le pidió a la oposición que apruebe “algo” (no se sabe aún qué es) y, a la vez, le adjudicó, falsamente por cierto, ser la generadora de la deuda para la cual, aparentemente, habría conseguido alguna forma de facilidades; un rato después, Juan Manzur, Jefe de Gabinete, y Martín Guzmán, directamente responsabilizaron a Mauricio Macri por la tragedia.

Por supuesto, los tres omitieron decir que la demorada negociación ha resultado muy costosa y que la cifra que debemos al Fondo representa sólo el 12% de nuestras obligaciones soberanas, cuya mayor parte está en pesos ajustados por el dólar y que se duplica cada año, e ignoraron la detonada inflación que ha dejado a la Argentina sin moneda, la brecha cambiaria, los enormes subsidios a la energía y los cepos varios. En resumen, sólo se dio un pequeño paso para evitar caer a un precipicio que sigue allí, a escasos centímetros de nuestros pies; aún falta mucho para llegar a cerrar un trato. Y falta ver qué dice o escribe la dueña del circo al respecto, sobre todo para enmascarar frente a los ciegos seguidores que constituyen su capital simbólico, el inevitable ajuste que deberemos realizar.

El martes, el falsario que está a cargo de la Presidencia por el raro esquema que inventó Cristina Kirchner para volver, incurrirá en algunas imprudencias al viajar a Moscú y a Beijing. Con el ruido de fondo de los tambores de guerra que suenan en Ucrania, reunirse a Vladimir Putin, quien los bate con más fuerza, es inoportuno y, hacerlo antes de encontrarse con Xi Jinping implica un agravio a los chinos, que siempre requieren exclusividad en estas visitas. Qué hará en ambas capitales es una incógnita todavía, pero nadie duda que incluirá pasar la gorra para ver si nos prestan algún dólar, rublo o yuan; es posible que esa gestión se vea facilitada con el “acuerdo” anunciado ayer, algo que Rusia y China, miembros del FMI, exigían antes de sentarse a charlar pero, si abrieran la hucha, seguramente el costo en materia de soberanía que deberemos afrontar será gravosísimo.

El mismo 1° de febrero, la emperatriz patagónica -Luis D’Elía, Hebe de Bonafini, José María Ramos Padilla, el propio Alberto Fernández, etc., son meras comparsas- concretará un nuevo acto sedicioso con la marcha a la que el Gobierno ha convocado ante el Palacio de Tribunales para exigir la renuncia de la Corte Suprema. No tengo ningún aprecio por sus integrantes, salvo por Carlos Rozenkrantz, y adherí a la declaración que ayer publicó la Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia, que integro; en la medida en que en ella se explicaron las razones, me abstendré de repetirlas aquí y, por lo demás, las he dado muchas veces en estas notas.

De todas maneras, asistiré a la contra-marcha del 3 de febrero, a las 19:00, en el mismo lugar, para exigir el respeto a la Constitución, ya que constituye una clara salvajada realizar una pueblada para echar a los titulares de otro Poder del Estado; espero que la Policía de la Ciudad, tan acostumbrada a recibir toneladas de cascotes, logre evitar que confundan este edificio con el Palacio de Invierno o con el Cuartel de la Moncada, porque el resto de las fuerzas de seguridad, a las órdenes hoy de Anímal Fernández, seguramente se abstendrán de participar de la fiesta.

Debo confesar que la asociación de ideas que contuvo el discurso de Cristina Fernández en Tegucigalpa, vinculando a las políticas del FMI con el crecimiento del narcotráfico en el mundo, me llamó poderosamente la atención porque pareció estar rasgando sus vestiduras. Tenemos el penoso honor de haber superado a México en consumo de drogas, y ese negocio es sin duda el mayor de nuestro país; conociendo la catadura moral y la voracidad de los Kirchner, mis dudas sobre la presunta jefatura que ejercería el actual Ministro de Seguridad sobre él se confirman y sólo le atribuyo el rango de gerente; si queremos saber quiénes son los socios reales de los cárteles miremos al Calafate, tal como los venezolanos miran a Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y los demás jerarcas.

Por obra y gracias de ese nefasto y tan poderoso comercio, y por la desesperación que producen la pobreza y la falta de futuro, la sociedad argentina se está haciendo cada día más violenta, ya no sólo en la tristísima Rosario, gobernada por los clanes mafiosos, sino en todos los conurbanos del país. Los noticieros de radios y canales y las páginas de los periódicos diariamente chorrean sangre y los delitos, que tienen cada vez mayor ferocidad, seguirán escalando.

Con policías mal preparadas y peor pagadas, con la férrea sujeción de los jueces a las políticas zaffaronianas, con la inversión de la carga de la prueba en la represión del delito y con la persecución permanente a los oficiales de la ley no hay solución posible y Honduras y Guatemala, con sus maras salvajes, serán espejos en los cuales pronto nos reflejaremos.

Lamento ser tan pesimista, pero es que la realidad no da respiro en la Argentina. Mientras no demos una verdadera vuelta de campana que nos devuelva a un camino que privilegie la inversión, el trabajo, el mérito, la educación, el respeto a la ley y la igualdad ante ella, y termine con la impunidad de los corruptos, continuaremos en esta senda que sólo conduce a la inviabilidad como nación independiente. Por ahora, compremos cascos porque, hasta diciembre de 2023, las piedras seguirán lloviendo.

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