Por Hernán Andrés Kruse.-

Los argentinos nos despertamos el 2 de abril de 1982 con una noticia sorprendente: un grupo comando había reconquistado las islas Malvinas. Lo hizo sin haber disparado un solo tiro. La reacción popular fue instantánea: miles y miles de transeúntes y automovilistas salieron a la calle a exteriorizar su felicidad. Todos estábamos exultantes. Nadie se acordaba de lo que había pasado el 30 de marzo. Ese día el paro general con movilización decretado por la CGT de Saúl Ubaldini había terminado con una feroz represión. Cuarenta y ocho horas después otro era el escenario. La Plaza de Mayo se colmó de enfervorizados argentinos que vivaban al país y a las Malvinas, no así a la dictadura de Galtieri, en ese momento el presidente de facto de la nación. El país se había cubierto de un nacionalismo exacerbado por los medios de comunicación, todos alineados con la dictadura.

En ese momento muchos argentinos (entre los que me incluyo) creyeron que la Gran Bretaña de Margaret Thatcher no movería a su poderosa Royal Navy para recuperar las islas, que Ronald Reagan, por entonces presidente de Estados Unidos, no dejaría solo a Galtieri, un aliado suyo en la lucha contra el comunismo. Los hechos demostraron los terribles errores de cálculo en que incurrieron Galtieri y el canciller Nicanor Costa Méndez. Desde un principio Galtieri y Thatcher coincidieron en la intransigencia de sus posturas. Galtieri dijo exultante en el histórico balcón de la Rosada que “si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”. Por su parte, Thatcher, que afrontaba en ese momento serios problemas en su país por la aplicación del neoliberalismo, no estaba dispuesta a permitir que Galtieri y los militares argentinos se salieran con la suya. En aquel entonces el mundo estaba dominado por la denominada “Guerra Fría”, lo que obligó a Reagan a tratar de evitar un conflicto bélico que sólo favorecería los intereses geoestratégicos de la Unión Soviética. Es por ello que envió a su Secretario de Estado, el general Alexander Haig, a ambos países para tratar de encontrar una solución pacífica del conflicto. Fue una misión imposible ya que se encontró con dos presidentes dominados por el fanatismo y la intolerancia.

Thatcher no anduvo con vueltas: ordenó a la Royal Navy partir rumbo al Atlántico Sur para recuperar las islas. Mientras tanto, la Argentina cosechaba el apoyo moral de Latinoamérica y el Tercer Mundo. Por su parte, el presidente peruano, Belaúnde Terry, intentaba mediar en el conflicto sin éxito alguno. El ambiente en la Argentina era de una tensa calma. Nadie creía, o muy pocos, que estallaría la guerra. En realidad, estábamos más pendientes de la suerte que correría la selección de Menotti en el mundial de España que de la suerte que correrían los soldados acantonados en territorio malvinense. Lo cierto fue que la Royal Navy llegó a las islas y el 1 de mayo comenzó la guerra. Al principio, festejábamos el hundimiento de algún buque inglés como si hubiera sido un gol a los ingleses. Evidentemente no teníamos conciencia de la gravedad de lo que estaba pasando. Fue entones cuando entraron en acción los medios de comunicación, fundamentalmente Argentina Televisora Color, que ejecutaron una planificada acción de manipulación psicológica tendiente a hacer creer a los argentinos que estábamos ganando la guerra. Grande fue la desazón cuando nos anoticiamos el 14 de junio de que las tropas argentinas se habían rendido de manera incondicional. Jamás será olvidada la foto donde se lo ve al General Moore, sucio y con evidentes signos de haber estado en combate, con el general Mario Benjamín Menéndez, impecablemente vestido, en el momento de la rendición.

Las tropas argentinas retornaron al territorio nacional en las sombras, a hurtadillas. Como habían perdido, los militares no quisieron exponerlos públicamente. Una vergüenza incalificable. Los ex combatientes experimentaron en carne propia el olvido de una dirigencia que jamás intentó contenerlos, protegerlos, ayudarlos. Muchos se suicidaron con el paso del tiempo y a muchos otros se los vio mendigar en los trenes porteños para sobrevivir. La felicidad y entusiasmo habían sido reemplazados por la bronca y la impotencia. Las Fuerzas Armadas se habían quedado sin oxígeno para seguir detentando el poder. No tuvieron, pues, más remedio que negociar con la partidocracia el retorno a la democracia. No lo hicieron por convicción sino porque no tuvieron más remedio. Es mentira que el pueblo recuperó la democracia. Fueron los militares que, obligados por la derrota en el campo de batalla, se vieron obligados a dejar el poder. La guerra de Malvinas caló hondo en el pueblo argentino. Prueba de ello es el clásico cántico que las multitudes entonan cada vez que juega la selección nacional de fútbol: “hay que saltar, hay que saltar, el que no salta, es un inglés”. Fue un momento muy duro, imposible de olvidar. Con el retorno a la democracia los sucesivos gobiernos intentaron por todos los medios posibles “convencer” a Gran Bretaña a sentarse a negociar con la Argentina la soberanía de las islas. Creo que se trata, por el momento, de una misión imposible. Gran Bretaña no está dispuesta a ceder y mientras ello suceda, la Argentina no tendrá más remedio que insistir con su reclamo en los foros internacionales, tal como lo hicieron Néstor y Cristina Kirchner. Otros gobiernos, como el de Menem y ahora el de Macri, optaron por rendirle pleitesía a los kelpers, una estrategia absolutamente inconducente, además de profundamente inmoral.

El dato es contundente: seis de cada diez ciudadanos apoyan el paro de la CGT del próximo 6 de abril. Las razones son fundamentalmente económicas. Desde hace un buen tiempo el 70 por ciento de los argentinos afirman que la situación por la que está atravesando el país es mala o muy mala y percibe que el gobierno no brinda las respuestas que corresponden. Además, el 60 por ciento de la población coincide con el diagnóstico de la señora Mirtha Legrand cuando le dijo al presidente Macri que su gobierno no veía la realidad. En paralelo, un importante porcentaje de la sociedad respalda las medidas de fuerza de los docentes. Un 66 por ciento considera que el reclamo es totalmente justo y seis de cada diez argentinos cree que el gobierno debe flexibilizar su postura. Estas son las conclusiones que surgen de un nuevo estudio de opinión pública realizado por el Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP) que conduce Roberto Bacman.

“La economía, otra vez la maldita economía, se ha instalado en el centro de la escena y la percepción que los argentinos poseen cerca de su marcha remata en un inexorable mal humor social”, afirma el sociólogo. “Pero hay una diferencia con respecto a los meses anteriores: el principal componente de esta preocupación dejó de ser la inflación y se corrió al concepto del nivel de los salarios. Dicho de otro modo, es una forma concreta de expresar la sensación de que los ingresos no alcanzan para llegar a fin de mes. Obviamente, un tema que impacta en mayor medida a los asalariados, a los trabajadores independientes de bajos ingresos y a los más jóvenes. Si se hila más fino y al mencionado nivel de los salarios se le suman las percepciones de alta inflación, marcha de la economía y el temor a la desocupación, el valor de preocupación por la economía trepa hasta ubicarse en más de un 68 por ciento”. Ante esta situación el gobierno tiene delante suyo dos opciones: a) reconocer la gravedad del problema; b) negarlo. Al respecto dice Bacman: “En un año que al oficialismo se le presenta complicado, donde debe afrontar una elección de renovación parlamentaria de medio término, con fuertes componentes plebiscitarios, seis de cada diez argentinos coinciden con el planteo que Mirtha Legrand le hizo al presidente en su clásico programa, que no están siendo conscientes de la realidad. ¿A qué remite el término realidad? Indudablemente a la economía”.

Según Bacman “en este marco, no debe extrañar a nadie que cuando se les pregunta a los entrevistados acerca de su opinión relacionada con el paro nacional convocado por la CGT para el próximo jueves 6 de abril, obtenga un significativo nivel de adhesión. La gente no sólo está de acuerdo (seis de cada diez), sino que incluso lo justifica (exactamente el 54 por ciento). Como es lógico suponer, los que adhieren en mayor medida son los opositores y los trabajadores (pertenecientes al nivel bajo). Impacta también, que en consonancia con lo ya expresado, casi seis de cada diez independientes señalen su acuerdo con este paro convocado por la central obrera”. “Y hablando de paros”, destaca Bacman, “esta encuesta también incluyó la evaluación del largo conflicto que mantienen los docentes; conflicto que, en definitiva, está por cumplir un mes. Mucho se ha hablado al respecto, demasiado se ha especulado, incluyendo la existencia de un posible efecto cansancio con este paro. Sin embargo, a la luz de estos resultados no parece ser tan así: el 66 por ciento de los argentinos sigue afirmando la justicia del reclamo. Prácticamente el mismo valor que obtenía en el trabajo de campo llevado a cabo el mes pasado. Es cierto que la realidad cotidiana de mucha gente se hace cada día más compleja cuando paran los docentes, pero es cierto también que la gente comprende su postura, que no es solo por un salario digno, sino que también incluye una acérrima defensa de la escuela pública. En definitiva los argentinos esperan que sea el gobierno quien ponga punto final a este conflicto: así lo afirma el 68,2 por ciento de los entrevistados. La ecuación es sencilla y contundente: si el reclamo es justo, son los gobernantes los que tienen que ceder”. Por último, Bacman afirma que la difícil situación económica ha comenzado a horadar la alta imagen positiva de la gobernadora María Eugenia Vidal: “La actual gobernadora bonaerense sigue siendo la dirigente argentina con mejor imagen positiva de nuestro país. Sin embargo en la actualidad redondea un 47,2 por ciento de popularidad, algo más de trece puntos de pérdida en relación al 60,8 por ciento que obtenía en octubre del año pasado. ¿Existe una relación directa entre la caída de su imagen y el conflicto docente? Es muy difícil establecerlo con absoluta certeza. En ciencias sociales frente a un fenómeno generalmente se detecta una multicausalidad de factores. Y este es un factor más, que-obviamente-no comenzó en el mes de noviembre. Sin lugar a dudas el contexto social y económico que en la actualidad el gobierno debe enfrentar y resolver, no sólo afectó la popularidad del Presidente, también ha comenzado a influir en la imagen de la Gobernadora. Para el oficialismo son tiempos difíciles y también llegó el momento de pensar en no descuidar a la joya de la corona. Hasta ella corre riesgos” (fuente: Raúl Kollmann, “Apoyo a la protesta y repudio al Gobierno”, Página/12, 2/4/017).

El cúmulo de marchas opositores a Cambiemos provocó la furia de King Kong. Harto de tanta gente en las calles protestando contra Macri y su política económica, hizo tronar el escarmiento ayer (sábado 1 de abril). Su rugido se escuchó a lo largo y a lo ancho del territorio, en especial en las principales plazas del país. El epicentro fue, como no podía ser de otro modo, la Plaza de Mayo, más específicamente la zona lindante con el histórico Cabildo. Hubo cánticos a favor de Macri, en contra del kirchnerismo y también de la figura de Roberto Baradel, la flamante bestia negra de la política vernácula. “¡Ba-ra-del, dejate de joder”!, fue entonado por numerosos simpatizantes macristas. El presidente de la nación, con la intención de profundizar la grieta, dijo sentirse emocionado por la marcha, a la que calificó de espontánea y educada, contraponiéndola con las marchas opositoras en las que predominaron los colectivos y los choris.

Para Pablo Sirvén la ciudadanía expresó en la tarde del sábado 1 de abril su hartazgo por los piquetes, las huelgas docentes y las figuras de Hebe de Bonafini y Roberto Baradel (La Nación, “La ciudadanía expresó su hartazgo”, 2/4/017). Dice el autor: “En la tarde de ayer y anoche quedó claro una cosa: buena parte de la ciudadanía no está dispuesta a que se rife la actual democracia a manos de manifestaciones y piquetes continuos que bajo la excusa de protestar por razones puntuales, en realidad buscan-lo explicitan con todas las letras en sus consignas-desestabilizar al gobierno actual hasta derrocarlo, si fuera posible” (…) “La gente común, esta vez, se ha tomado más en serio y con gran lucidez esa tarea de defensa de la democracia que el periodismo, analistas políticos, dirigencias en general y hasta el propio Gobierno, que no creen que estemos atravesando aún ninguna situación límite que nos pueda llevar a un final precipitado” (…).

“La paciencia llegó al límite con lo sucedido el último 24 de marzo. Al disparate de mantener el feriado de una fecha tan sombría como la llegada de una dictadura militar-no conmemora Alemania el comienzo del nazismo y Chile, con gran sentido común, derribó su feriado del 11 de septiembre, día en que Augusto Pinochet efectuó su nefasto golpe-, se pasó la raya de lo tolerable en el aniversario reciente. Es que resultó más una nueva excusa para repudiar al actual gobierno elegido mayoritariamente en las urnas que al de facto de Jorge Rafael Videla, con el inquietante plus de reivindicar explícitamente el accionar armado de las salvajes guerrillas setentistas, primer acto sangriento de la peor barbarie desatada luego desde el Estado” (…) “El kirchnerismo se aferra a ese feriado porque, en realidad, esconde detrás de esa fecha uno de sus “magnos” hitos de su catecismo sectario: en efecto, un 24 de marzo, pero de 2004, Néstor Kirchner pretendió refundar la historia de los derechos humanos al ordenar, en el Colegio Militar, bajar el cuadro de Videla, acción que completó esa misma tarde, al ignorar, de un plumazo, desde la escuela de Mecánica de la Armada, el crucial y decisivo juicio a las juntas, ordenado con gran riesgo y valentía por el presidente Alfonsín, a los pocos días de asumir” (…).

“Pero el peronismo todavía nos debe a los argentinos una profunda autocrítica por los crímenes de lesa humanidad producidos antes del golpe de 1976 y porque si ganaba en 1983 hubiese ratificado la autoamnistía de los militares (como manifestó su candidato presidencial Ítalo Luder). Pero hay más: también debería explicar por qué tampoco quiso participar de la Conadep, en 1984 y por qué en la década del 90 otro presidente peronista, Carlos Menem, dictó los indultos a los comandantes y jefes guerrilleros. Ya en este siglo, el kirchnerismo hizo un uso avieso y sesgado de los derechos humanos y, para colmo, terminó encumbrando como jefe del Ejército (y del espionaje presidencial) a César Milani, hoy preso y acusado por delitos de lesa humanidad. Apenas nueve días después, hoy 2 de abril, tenemos un nuevo feriado por una decisión de la misma dictadura que desató una guerra que nos dejó en peor situación diplomática y geopolítica para defender los legítimos derechos argentinos sobre las islas Malvinas. Alfonsín dio de baja ese feriado y lo trasladó al 10 de junio” (…) “Pero Fernando de la Rúa, durante su gestión, reimplantó el feriado del 2 de abril” (…) “Los kirchner se sintieron a gusto con esa decisión y la mantuvieron. Macri intentó, al menos, hacerlo móvil, al igual que los feriados del 24 de marzo y del 20 de junio, pero cedió rápido a los rechazos y los dejó como estaban. Tal vez, desde anoche, el Presidente encuentre razones para entirse más respaldado”.

Para Martín Granovsky el presidente acaba de tener su Plaza del Sí, tal como la tuvo Carlos Menem el 6 de abril de 1990 (“Chori privado versus chori público”, Página/12, 2/4/017). Dice el autor: “Resultó pulcra y limpia, sin contaminación de peronistas. Y no porque el macrismo carezca de un componente de origen peronista…sino porque ayer hubo expresiones verbales de antiperonismo explícito como nunca antes desde 1955. Si los manifestantes de ayer fuesen representativos del universo de votantes, el macrismo perdería en octubre. Solo clase media. Nada de clase media baja. Pocos trabajadores de la industria o la logística, con o sin empleo. No estaban tampoco los condenados a la informalidad y a las changas en extinción. Y para colmo sobraron los dogmas revestidos de petición de principios. Contra choripaneros y colectivos, por ejemplo” (…).

“La combinación de colectivo y política también sería digna de Lucifer. “Los micros, ¿dónde están?”, se preguntaba un cartel. Curioso. Hay pocos fenómenos tan colectivos (perdón) como una concentración política, pero los participantes daban la impresión de querer mentirse a sí mismos. El ideal sería no el fenómeno colectivo sino la suma de iniciativas individuales que la Providencia con su sabiduría infinita hace coincidir sin que nadie pierda, por eso, su condición de sujeto único. Lo virtuoso, en cambio, es la espontaneidad entendida como falta de aparato. Sobre todo, como falta de sindicato. El gobierno de Macri y el PRO utilizan maravillosamente las redes sociales” (…) “Probaron esas herramientas en las campañas electorales y en los caceroleos contra los gobiernos kirchneristas. Hacer política en las redes es una forma de organización. “¿Me estás hablando en serio?”, le preguntó anoche a un periodista de tevé el consultor Hugo Haime cuando el periodista afirmó que la marcha era espontánea. “La gente decide por sí misma ir a una manifestación que fue convocada organizadamente por sectores que no son ajenos al Gobierno”, precisó Haime” (…).

“El “ellos” está a flor de piel. Ellos pueden ser los populistas, los kirchneristas, los peronistas, los cristinistas. Los gremialistas. Los que supuestamente trabajan todos los días, organizadamente, para que Macri emule a Fernando de la Rúa, y se tome un helicóptero antes de cumplir los cuatro años de mandato. El enojo es tan grande que no deja lugar para el buen humor. Es cierto que el 24 de marzo hubo manteros que vendían pequeños helicópteros de color celeste. Pero era un souvenir, no una estrategia. Un chiste. No salió de ninguna de las CTA ni de la CGT la orden de que Macri le dijera a Mirtha Legrand que un jubilado gana “nueve mil y pico” de mínima” (…) “Con sus estereotipos y su folklore, las movilizaciones tonifican a los propios. Templan. Alegran. Pero no son buenas si alimentan el exitismo. La regla no vale solo para el macrismo, por supuesto” (…) “El punto clave es cómo pasar del reconocimiento mutuo de los pares y de la demostración de fuerza a ganar mayor legitimidad en sectores menos identificados con las banderas del núcleo duro” (…) “Mi Plaza del Sí del año ´90 no fue para nadie sino por algo”, escribió Bernardo Neustadt en 2002. “Veníamos de padecer nueve mil por ciento de inflación, no teníamos reservas en el banco Central, sí teníamos paros de Ubaldini y el desastre ideológico del presidente Alfonsín”. La plaza de ayer también eligió al pasado como fantasma. El mensaje es que si no votás por nosotros, los del chori en privado, vuelven ellos, los del choripán en público. Un horror”.

En la misma edición aparece publicado un artículo de José Pablo Feinmann titulado “Sinceramientos”. Dice el autor: “1. Nos hemos enterado durante estos días que Ana Frank tenía sueños, que sabía lo que quería y escribía sobre eso. También supimos que esos sueños quedaron truncos. Que una dirigencia que no fue capaz de unir y llevar paz a un mundo intolerante fue la que impidió los sueños de esa niña” (…) “Definir al nazismo como una dirigencia que no fue capaz de unir es una ligereza. Una ingenuidad tal vez. Un conocimiento poco profundo del nazismo. Porque Hitler siempre quiso unir, unir a toda Europa bajo su mando y luego a la Unión soviética. Fue la búsqueda de esa unidad tan expansiva la que lo llevó a la derrota. Pero nunca buscó paz ni tolerancia” (…). “El origen clasista es exhibido con orgullo y prepotencia. Así, el presidente del Banco Nación no solo dijo que los manifestantes del 24 iban detrás del choripán si no que los vio salir de su campo.” (…) “¿Por qué dijo campo?” (…) “¿Esas tierras las compró o las heredó?” La oligarquía hereda los campos. Los burgueses exitosos los compran”.

“2. Las pistolas lanza rayos figuran entre los más sólidos proyectos de la ministra de seguridad, que es cierto, en los 70 le tiraba piedras a la policía. Ahora arma a la policía para que cocine a los desconformes con rayos eléctricos” (…) “¿Qué podemos esperar de las pistolas de rayos de la Argentina?, ¿Qué amedrenten a esos revoltosos que abundan por las calles de Buenos aires? ¿Le importan al gobierno las movilizaciones? Conjeturamos que alguna incomodidad le produce, pero no les importa. “Que protesten, nosotros seguimos”. El arrepentimiento siempre está a la mano. Total nada les cuesta arrepentirse de algo o de reconocer un error. Se creen invulnerables, son el poder. Tienen el dinero, los medios masivos y el poder parlamentario que crece cada vez más por los negociadores que se acercan a dialogar con estos cruzados del neoliberalismo. ¿Son ingenuidades o nada les importa?”

“3. A una movilización contra el golpe del 76 no se va por el choripán, se va por convicciones profundas, por dolores lacerantes, por las ausencias que nunca retornan. La madre (o el padre) de un desaparecido lo espera todas las noches. Si escucha pasos son los de él o los de ella. He aquí uno de los puntos que refuta la teoría de los dos demonios. Los familiares de los muertos por las organizaciones armadas tuvieron sus cuerpos. Pudieron velarlos, darles sepultura, tienen un lugar donde rezarles. Los desaparecidos, no están. Se los esperará siempre. No hay dónde rezarles, dónde ponerles un ramo de flores. Las movilizaciones del mes de marzo traen una buena noticia. Lejos de ir por el choripán todos van detrás de proyectos. La memoria, la verdad, la justicia, la educación, el salario, la libertad de los presos políticos. Cuando el número es de tal magnitud y la coincidencia de valores se afirma, se transforma en fuerza. El paso de la cantidad a la cualidad. Esta cualidad es una conquista social. Todavía no aparecen liderazgos sólidos, habrá que construirlos. Perón construyó el suyo desde la Secretaría de Trabajo. Acaso las callecitas de Buenos Aires sean el camino, no sólo de la protesta sino de la creación de nuevos liderazgos”.

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