Por Hernán Andrés Kruse.-

–Usted fue crítico de algunas decisiones judiciales, sobre todo de los jueces federales. Son 12 personas que concentran mucho poder porque tienen a su cargo todas las causas que involucran a funcionarios. Una forma de licuar un poco su protagonismo sería unificar en la justicia penal, el fuero federal y el nacional, que es desde hace tiempo una idea. ¿Se podría implementar?

–Esa es una idea que tuvimos con Gustavo Béliz en 2003. Lo mandamos al Congreso y no prosperó. Tal vez ahora la podríamos volver a estudiar. Lo que está claro son dos cosas. Primero, no me gusta generalizar. No todo es lo mismo en la Justicia Federal. Segundo, en la Justicia Federal hay elementos tanto entre los jueces como los fiscales que hace muchos años creen que son factores de poder y se olvidaron de ser jueces y fiscales. ¿Por qué sienten eso? Porque la política les hizo creer eso. La política tiene culpa. Necesitamos que los jueces sean jueces y los fiscales fiscales. Necesitamos jueces dignos y fiscales probos. Que simplemente impartan justicia. Y no jueces y fiscales que usan su poder como elemento de presión. Lo hemos vivido todos, lo vivió Cristina y ahora lo va a vivir Macri. Han guardado cien denuncias contra Macri para presionarlo. Yo la verdad nunca lo hice y no lo voy a hacer. No voy a hacer política en los tribunales. Lo que le voy a pedir a los jueces es que sean honestos y dignos.

–¿Se planea una reforma en la Agencia Federal de Inteligencia (AFI)?

–Es un lugar que hace mucho tiempo que no funciona. Peor, funciona mal.

–¿Qué se podría hacer para que funcione mejor?

–Bueno tenemos algunas ideas que a partir del 10 de diciembre se las voy a contar. Se darán cuenta que adelantar estas cosas a los espías es un problema.

–Hay una demanda para que en el gabinete haya paridad entre mujeres y varones ¿Se está pensando en eso?

–Estoy tratando de convocar a muchas mujeres, algunas estarán en la primera línea otras en la segunda. Definitivamente creo que hay que terminar con la discriminación a la mujer. Es una rémora que hay en la Argentina que nos devuelve a siglos muy pasados. Quiero que haya muchas mujeres debatiendo a la par de los hombres. El gabinete paritario no es una cosa fácil de hacer ahora pero tiene que ser un objetivo a lograr. Voy a empezar convocando a muchas mujeres porque hay muchas y estoy muy contento de que las haya. Reivindico el reclamo feminista. Y por eso también creamos el ministerio de la Mujer, la Igualdad, la Diversidad. Por eso estuve en la presentación del libro de Ana Correa.

–¿Este año sale la ley de legalización del aborto?

–Voy a intentar que salga cuanto antes. No depende solo de mí.

–¿Eso implica que el Ejecutivo puede tener una actitud como la que hubo cuando se trató la ley del Matrimonio Igualitario?

–Yo soy un activista de ponerle fin a la penalización del aborto.

–¿Pero va a haber una instrucción a los legisladores?

–Va a haber un proyecto de ley mandado por el Presidente.

–¿Cuándo?

–Tan pronto lleguemos.

–Se puede pensar que sería en este período de extraordinarias

–Pero tenemos que encarar el tema de otro modo. No se puede convertir en un elemento de disputa entre nosotros. Debemos respetar tanto a la mujer que siente que es un derecho sobre su cuerpo como a la mujer que siente que Dios no le permite hacerlo. Y cuando uno despenaliza y legaliza el aborto no lo hace obligatorio. Por lo tanto, el que sigue teniendo la convicción de que Dios no lo permite que no lo haga. Y respetémoslo. Y respetemos a los otros. Hay que quitarle esa dosis de pañuelo celeste y pañuelo verde. No tiene que haber dos pañuelos, tenemos un problema. Fui a la presentación del libro de Ana Correa, Somos Belén. Lo leí a las corridas y le pregunté a Vilma (Ibarra) «¿cómo es esto?» porque no lo podía creer. Lo que cuenta es tremendo. Cuando terminó el acto me llevaron atrás del escenario y estaba Belén, que no se llama Belén, y solo me daba las gracias y yo no había hecho nada. Pero no es posible que pasen esas cosas, no es posible que la Argentina siga viviendo esas cosas. Y esto no lo digo en contra de nadie, lo digo a favor de todos. Quisiera que el debate no sea una disputa entre progresistas y conservadores, entre revolucionarios y retrógrados, es un problema de la salud pública que debemos resolver y que hay que asumirlo así. No podemos seguir condenando a mujeres como le pasó a Belén, que ni siquiera sabía de su embarazo, tuvo un aborto espontáneo y terminó presa 29 meses solamente porque tuvo un aborto espontáneo. No lo podía creer. Lo que más me impresionó es que cuando Belén recupera la libertad pide que no la reconozcan porque no sabía cómo la iban a recibir y la jefa de la cárcel le dice que tenía que salir con la cara en alto porque no era culpable de nada, ella no quería que la reconocieran. Y todas las que salieron ese día salieron con una máscara para no ser reconocidas. ¿Cómo podemos vivir en esa sociedad? ¿Cómo podemos ver eso y no reaccionar? Estoy muy convencido de lo que digo respecto de los derechos de la mujer.

–¿Pondría a Borges o a Alejandra Pizarnik en un billete de cien pesos?

–Sí. Por qué no. Lo que no pondría es una ballena. Quién puede negar lo que es Borges, Cortázar, Sábato.

–¿Entonces salen los animales?

–Tengo algunas urgencias antes, pero me gustaría que en los billetes estén los próceres y los grandes hombres y mujeres de la Argentina. Lamento mucho que Evita haya desaparecido de los billetes, pero también lamento que desaparezcan Sarmiento, Belgrano, San Martín.

En la segunda parte del reportaje el presidente electo toca temas muy importantes, como la Justicia y el aborto. Alberto Fernández critica con dureza el comportamiento de algunos jueces, en particular los del ámbito federal, que creen que son factores de poder y no jueces cuya misión es impartir justicia. Su diagnóstico es contundente: los jueces se creen que son factores de poder porque la política les hizo creer que lo eran. Es muy reconfortante que el presidente electo, que es un hombre del derecho y que conoce muy bien los laberintos de Comodoro Py, por ejemplo, critica públicamente de manera muy descarnada el promiscuo vínculo que siempre existió entre la política y la justicia o, si se prefiere, entre los políticos encargados de seleccionar a quienes serán jueces y los jueces elegidos y los políticos. La historia ha demostrado que los jueces enarbolan el mismo principio que los empresarios: nosotros quedamos y los políticos pasan. Ello explica la conducta de algunos jueces federales (me parece que es injusta la generalización) que son obsecuentes del gobernante de turno cuando está en la cresta de la ola y luego son impiadosos con ese gobernante cuando cae en desgracia. El problema central radica, me parece, en el proceso de elección de los jueces. Su nombramiento depende, en última instancia, de la “buena voluntad” de los políticos que conforman el Consejo de la Magistratura. En consecuencia, quienes aspiran a ser jueces no tienen más remedio que tener “conexiones aceitadas” con aquellos políticos que tienen su destino en el justicia en sus manos. Para que los jueces sean, como aspira el presidente electo, dignos y probos es fundamental poner en práctica un sistema de elección que privilegie la capacidad técnica de los aspirantes y no sus vínculos políticos.

El presidente electo aseguró que luego de su asunción enviará al Congreso un proyecto de ley para legalizar el aborto. Se trata de un problema de salud pública. Luego de confesar el estupor que le causó el caso de una mujer tucumana que luego de abortar fue apresada, manifestó que al legalizar la práctica del aborto éste deja de ser obligatorio. Remarcó la imperiosa necesidad de terminar de una vez por todas con la grieta entre los pañuelos azules y los pañuelos verdes. Es fundamental respetar tanto a la mujer que decide abortar (una decisión muy traumática) y la mujer que actúa en sintonía con sus convicciones religiosas. La postura de Alberto Fernández provocó la reacción inmediata de la Iglesia y de su jefe máximo, el papa Francisco. Es lógico que ello haya sucedido porque la Iglesia siempre considerará al aborto un crimen aborrecible, imperdonable. En consecuencia, le resultará muy dificultoso al presidente electo lograr que dicho proyecto sea aprobado en el Congreso. A pesar de ello, el instalar el debate-tal como hizo Macri en su momento-es muy beneficioso para una sociedad que se debe una discusión parlamentaria que esté a la altura de un tema de tanta relevancia.

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