Por Enrique Guillermo Avogadro.-

“Es preciso desconfiar de aquellos generales o políticos que padecen la obsesión de ganar todas las batallas”. Lidell Hart.

Evidentemente, la noticia de la semana -y, tal vez, la más relevante del año- ha sido la aprobación del presupuesto de la Provincia de Buenos Aires, después de una prolongada pulseada con los bloques opositores al gobierno de María Eugenia Vidal. La califico así porque esa forma de sanción de las leyes -la negociación- es la base de la democracia, y estuvo ausente durante, al menos, los diez últimos y oscuros años del kirchnerismo; cuando don Néstor (qepd) obtuvo su primer triunfo legislativo en 2005, se hizo con las mayorías automáticas que convirtieron al Congreso en una mera escribanía y, a partir de entonces, nuestro sistema político dejó de ser «representativo» para convertirse en «delegativo»; los resultados están a la vista.

La famosa gobernabilidad no depende de contar con cámaras adictas sino de la capacidad de dialogar y consensuar, como quedó demostrado en la exitosa gestión de los ocho años del PRO en la Ciudad Autónoma, en las dos presidencias de Luiz Inácio Lula da Silvia y en la primera de Dilma Rousseff y, sobre todo, en el período que lleva Barak Obama en el Despacho Oval, con un Capitolio donde reinaron los republicanos.

Un párrafo aparte merece la conducta de los diputados del ¿Frente para la Qué? en la Legislatura bonaerense: hasta que no llegaron los intendentes del Conurbano a explicarles, claramente, que la falta de aprobación del presupuesto haría que sus comunas se incendiaran, ciegamente habían obedecido la orden de impedirlo que había impartido, desde su lugar en el mundo, doña Cristina a través de su siniestro payaso, José Ottavis. Los bloques monolíticos que la noble viuda construyera saqueando las cajas del Estado y repartiendo favores no ha conseguido, ni lo hará, sobrevivir sin dinero ni poder al desierto político que debe atravesar.

Dicho esto, y después de tantos días hablando de magnicidios (mañana se cumplirá un año sin que sepamos quiénes mataron a Alberto Nisman), de narcotráfico, de efedrina y de fugas cinematográficas, me pregunto qué están esperando los fiscales y los jueces federales para llevar de las pestañas a declarar a Anímal Fernández, a José Granero, a los hermanos Zacaría y a tantos de sus cómplices; pero también a Lázaro Bóvedas Báez, a Cristina y Máximo Playstation Kirchner, a Osvaldo Sanfelice, a Mariano Recalde y a muchos otros en la causa Hotesur, a la noble viuda y a Twitterman por el memorándum con Irán, a Julio de Vido y a los empresarios que fueron la esencial contraparte de los funcionarios corruptos en cientos de otras.

Si bien ha comenzado la purga de la Policía, ¿cómo puede ser que todos estos delincuentes sigan circulando libremente, exhibiendo una viveza criolla agraviante para la sociedad, mientras el resto de los habitantes de la Argentina continuamos entregando nuestra cuota de vidas y de sangre diaria en razón de la inseguridad y de la falta de rutas, por ejemplo? La paciencia ciudadana puede extenderse hasta el 1° de febrero, cuando los Tribunales reanuden su actividad, pero no mucho más: para que este reclamo se escuche, le ruego que firme y difunda una petición referida al tema en Change.org; basta con que copie esta dirección (http://tinyurl.com/zhc8yhs) y la pegue en su buscador.

Pero, continuando en la tesitura de ayudar, que inauguré en mi nota anterior -«¡Mauricio, teléfono!»- voy a formular nuevas propuestas al Presidente y a sus ministros de Justicia y de Seguridad. Respecto a las ya incontables fugas de las prisiones argentinas, propongo una idea, calcada de los países más avanzados: en alguna región central de la Patagonia, bien aislada, licitar la construcción y la administración de la «hotelería» de una cárcel de máxima seguridad reservando, obviamente, la vigilancia al Servicio Penitenciario Federal, y trasladar allí a todos los detenidos por causas de narcotráfico, trata de personas, a los más violentos asesinos y a los presos más peligrosos. Obviamente, la localización del establecimiento, en medio del desierto, impediría que los allí alojados pudieran soñar, siquiera, con huir y el manejo privado de sus costos abaratarán el mantenimiento de la prisión.

La segunda sugerencia tiene que ver con la irrestricta inmigración que nuestro país padece hace años. Resulta absurdo que no rija requisito alguno, ni siquiera el análisis de los antecedentes penales en sus países de origen, para la admisión de extranjeros que, cinco días después de llegar, disponen de DNI y acceden a todos los servicios sociales y educativos que la Argentina brinda a sus ciudadanos. No se trata de discriminar ni de restringir, sino simplemente de aplicar las normas que todas las demás naciones imponen a quienes pretenden visitar o vivir en su territorio. Seguramente, una política en este sentido no influirá demasiado en la inseguridad reinante pero, por ejemplo, hará que tantos narcotraficantes dejen de radicarse aquí para ocultar sus bienes, blanquear su dinero y continuar sus nefastas negocios.

Como el Presidente ha dicho que espera que se le planteen los disensos, quiero hacer una breve referencia a la presentación que realizó el miércoles Alfonso Prat-Gay, Ministro de Hacienda y Finanzas: tengo la impresión que se le fue la mano en el gradualismo del plan para reducir la inflación y el gasto público y recuperar el crecimiento. Los argentinos no hemos asumido todavía lo angustioso de la situación en que Mauricio Macri ha encontrado al país, y debería informárnoslo detalladamente en el discurso de inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso, el 1° de marzo.

Si, como se dijo, las metas macroeconómicas buscadas recién se alcanzarán -si todo sale bien- en 2019 y, hasta entonces, continuará en alguna medida la expoliación impositiva y el insano despilfarro de recursos, creo nadie se dará cuenta de que ha llegado el momento de pagar la enorme factura de la fiesta en la que hemos vivido hasta ahora y la sociedad argentina, borracha de ridículos subsidios, disparatados controles y obsceno clientelismo, se negará a abandonarla y ponerse a trabajar para salir de este abismo.

De todas maneras, el positivo mes transcurrido desde que Mauricio Macri asumiera la Presidencia ha permitido que se dieran giros verdaderamente copernicanos en varios aspectos, todos los cuales celebro: geopolítica y vinculación con el mundo, reducción de personal militante e innecesario («noquis»), cancelación de injustificados y carísimos proyectos faraónicos de infraestructura, recuperación de las estadísticas públicas, verdadera lucha contra el narcotráfico y la corrupción, etc.

Soplan, indudablemente, nuevos vientos en la Argentina, y hacen que la gente, salvo algunos fanáticos, se muestre optimista, vaya dejando atrás la crispación y comience a cerrar la monumental grieta, recomendada por el finado Laclau, que adrede construyeron los Kirchner. Agradezcamos, entonces, que Dios, que nos había olvidado, haya vuelto a vestir la camiseta de nuestra selección nacional.

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