Por Máximo Luppino.-

Los grandes episodios y sentimientos hermanan al género humano. Sufrimiento, enfermedad, alegría, nacimiento y muerte nos emparentan rotundamente, nos recuerdan que procedemos de un mismo lugar y hacia esa misma esfera retornaremos.

Hoy, el planeta padece el flagelo del coronavirus, padecimiento que un principio parecía confinarse en China; pero ya son más de 30 países los que están azotados por esta enfermedad que avanza vertiginosamente. La posibilidad de una pandemia se insinúa con mayor dramatismo y desconsuelo. El singular virus salta de nación en nación mostrando un altísimo índice de contagio con exponencial expansión. Sin vacuna ni medicamento eficaz para detenerlo, ¿hasta dónde llegará su funesta marcha?

Cuando el coronavirus llegó a Italia, las luces rojas de peligro se encendieron no sólo en Europa, sino en todo el hemisferio occidental. China confirma que ya el coronavirus produjo 2500 muertos y más de 80.000 contagiados. En Italia, 7 muertos y 250 afectados. Se registran casos en España, Australia, Corea del Sur y la lista se extiende.

¿Cuánto faltará para que esta sombra negra llegue a Latinoamérica? ¿Qué tanto daño podría hacer en nuestro sufrido continente que se encuentra sumido en tan dolorosa pobreza? ¿Nuestra Nación está extremando medidas preventivas para protección de nuestra gente?

Confiamos plenamente en el criterio profesional de Ginés González García, pero el mal a enfrentar es enorme. Combatir al coronavirus debe ser una empresa que a todos nos comprometa.

Los vuelos de Italia son confinados a distintas plataformas en Ezeiza para requerimiento sanitario preventivo. Esto se aplica a los 12 vuelos directos que llegan a la Argentina.

El daño del virus en cuestión es tremendo. En primer lugar, por la enfermedad por sí misma; pero además, asistimos a unas parálisis económicas de singular características. El gigante de oriente se encuentra parcialmente estancado y el norte de Italia, con la pujante Milán, está inmovilizada. Eventos deportivos, culturales, sociales en general, están suspendidos. Ciudades que parecen ser invadidas por un fantasmagórico letargo de miedos y cuidados.

¿Cómo la humanidad detendrá a este voraz monstruo de infame ropaje de dolor y muerte?

Estos luctuosos momentos nos recuerdan la vigencia de las leyes de Interacción e Interdependencia de los individuos, naciones y la creación toda. Más eficazmente comprendamos los profundos alcances de estos imperativos del ser universal, mejor será nuestra conducta para con el prójimo y el planeta como nuestro hogar.

Las conductas rectas y armónicas están siendo desoídas desde hace ya mucho tiempo. El desequilibrio y el egoísmo fomentan el malestar hasta llegar a la enfermedad misma. Por el contrario, la bondad, el altruismo y la compasión generan salud y armonía.

La humanidad deberá replantear sus objetivos.

El coronavirus debe ser vencido con medicamentos y con una conducta fraternal de la raza humana.

¡DIOS nos guíe en estos difíciles momentos!

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