Por Claudio Valdez.-

“Te sacarán los ojos”, advierte el consabido refrán popular. Así sucedió con el electoralismo pluripartidista de los últimos 39 años que dejó a la ciudadanía “sin poder ver” y a expensas de esos bichos, aves de mal agüero, que por sobre todo son incansables depredadores: la metáfora no aparenta extraña para calificar a la mayoría de los políticos profesionales.

Mediante su “persistente vuelo” localizan las presas de las cuales se alimentarán. Son animales carroñeros que “picotean” donde tienen oportunidad. La comparación resulta adecuada por la avidez con que se abalanzan sobre las víctimas dañándolas en sus partes vulnerables para, finalmente, cuando quedan exhaustas devorarlas en bandada. De “mal agüero”, porque su vuelo preanuncia muerte y pudrición ya sea como causa o consecuencia.

Ampliando el conocimiento acerca de esta especie viviente, no debe ignorarse que es atraída por “todo lo que brilla”; puede engullir pequeños cristales, anillos y cualquier objeto metálico que su pico le permita. Los ojos, sobre todo de los indefensos niños, son de su preferencia. Siempre los inocentes, desvalidos o distraídos le resultan vulnerables, desde que por carecer de “porte” se aprovecha del indefenso. Su sagacidad le permite hasta esperar que otro atacante de mayor potencia comience “la carneada”, para luego saciarse con la carroña sobrante.

Volviendo a los malos políticos, que proceden de modo similar a estas “aves negras”, cuando los recursos (las víctimas) escasean, el espectáculo se vuelve dantesco: se “picotean” impiadosamente entre ellos. Verlos pelearse en los debates televisivos, en las intervenciones periodísticas y mediante sus mensajes por “redes sociales” expone sin eufemismo el “hambre” que comienzan a sentir e incluso temer a futuro; aunque por ahora sigan “mordiendo” de una colapsada república que tiende a desaparecer. Por instinto perciben la pérdida del Estado y entonces disputan con fiereza sus despojos.

Los ciudadanos de la Argentina desde 1983, con alegría y suficiente ingenuidad, quisieron creer que invocándose democracia todo cambiaría. ¡Y cambió!, pero en exclusivo beneficio de ese tipo de “pajarracos políticos” que con volteretas y planeos en el “espacio electoral” entretuvieron a la “masa influenciable”. Las prebendas y el clientelismo completaron esa situación de distracción y desidia generalizada.

Pervertidos políticos lograron de esa forma inmovilizar voluntades y reducir la capacidad de respuestas defensivas para continuar con sus rapiñas. Costumbres, tradiciones y valores fueron engullidos y con ellos la república, la libertad, la seguridad y la justicia.

Mandatarios, ministros, legisladores, fiscales y jueces con sus enrevesados procederes y urgidas explicaciones inevitables, ponen en evidencia las deslealtades y estafas a la fe pública cometidas por dirigentes y funcionarios. Pocas dudas quedan de que los ciudadanos indolentemente terminaron “criando cuervos”.

El fenómeno no es nuevo; José Hernández (1879) lo denunció en su tiempo. Con vehemencia y esperanza expresó su parecer: “Y han de concluir algún día/ Estos enriedos malditos./ La obra no la facilito./ Porque aumentan el fandango/ Los que están como el chimango/ Sobre el cuero y dando gritos” (Martín Fierro, verso 7150).

¡Y ojo!; “los gritos” son característica de todo carroñero. Conste.

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