Por Hernán Andrés Kruse.-

El viernes pasado la vicepresidenta de la Nación estuvo en el feudo de Jorge Capitanich para recibir una importante distinción académica. Hacía tiempo que Cristina no le hablaba a la opinión pública. Y no la defraudó. Tal es así que opacó el discurso que previamente había brindado el presidente en el extremo sur del país, quien cosechó tenues aplausos que no pasaron inadvertidos.

El discurso de Cristina es muy jugoso desde el punto de vista conceptual y político. Tocó temas que son ignorados por el resto de la clase política como la relación entre el capitalismo como sistema económico y una autocracia totalitaria como la que impera en China. Pero también fue el discurso de una vicepresidente en campaña electoral. Cristina, qué duda cabe, tiene la mente en 2023. Hay quienes se atreven a sugerir que su mirada está puesta en la Casa Rosada. Otros, en cambio, consideran que su intención es refugiarse en la provincia de Buenos Aires para conquistar un asiento en la Cámara Alta.

Pero de lo que nadie duda es de un hecho sin antecedentes en la historia política e institucional de nuestro país. Me refiero al protagonismo absoluto de la vicepresidenta en el quehacer político vernáculo. Nunca antes quien ocupa un cargo no tan relevante para la Constitución de 1853 actúa como si fuera en los hechos el presidente. En el Chaco todos tuvimos la certeza de que quien hacía uso de la palabra era la presidenta de la nación, lo cual constituye una anomalía muy grave desde lo institucional. Porque nuestra carta magna es muy clara. El presidente es quien ejerce el poder, el que manda, el que tiene la lapicera, como se dice coloquialmente. Como una vez afirmó Germán Bidart Campos, el vicepresidente, en realidad, no toca ningún pito. Hoy, increíblemente, es el presidente quien no toca ningún pito o, para ser más preciso, toca muy pocos. Si todavía reside en Olivos es porque el peronismo (o una buena parte de él) decidió no bajarle el pulgar. Me refiero al peronismo ortodoxo que con tal de no ver nuevamente a Cristina en la Rosada apoya tapándose la nariz al vapuleado Alberto Fernández. Mientras tanto los máximos referentes de la oposición se limitan a comentar lo que sucede en las altas esferas del poder. Así de patética es hoy la realidad política argentina.

Del discurso de la vicepresidenta extraje estos jugosos párrafos:

1) Y hoy, el capitalismo es un sistema de producción de bienes y servicios, desde proteínas hasta celulares, a escala global y el más eficiente. Puede ser que el día de mañana sobrevenga otro sistema de producción de bienes y servicios más eficiente, no pareciera que alguien estuviera alumbrando esa posibilidad, pero nunca hay que desfallecer. Las utopías siempre son buenas para todos. Y la verdad es que, ¿por qué digo que se ha independizado de las ideologías? Bueno, porque capitalista es el sistema de producción de bienes y servicios de Estados Unidos, nadie lo duda. Es una democracia muy parecida a la nuestra, casi igual, presidencialista, división de los tres poderes, etc… Post Revolución Francesa, claramente. Pero en China también el sistema de producción de bienes y servicios es capitalista. ¿Y quién gobierna en China? El Partido Comunista Chino a través de un sistema de gobierno, un sistema político de único partido como obviamente tienen todos los partidos comunistas del mundo. Con lo cual esto de que cuando uno tiene ideas acerca de la justicia social, de la distribución del ingreso, que es zurdo o comunista, ¡por favor! Encuentren una mejor argumentación porque eso se terminó, eso se terminó. El capitalismo y es más, voy a decir algo que seguramente mañana me vale un titular «Cristina levantó al Partido Comunista China», ¡acuérdense, eh! Es más, si yo dijera en términos de eficiencia de un sistema capitalista para incluir trabajadores, o sea para incluir al sistema de producción capitalista gente, diría que hoy el más exitoso es el de China. A ver, en 70 años no se registra en la historia del capitalismo mundial alguien que haya incorporado la cantidad de hombres y mujeres a un proceso de producción capitalista de bienes y servicios de la entidad que la ha llevado China adelante.

Cristina considera que el capitalismo como sistema económico funciona tanto en una democracia liberal como Estados Unidos como en una autocracia totalitaria como China. La vicepresidenta lo afirma de manera tajante porque reduce el capitalismo a un sistema de producción de bienes y servicios. Efectivamente, el capitalismo es un sistema de producción de bienes y servicios. Pero, a mi entender, el capitalismo es más que ese aspecto. En efecto, el capitalismo se basa en la libertad económica, en la competencia y en la soberanía del consumidor. En consecuencia, sólo puede funcionar en un sistema político que respete los derechos y libertades individuales, es decir, en la democracia liberal. En este sentido el capitalismo es incompatible con las autocracias totalitarias, como la que impera en China. En el gigante asiático no existe la competencia entre los empresarios para ganarse la confianza de los consumidores. En ese país hay un único soberano: Xi Jinping. Y si no hay libertad económica, no hay capitalismo. A lo sumo hay una connivencia entre el poder político-Xi Jinping-y la élite empresarial asociada al poder.

2) Pero también es cierto que esta pandemia, vi algunos que sostenían que íbamos a salir todos mejores y más buenos, bueno yo no creo nunca en esas cosas. Yo creo que de estas cosas siempre se va para atrás. Y además creo que nadie se vuelve de repente bueno o generoso, únicamente porque pasó una pandemia. Es mi humilde y, tal vez, escéptica opinión, acerca de la condición humana, de la que todos somos partícipes. No es que haya buenos y malos, ya lo dije en Malvinas, cuando estaba Luis Leiva, ¿dónde está Luis Leiva? Acá, ahí te veo, ¿cómo estás? Esto no es un problema de buenos y malos, es un problema de intereses, siempre, en el orden global, en el orden nacional, en el orden local, en la vida. En tu vida cotidiana en el barrio. El interés del panadero en que le compres pan y que no pierda plata, vos que te lo venda más barato y así podemos llegar al infinito. No tenemos que tenerle miedo a la palabra intereses, quienes nos quieren presentar todo como maravilloso y divino es para que no nos demos cuenta que hay intereses. Y tenemos que asumir que hay intereses, porque cuando uno asume que hay intereses, que por ahí están en contradicción con los suyos, tal vez tiene otra mirada de la vida, de las cosas y del Estado también.

Efectivamente, la pandemia no nos hizo mejores. Es más, creo que no hizo más que exacerbar lo peor de la condición humana. Cada vez que salgo a la calle noto a la gente cada vez más irascible, intolerante y violenta. También acierta la vicepresidenta al afirmar que la vida, lamentablemente, es un problema de intereses. La tragedia que está sacudiendo al mundo-la invasión rusa a Ucrania-lo pone dramáticamente de manifiesto. Putin es un autócrata que gobierna Rusia con mano de hierro desde hace dos décadas. Siente nostalgia por la Rusia de los zares y según lo han afirmado varios analistas internacionales, jamás toleró el desmembramiento de la URSS en 1991. El régimen de Putin es la antítesis de la democracia liberal. Sin embargo, hasta un minuto antes de la invasión rusa al país vecino el sistema político internacional siempre lo consideró un presidente que respetaba las reglas de juego. Expresado en términos coloquiales: siempre lo consideró “un buen chico”. El 24 de febrero la opinión pública mundial se conmocionó con la decisión de Putin de invadir Ucrania. A partir de ese momento Putin pasó a ser “el malo” de la película. A partir de ese trágico día Putin pasó a ser el enemigo de la humanidad, un criminal de guerra cruel y despiadado, y Rusia, el imperio del mal. Occidente no le perdona a Putin el haber osado desafiarlo, en suma.

3) A mí me gusta eso de la etimología de las palabras. ¿Saben por qué? Porque cada palabra tiene un significado y un simbolismo. Y crea sentido común en cada uno de los que la escuchan. Pelea. Y me fui, porque ya no tenés ni que subirte a la biblioteca. Lo ponés acá… Pelea: gente que se agrede físicamente. Claro, o practica un deporte bajo reglas determinadas pero a los golpes. Boxeo. Claro. Deporte que, personalmente, mi padre era fanático pero a mí no me gusta. Entonces pelea. ¿Qué es pelea? Se están pegando, se están golpeando, no hay posibilidades de que haya algo bueno en una pelea. Pelea, yo no lo pegué a nadie, a mí tampoco no me pegó nadie. Así que lo que está pasando en el Poder Ejecutivo, pelea no es. Veamos. Veamos. ¿Qué otra cosa podemos estar haciendo? A ver… me interrogo acerca de conductas propias y de otros y digo: bueno, hablo y pienso “discutir”. Y voy también y busco discutir etimológicamente. Y etimológicamente “discutir” tampoco se acerca a esto porque es una forma de interlocución. Una forma de interlocutar con alguien “discutir. Hace más a una forma de interlocutar pero no define qué. Y digo yo: vamos por debate. Y dicho y hecho mirá. Mirá, voy a debate. Miren lo que dice debate. Me faltan los anteojitos nada más y estoy para un programa de televisión. Debate. Pelea es nombre femenino. ¿Debate qué es? Masculino, el debate, la pelea. No creo en las casualidades para nada y menos con cierta gente y cierta prensa mucho menos. ¿Qué dice debate? Atiendan. Debate: nombre masculino. Discusión en la que dos o más personas opinan acerca de uno o varios temas y en la que cada uno expone sus ideas y defiende sus opiniones e intereses. Debate político. Bingo, era esto y no nos habíamos dado cuenta. Fijate. Me parece que tampoco creo que, parece ser cuando uno escucha inclusive a algunos compañeros y compañeras que no fueran solamente los periodistas los que no se dan cuenta de las cosas. Pero bueno, hagan, ponele que no. Debate de ideas y sí… y sí. Pero no hay pelea no hay. Pelea no hay y sí hay debate de ideas. ¿De qué ideas? Primero: de las que hablé toda mi vida y de las que cumplí cuando goberné. Pero, además, de ahora también. Porque yo me acuerdo que el 18 de diciembre del 2020 en La Plata, en La Plata, ante la entrega de viviendas del gobernador Axel Kicillof, fuimos a un acto muy lindo en el Estado Unico.

Señora vicepresidenta: por supuesto que hay una pelea. Y muy dura por cierto. Tan dura es que muchos temen que termine provocando una crisis institucional de impredecibles consecuencias. Cristina no tiene intención de debatir con Alberto. Lo que quiere es imponerle una política arquitectónica diferente a la que está ejecutando el presidente. En otras palabras: la vicepresidenta no está de acuerdo fundamentalmente con la política económica de Martín Guzmán. En consecuencia, pretende que sea reemplazado por un economista afín a las ideas económicas de La Cámpora. El problema es que Alberto decidió resistir la embestida de Cristina, lo cual seguramente la debe haber sorprendido. Aquí no hay debate alguno. Lo que hay es una guerra por el poder. Afortunadamente, no estamos en los setenta cuando los “debates” se dirimían a balazos.

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