Por Luis Américo Illuminati.-

En no pocas ocasiones hemos visto y escuchado los argentinos a la ex vicepresidenta Cristina Kirchner decir que no cree ni en la justicia ni en los jueces. Lo lógico para una persona que ha sido senadora, dos veces presidenta y vicepresidenta de la Nación hubiera sido que dijera «Confío en la Justicia», pero hete aquí que no lo dijo. En su declaración testimonial cargó contra medio mundo. Cristina cargó y despotricó contra el fiscal federal Diego Luciani, contra el diputado del PRO Gerardo Milman, contra la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, también contra el Movimiento Revolución Federal y contra la familia del ministro de Economía Luis Caputo. Faltó que culpara a Mauricio Macri y también a Dios y al diablo. Estas son parte de las barbaridades que dijo en su declaración. “El partido judicial es una metodología. Hoy es imposible un golpe militar a la vieja usanza, no es necesario, en épocas de odios o redes, desaparecer o matar a alguien. Hay otros modos para desplazar a las personas que están en contra de ciertas políticas. «Han intentado matarme mil veces y no lo lograron. Bueno, ahora intentaron hacerlo de una forma más efectiva. Cuando pasó lo del atentado, al otro día me llamó Francisco, el Papa, y me dijo una cosa muy clara: toda violencia física siempre es precedida de violencia verbal». “Nunca sentí miedo de sufrir un atentado. “Cuando era presidenta, entre los dos períodos, sufrí violencia simbólica y no tan simbólica. Cuando Luciani me acusó de corrupción, no me acusó a mí, acusó al peronismo». “No vi que me gatillaron. Trato de no ver la imagen de la empuñadura del arma, seguramente tenga que tener algún impacto, no me psicoanalizo ni nunca lo hice, tal vez debería hacerlo”. Como vemos, la ex presidenta tiene un particularísimo concepto de la justicia, tan subjetivo que está dando de alguna manera (inconsciente o subconsciente) una señal inquietante y atrabiliaria. Hablar de más siempre le cuesta caro y perjudicial. El único medio que le dio una cobertura extraordinaria al juicio de los copitos -¿cómo no iba a ser de otro modo? – fue T5N, los demás medios y en las mismas redes si bien informaron e hicieron mención de la noticia, no le dieron la importancia que ha suscitado el caso en que la ex primera dama Fabiola Yañez resulta víctima de violencia de género por parte del ex presidente Alberto Fernández. Una denuncia que la justicia le ha dado el debido curso y cuyos pormenores han sido titulares en los principales diarios y noticieros del mundo. Un caso sin precedentes en la historia de los presidentes de la Argentina y demás países del mundo. En el primer caso -el de Cristina Kirchner- la mayoría de los argentinos sin militancia ni partidismos de ninguna clase, lo mira no con incredulidad sino más bien con cierta indiferencia y dudas, en una actitud -que es la misma de quien esto escribe- que podríamos llamarla «epoché» (suspensión del juicio), valga la expresión, una posición intelectual y espiritual que no afirma ni niega -ni cree ni deja de creer- un hecho o un fenómeno cualquiera, en otros términos, algo que se toma «con beneficio de inventario» (con mucha cautela). Y esto es así dado el cúmulo de hechos y circunstancias en contra de Cristina Kirchner que son como un archivo de la memoria que hace que el observador independiente mire este acontecimiento con suma extrañeza y no termine de entender los detalles del atentado en sí (un hecho no consumado) y sobre la culpabilidad del imputado quien confesó el hecho de una forma que un abogado defensor idóneo no lo hubiera permitido. Lo que llama la atención sobremanera son las extrañas circunstancias que rodearon al hecho. El acusado no descerrajó el disparo, sin saberse a ciencia cierta si falló el arma, si se trabó el mecanismo o ésta era semioperativa, a lo que se suma la destrucción del celular del imputado luego de su aprehensión por allegados y militantes kirchneristas. También juegan en contra el comportamiento de la ex presidenta de no sorprenderse ni revelar pánico alguno en el instante en que el acusado esgrimía el arma frente a ella, ni se inmutó. Circunstancias éstas sobre las cuales se podría decir sin ningún preconcepto y con buena predisposición que tal vez Cristina estaba distraída y no advirtió la inminente amenaza o serio peligro que en ese momento corría su vida, de conformidad con las imágenes captadas que resultan por demás curiosas. De lo cual no se extrae de ningún modo que allí ocurrió un milagro. Muchos argentinos coinciden -con razón o sin razón- que, salvo un ciego, un miope o un drogado (empastillado) no habría advertido cuando el acusado se abalanzaba sobre ella con el arma en la mano.

Otra circunstancia que conspira contra la credibilidad, o, mejor dicho, la culpabilidad o intencionalidad de quien esgrimió y accionó el arma de fuego, es que tan luego de salir del Tribunal, se trasladó al Instituto Patria (fundado por ella) y desde el balcón de dicho inmueble comenzó a saludar como si fuera una estrella al grupo de militantes de La Cámpora reunidos en la calle. La prudencia y la circunspección aconsejaban otra cosa que el lucimiento personal y la utilización política de un hecho tan insólito que coloca a la ciudadanía en una postura casi escéptica. La salida al balcón de alguna manera altera el punto de equilibrio de la balanza donde el peso contundente de las pruebas se incline del lado del platillo de la certeza. Por otro lado, la bruta confesión del acusado, que no constituye ninguna prueba objetiva de su culpabilidad pese a que el atentado aparece como un delito en «flagrancia». Además de los múltiples antecedentes de la ex vicepresidenta hacen surgir aquel refrán que dice que la verdad en boca del mentiroso se hace dudosa. Si bien este refrán no influye en materia penal, si influye y tiene repercusión en la esfera moral, acompañado de otro similar que reza: «Hazte la fama y échate a dormir». La buena o mala fama de un político es un karma que lo persigue al hombre hasta el último de sus días. Estos refranes o dichos populares no resultan para nada arbitrarios o antojadizos para una persona que ha hecho ultramillonaria saqueando impunemente durante 20 años los fondos del Estado, lapso durante el cual ha mentido y faltado a la verdad en innumerables ocasiones que hace que nadie le crea lo que afirme o niegue a estas alturas. Tanto ella como su compañero de fórmula son mitómanos consuetudinarios. En el juicio donde se la encontró culpable y fue condenada, sus alegaciones de nada sirvieron. Su lengua desaforada la terminaron de hundir. Acusó al Poder Judicial y alegó una conspiración o «Lawfare» (guerra judicial) en su contra. Lo cual revelan en la personalidad de Cristina Kirchner una psicosis o delirio de persecución, además de una rebeldía u odio a los jueces. Vale recordar el caso del juez Oyarbide (ya fallecido) donde Cristina y el difunto Néstor Kirchner estaban acusados del delito de enriquecimiento ilícito (inmensa riqueza que nunca pudieron justificar), donde fueron rápidamente sobreseídos ambos y luego de varios años ya jubilado Oyarbide confesó que fue obligado mediante coacción física a dictar esa resolución.

Por otra parte, el caso de la desaparición del niño Loan Peña -donde los poderes públicos están implicados en este hecho deleznable- hace que la gente no le preste mucha atención al caso judicial de la exvicepresidenta y si enfoque toda su preocupación en el Caso Loan, que lo juzga de mayor trascendencia. Por otra parte, aquella causa contra el matrimonio Kirchner no se podía reabrir dado el principio «Non bis in idem» que impide acusar dos veces por el mismo hecho. Un principio que puede entenderse, pero que algunos constitucionalistas lo consideran arbitrario, sobre todo en los casos donde un magistrado confiesa «a posteriori» que ha sido víctima de coacción física o vis moral para dictar una sentencia contra su voluntad y que lo hizo porque temía por su vida o la de sus familiares.

Respecto del resonante caso donde resulta victima Fabiola Yañez, ex primera dama, quien ha denunciado al expresidente Alberto Fernández -elegido por Cristina- por hechos gravísimos de violencia de género, lesiones y amenazas reiteradas, privación de la libertad, hostigamiento, etc., delitos por los cuales puede terminar preso, reiteramos lo dicho en nuestra nota anterior («El despreciable operativo peronista «Despegar Urgente de Alberto»).
«Historias paralelas. Fabiola y Diana.

Para mí, Fabiola Yáñez ha vivido al lado del ex presidente Alberto Fernández las mismas circunstancias aciagas -salvando las grandes diferencias y contrastes culturales y sociales- de Diana Spencer, un infierno interno y un sometimiento terrible, cercada y vigilada por la guardia palaciega, tenida por depresiva y alcohólica. Un encierro que le impuso su esposo, el Príncipe Carlos -un paranoico- y su suegra Elizabeth II (la reina malévola). La metáfora del pájaro atrapado en una ominosa jaula de oro. Ninguna mujer debe pasar por semejante calvario, sea una santa o una pecadora. Decir «se lo tiene merecido» es una ligereza o una banalidad. Esto no es blanco o negro. «La liebre siempre salta por donde no se la espera». Acá el único que sistemáticamente se autovictimiza es el kirchnerismo, hijo putativo del peronismo mañoso. La denuncia de Fabiola Yañez ha sido el detonante del desenmascaramiento de una organización depredadora, golpista e hipócrita que cuando no es gobierno conspira con quien sea que le gane. La idea de que la denuncia de Fabiola sea una maniobra o un plan maquiavélico para herir al peronismo sólo puede salir de una cabeza kirchnerista. El peronismo se autofagocita solo».

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