Por Elena Valero Narváez.-

Se dice por ahí, que Cristina tiene rasgos psicopáticos como poder de manipulación, irresponsabilidad, narcisismo, falta de sentimiento de culpa, egocentrismo, se ofende con facilidad, reacciona con ira extrema, odia que se la ignore y trata de destruir o infravalorar a sus adversarios. Si consideramos sus actos es casi imposible dudarlo, además, tiene pasión por el poder, no es malo, es parte de la naturaleza humana, si no fuera que a menudo, no utiliza los medios que ofrece la democracia para lograrlo.

Las imágenes, luego de las PASO, la mostraron enfurecida con todos los que consideraba culpables de la desfavorable elección. Pero, rápidamente, su desproporcionado enojo cayó sobre el Presidente en la voz de la diputada Fernanda Vallejos, quien dijo todo lo que Cristina deseaba expresar en voz alta. La vicepresidente no acepta un no, por ello quiso mostrarse ajena a la responsabilidad de la derrota y nada mejor para ello que darle el mazazo a su muñeco de torta, a quien vapuleó a diestra y siniestra. Poco le duró a Alberto Fernández levantar la cabeza, una carta pública le recordó quien era la jefa. Algunos se ilusionaron con que algo de dignidad le quedaba, apostaron, tímidamente, a que aprovecharía las renuncias para mejorar el gabinete. Pero, el apoyo inicial que tuvo de algunos gobernadores y líderes sindicales, se diluyó, cuando aquellos cayeron en la cuenta de que los funcionarios importantes para Cristina no habían renunciado, o sea, era solo un juego perverso. Los gobernadores, por su parte, ya no confían en la fortaleza del presidente para mantener decisiones y sobretodo necesitan ayuda del Estado. Fin del cuento: Cristina ganó la partida, le hizo retruco al Presidente, la rebeldía, si es cierto que la hubo, fue un relámpago, quedó claro quién manda.

Pero las cosas cambiaron con el resultado de las elecciones, sin caja, los innumerables errores del Gobierno quedaron a la intemperie. Perder no le gusta a nadie y menos a la vice, a quien no solo la invadió el enojo, sino también el miedo, fue lo que la hizo reaccionar tan rápido con la intención de tener gente, a su criterio, más capacitada para enfrentar la contienda de noviembre; si se vuelve a dar el mismo resultado la situación para ella se hará muy difícil, en un país donde la Justicia responde, por lo general, a los ganadores.

El miedo es anormal cuando el grado de excitación ante una situación de peligro o amenaza es excesivo: disminuye nuestra capacidad de actuar sensatamente, a veces la impide o nos hace sobreactuar. Cristina no se quedó paralizada, sobreactuó, le saltó a la yugular al Presidente. No pudo disimular su frustración, no fue responsable de sus actos, la ética, para ella, no juega ningún papel. Le jugó a favor que supo elegir a quien, sin duda, es el ideal para mantener una relación sadomasoquista. Perdida la dignidad, Alberto Fernández se baja los pantalones hasta que se le vea la cola.

Con el recambio de algunos funcionarios Cristina se tranquilizó, no le queda más remedio que, con sus mosqueteros, iniciar la lucha con miras a levantar la puntería y conseguir los votos de quienes prefirieron no votar en las Paso. Perder poder en el Congreso sería empezar a bajar por el tobogán de los caídos en desgracia.

Si bien, al principio fue preocupante la situación, nunca se sabe cómo terminan episodios de esta clase, con los nuevos funcionarios se vio que el Gobierno seguirá por el mismo camino, aunque más radicalizado. La oposición deberá abrir bien los ojos ante la presencia, por ejemplo, de Aníbal Fernández, un demonio capaz de todo, como lo muestra su historia en la política; no debe confundir la realidad con sus deseos o irá al desastre, por más que la ilusión en que cabalga su conducta sea, inicialmente, halagadora. En la crisis a que llevó el Frente para Todos, la oposición, fortalecida por el resultado electoral, actuó muy bien, observó impertérrita el circense jaleo advirtiendo que solamente desde el Congreso sostendrían las instituciones.

Se suma a lo positivo del resultado de las Paso que la gente eligió democracia y comienzan a perfilarse partidos nuevos que se irán fortaleciendo con el tiempo. Faltaban estructuras partidarias, casi todos, votan solo a candidatos. Ni siquiera Cristina tenía un partido, solo al aparato estatal. Paralelamente, hay nuevos líderes con nuevas ideas, cambio fundamental que provoca esperanza en el futuro, ya que no son las ideas kirchneristas las que podrán, ni aunque tuvieran buenas intenciones, sacarnos de los problemas que deberá enfrentar, por dos años, el actual gobierno. Siguen con ideas viejas y erróneas, advierten sobre la explotación de los países ricos, atacan la propiedad privada, son anti individualistas, se apoyan en el autoritarismo para manejar la vida y la economía de los argentinos y lo que es peor, se llevan por delante los derechos que protege la Constitución. Tenemos que dejar de confundir la realidad con poesía populista, el populismo apela a la emocionalidad no a la realidad, y eso se hará por lo menos hasta noviembre.

El Presidente tiene graves problemas que enfrentar: la salud, debe mejorar la gestión y la inflación, la cual tiene que ver con los salarios, los aumentos de tarifas, la energía, entre otras cosas. También los sindicatos le darán dolores de cabeza, si bien hoy, en general, lo apoyan, comenzarán a ser molestos para responder a su gente. Su fuerza solo puede disminuir si se fortalecen los partidos, a eso debe apuntar la oposición. Soy bastante optimista, tenemos dirigencia con vocación que hará que se consolide, con el tiempo, el sistema de partidos. En esta crisis mostraron coherencia y respeto por las reglas de convivencia y la mayoría entiende que el hombre se realiza a través del trabajo y la educación por ello quieren garantizar trabajo interesante y productivo. En lo que deben ponerse de acuerdo es en aceptar la política que permita a todos elegir a sus proveedores.

El éxito o el fracaso está en la aceptación o rechazo de valores esenciales: libertad, seguridad, cultura, progreso, medios democráticos, gobierno representativo, justicia, paz, estabilidad política, educación, eso es civilizar, nos lo enseñó Sarmiento; un país que este dentro del contexto mundial para que se pueda exportar, progresar, educar. El Estado debe dejar de sostener a gente poco productiva con subsidios y dadivas. Entender que el egoísmo de los particulares es el motor del progreso de los países desarrollados.

La sociedad compleja en que vivimos, suscita enormes problemas, debemos tratar de mejorarla y resolverlos tentativamente, la globalización que permite acumulación de capital, ayuda a extender el desarrollo de la economía capitalista, por eso no debemos alejarnos del Mundo sino reforzar nuestras ventajas comparativas para poder competir y vender

Es prioridad achicar el Estado, el mayor grado de corrupción se da en la actividad pública porque allí hay menos observabilidad y existen más mecanismos sociales que dan espacio a la corrupción. Las políticas públicas deben tender a fortalecer a la sociedad civil, el libre mercado, la propiedad privada y el Estado de Derecho, es el camino, no solo para morigerar la corrupción sino también la fuente del progreso material y espiritual.

Los políticos dirigistas llevan inexorablemente a una enorme burocracia que desarrolla altísimos niveles de corrupción, a la par de una disminución de la libertad y de la supremacía de la ley. Las regulaciones, el control de precios, las nacionalizaciones, generan severos traumatismos a la producción, al disminuir el sector privado genera corrupción.

La ética del Estado consiste en sostener un marco normativo y en cómo es el contenido valorativo del mismo, un estado arbitrario difunde en la sociedad ilegitimidad e ilegalidad si su arbitrariedad disminuye el resultado es el inverso. La irrupción de los Kirchner en el gobierno significó la barbarie para la Argentina. Hay que derrotarlos en las urnas, no dejarse engañar con sus cantos de sirena que acabarán apenas terminen las elecciones.

No podemos seguir perdidos en un enjambre caótico. Nos `preocupa el futuro y lo que en él nos puede pasar. Necesitamos seguridad, coherencia, encajar en lo que viene, un gobierno que vaya derecho a los problemas, que sepa a qué atenerse, con ideas claras, que no extreme la idea de justicia social regalando planes a troche y moche.

La sociedad ha mostrado que no acepta todo lo que alguien afirma a los gritos, sin ver cuál es su contenido, eso ya no basta para que la mayoría se entregue a barbaridades absurdas y extremas. Los argentinos deben hallar soluciones en la perspectiva normal y no en la absurdidad y la locura. No debemos elegir arbitrariamente, la situación que ahora nos desequilibra y desorienta, nos debe llevar a lo mejor no a lo peor. Dejar de creer en farsantes, histriónicos, dejar atrás la radical dependencia a un gobierno que nos quiere volver indigentes, menesterosos, para que dependamos de sus dadivas y así, poder dominarnos.

Se viene el segundo tiempo, ¡ojalá lo sepamos aprovechar!

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