Por Hernán Andrés Kruse.-

La expresidente Cristina Kirchner inauguró el jueves 10 en Florencio Varela la carrera de Economía de la Universidad Arturo Jauretche. El triunfo de Trump fue uno de los temas fundamentales de su disertación, al que calificó como el emergente “de una crisis de representatividad política” para luego asegurar que el modelo económico de Cambiemos “nos hace más vulnerables a los vendavales económicos externos”. Desde su óptica “el libre mercado no existe. La economía la dirige siempre el Estado, lo único que cambia es que lo puede hacer a favor de las mayorías o manejado por las corporaciones”. Más adelante expresó: “que nadie se confunda. En Estados Unidos no ganó el Partido Republicano. Ganó alguien que emergió de la crisis de representación política desatada a partir de la aplicación de las políticas económicas neoliberales del Consenso de Washington”. Consideró que “no hubo un voto racista, no caigamos en los estereotipos” (…) sino que los americanos votaron principalmente romper con un modelo económico que les quitó el trabajo y la casa” (…) “Si después cumple o no, se verá, pero eso es lo que prometió, devolverles el trabajo” (…) “El mundo y las economías centrales están abandonando las políticas neoliberales”. Desde su óptica la elección del magnate y variables como el Brexit demuestran que las potencias “avanzan hacia un proteccionismo más profundo del que siempre tuvieron”. Consideró que “el libremercado, esa palabra que puede sonar tan linda, no existe. A la economía la dirige el Estado a favor de las mayorías o la dirigen las corporaciones” (…) “El problema es cuando se concentra la riqueza cada vez más”. Tal el caso, señaló, de Detroit, una ciudad tipo del capitalismo industrial del siglo pasado que fue devastada por la hegemonía financiera. Frente a este nuevo auge proteccionista el modelo macrista de “apertura de importaciones y depresión del consumo está llegando tarde” (…) “No se dan cuenta que no hay inversiones sin consumo y sin trabajo”. Al centrar su crítica en la economía argentina reiteró la pregunta: “¿cómo estabas antes y cómo estás ahora? El odio no te paga la cuenta en el supermercado ni la boleta con el tarifazo”. Finalmente, en relación con la polémica desatada por las reflexiones del senador Pichetto sobre los inmigrantes, la ex presidente manifestó: “el problema no es el inmigrante, es el neoliberalismo” (…) “cómo se va a cuestionar la igualdad en la Constitución. No hay que ser ni peronista para entenderlo; ya Alfonsín citaba el preámbulo” (…) es fundamental “erradicar desde el pensamiento crítico, cultivado en las universidades como éstas, esos conceptos culturales falsos arraigados en la sociedad” (fuente: “El mundo está abandonando las políticas neoliberales”, Página 12, 11/11/016).

La primera consecuencia de la victoria de Trump ha sido la aparición en la sociedad americana de una grieta muy profunda que se exteriorizó en protestas a lo largo y ancho del país. Apenas se confirmó que el magnate había conseguido el número suficiente de electores para consagrarse nuevo presidente, miles de norteamericanos salieron a las calles a protestar por el hecho consumado. También se valieron de las redes sociales para manifestar a viva voz que no aceptan a Trump como su nuevo presidente. Los manifestantes fueron convocados por un movimiento denominado “Not muy presidente”, un nombre que tuvo su génesis la misma noche del martes cuando comenzaron a difundirse los primeros guarismos. El movimiento ya convocó a través de Facebook a organizar una masiva protesta el mismo día de la asunción de Trump, el próximo 20 de enero. “Únete a nosotros el día de la investidura para hacer oír nuestra voz. Nos negamos a reconocer a Donald Trump como presidente de Estados Unidos y nos negamos a aceptar órdenes de un gobierno que pone a intolerantes en el poder”, reza la convocatoria. Toda una invitación a la anarquía. Mientras tanto las protestas se multiplican por todo Estados Unidos. Nueva York ha sido escenario de la manifestación más importante donde miles y miles de personas se reunieron en torno de la torre Trump de Manhattan, situada sobre la Quinta Avenida. Al grito de “no es mi presidente” y “¡Donald Trump, vete! ¡Sexista, racista, antigay!”, los manifestantes expresaron su estupor e indignación por un resultado electoral no esperado. Hubo que lamentar la detención de una treintena de manifestantes por provocar desorden en la vía pública o cortar la calle entorpeciendo al tránsito. También se registraron heridos en la fuerza policial de la ciudad de Oakland (California) durante la protesta. Hubo marchas masivas en Seattle (Washington), Filadelfia (Pennsylvania) y Chicago (Illinois). También hubo movilizaciones en Washington DC, Atlanta (Georgia), Boston (Massachusetts), Denver (Colorado), Austin (Texas), Portland (Oregon), Saint Paul (Minnesota), Los Ángeles, San Francisco y San Diego (California). Los manifestantes en Portland corearon “no al KKK, no a Estados Unidos fascista, no a Trump”. En Los Ángeles los manifestantes cortaron la autopista 101 portando banderas de Estados Unidos y México, y ocasionando gigantescos embotellamientos en el tránsito. Durante algunas marchas hubo quema de banderas y en Los Ángeles se quemó una efigie de Trump. No resulta casual que en tales lugares la candidata demócrata se impuso cómodamente pero que, sin embargo, no le resultó suficiente para superar al republicano en cantidad de electores, requisito fundamental para acceder a la Casa Blanca. La noche del jueves fue la segunda en la que se produjeron marchas en contra de Trump en Oakland, una de las localidades donde hubo más tensión social. Al mismo tiempo, en la otra punta del país, en el lugar donde reside el compañero de fórmula de Clinton (Virginia), los manifestantes se ensañaron con los vidrios de la sede del Partido Republicano. En Nueva Orleans un grupo de manifestantes quemó un muñeco de Trump y rompieron los frentes de varios edificios. Como puede observarse, la violencia e intolerancia también es propiedad de las democracias más desarrolladas del mundo (fuente: “Protestas por todo el país”, Página 12, 11/11/016).

Dos días después de la resonante victoria Donald Trump visitó la Casa Blanca para reunirse con el actual presidente Barack Obama. Luego de estar una hora y media con su anfitrión Trump se encontró con Paul Ryan y otros legisladores republicanos importantes dentro del Congreso. De esa forma el flamante presidente continuó con su estrategia de cultivar a partir de ahora la imagen de un dirigente mucho más calmo y reflexivo, propia de un presidente. Horas más tarde y tras reunirse con autoridades legislativas del Partido Republicano habló a la prensa: “Estamos apuntando muy fuertemente a la inmigración, vamos a prestar atención a las fronteras, eso es muy importante. Estamos apuntando muy fuertemente al cuidado de la salud y estamos apuntando al empleo. Un montón de empleos”. De política internacional, nada. Acompañado por su vicepresidente el magnate dedicó parte de su segundo día como presidente electo a afianzar la relación con los republicanos. Ello explica su decisión de almorzar con Paul Ryan, jefe de la Cámara Baja, con quien había mantenido fuertes cruces durante la campaña. Luego el legislador actuó de guía mostrándole al presidente electo todos los vericuetos del Capitolio. Frente a los periodistas Trump dijo que “fue un gran honor” haber sido recibido por el presidente Obama en la Casa Blanca. “Discutimos muchas situaciones, algunas maravillosas, otras que traen dificultades. Espero seguir en contacto con el presidente e incluso escuchar sus consejos”, recalcó. Por su parte, Obama manifestó: “quiero enfatizar que desde ahora haremos todo lo posible para ayudarlo a tener éxito, porque si usted tiene éxito le irá bien al país”. Pese a los buenos modales que hubo durante el encuentro, a su término el jefe de prensa de la Casa Blanca, Josh Earnest, aseguró que Obama sigue pensando lo mismo de Trump. “La mirada del presidente no ha cambiado. Él sigue pensando lo que dijo durante la campaña. Él tuvo la oportunidad de dar a conocer su opinión y lo hizo enfáticamente. Pero el pueblo de los Estados Unidos decidió. La elección terminó. El presidente no elige a su sucesor, el pueblo lo hace. Y Obama está decidido a presidir sobre una transición que le dé al presidente entrante la chance de comenzar bien su gestión”. También remarcó que Obama se mostró gratamente sorprendido por el supuesto interés del magnate de protagonizar una transición tranquila, sin sobresaltos, lo que hizo que la charla no fuera tan ríspida como muchos imaginaron que sería (fuente: “Trump se probó el traje de presidente de EEUU”, Página 12, 11/11/016).

El 9 de noviembre, The Washington Post publicó un editorial titulado “El presidente Trump”, en el que no ahorra críticas a la victoria electoral del magnate. Dice el diario: “Donald Trump fue electo este martes como el XLV presidente de los Estados Unidos. Son palabras que esperábamos no escribir nunca. Pero Trump sorprendió a los encuestadores, montado en una ola impulsada parcialmente por votantes rurales y del cinturón manufacturero que sentían que el establishment político los había dejado a un lado. Aún cuando de haber ganado su rival, Hillary Clinton, Trump podría no haber hecho lo mismo, todos los estadounidenses deben aceptar el juicio de los votos y trabajar para el mejor resultado posible para nuestro país y el mundo. ¿Qué significa esto en la práctica? Primero, esperar a que Trump sea un mejor presidente de lo que tememos, y respaldarlo cuando haga lo correcto. Trump pronto estará al mando de una enorme burocracia federal, de sofisticadas fuerzas de seguridad y organismos de inteligencia, y de las fuerzas armadas más poderosas del mundo. Deseamos fuertemente que entienda que el sistema estadounidense de gobierno no es para una sola persona ni se trata de una sola persona. No lo puede arreglar solo. Los poderes de la Oficina Oval no existen para castigar a sus enemigos, algo que sopesó hacia el final de la campaña, según un artículo reciente del New York Times. El nuevo presidente enfrentará desafíos inmensos e implacables desde el primer día. Hereda un mundo en el que la democracia liberal está en retroceso y el liderazgo de los EEUU, en duda. El Medio Oriente está en un gran conflicto, el arsenal nuclear norcoreano crece, Rusia y China sacan pecho. En el país, el presidente Obama deja una economía que goza en general de buena salud pero enfrenta problemas: crecimiento lento, fuerte desigualdad y tensiones de largo plazo en el presupuesto federal. No podemos fingir ser optimistas respecto a que Trump desarrolle súbitamente respuestas más racionales para estos problemas que las que ofreció durante la campaña, ni a que descubra una disciplina o una sabiduría que por el momento no ha mostrado. A lo largo de su campaña Trump bromeó sobre meter presa a Hillary Clinton, demandar a las mujeres que lo acusaron de acoso sexual, castrar al presidente de la Cámara de Representantes y revocar la libertad de prensa. Según el artículo del Times, habló de crear un súper PAC (comité de acción política) dedicado a la venganza política. Prometió deportar a millones, hacer trizas acuerdos de comercio, crear pruebas de religión y sabotear los esfuerzos internacionales para combatir el cambio climático, todas medidas que perjudicarían a mucha gente. Si intenta actuar sobre estos objetivos e inclinaciones, otros deberán unirse para la defensa de los principios constitucionales y un gobierno razonable. Los dirigentes republicanos del Congreso respaldaron a Trump apostando a que apoyara su agenda legislativa y respetara su autoridad. Será puesto a prueba al respecto. Las fuerzas de seguridad deben prevenir cualquier intento de ser usadas al margen de la ley. El Poder Judicial, los empleados públicos, los medios y la sociedad civil en general tendrán papeles importantes por jugar. Los estadounidenses no están ni estuvieron nunca unidos por lazos de sangre ni de creencia, sino por su lealtad a un sistema democrático de gobierno que divide el poder, valora el estado de derecho y respeta la dignidad de las personas. Esperamos que nuestro nuevo presidente electo muestre respeto por ese sistema. Los estadounidenses deben estar preparados para respaldarlo si lo hace, y para respaldar al sistema aunque Trump no lo haga”.

En su edición del viernes 11 de noviembre, Página 12 publicó un artículo de Juan Manuel Karg titulado “Momento histórico”, en el que analiza el momento histórico que implica, tanto a nivel de los propios Estados Unidos como a nivel planetario, el impensado triunfo de Donald Trump. Para el autor se trata de un acontecimiento que marca una suerte de punto de inflexión en el escenario global. En primer lugar, hay que destacar que el martes pasado la población norteamericana votó pensando exclusivamente en los problemas internos que la aquejan. Ello significa que no elige poniendo en primer lugar el escenario internacional sino el nacional. Y ello a pesar del constante bombardeo de los grandes conglomerados mediáticos que deforman el escenario interno de Estados Unidos. Dicho conglomerado y el sistema financiero internacional tenían a su preferida: Hillary Clinton. Lo mismo aconteció en Colombia y en el Reino Unido, que batallaron a favor del acuerdo de paz en el primer país y en contra del Brexit en el segundo. ¿De dónde provinieron los votos a Trump? Fundamentalmente, de la clase obrera industrial cuyos miembros se encandilaron con el discurso anti TLC de Trump. Este hecho no fue muy tenido en cuenta por la mass media internacional ya que sus mastines parecieron ignorar que lo que estaba haciendo el magnate era dirigir su verborragia hacia un sector desencantado a raíz del fin del sueño americano, luego de la crisis financiera desatada en Estados Unidos en 2008 y que luego se esparció por gran parte del mundo. De esa forma logró obtener victorias en Estados claves como Florida, Carolina del Norte y Ohio, que resultaron fundamentales para derrotar a Clinton. Resulta por demás evidente que Estados Unidos perdió fortaleza en el ámbito internacional. Ello le permitió a Trump ganar haciendo cuestionamientos al Nafta y al Acuerdo Transpacífico, motorizado por el propio Obama para oponerse a China. Durante la campaña electoral esbozó un discurso aislacionista que fue bien recepcionado por los colosos soviético y asiático, que verían ahora, con Trump en el poder, una posibilidad de expandir su hegemonía allende sus fronteras. Mientras tanto, América Latina vive este proceso con incertidumbre. Algunas cancillerías de la región, como la argentina, jugaron todas sus fichas a la victoria de Hillary para congraciarse con las instituciones, los medios hegemónicos y el sistema financiero internacional. Son, qué duda cabe, grandes perdedores en este duelo entre el magnate y la ex primera dama, a priori la segura vencedora. El autor concluye destacando la imperiosa necesidad de “volver a interpretar el escenario internacional. La elección de Trump abre paso a una lectura: detrás de los colapsos institucionales que se verifican en la Unión Europea y los EEUU, la salida-parcial-parece venir de cuestiones conservadoras. Hay un déficit indudable en los contrapuntos, al menos electoralmente: a Corbyn no lo benefició el Brexit (aunque volvió a ganar la interna de su partido, con comodidad), a Podemos no lo benefició la elección de 2016 en España (aunque el voto implícito del PSOE al gobierno de Rajoy lo para como única alternativa real), y las proyecciones de Melenchon en Francia de cara a las presidenciales 2017 parecen ser limitadas. Ni qué hablar de Sanders, que tras una elección interna descomunal tuvo que dejar que Clinton sea quien enfrente al pirotécnico Trump, por la elección de los superdelegados” (…) “La derecha parece interpretar mejor que la izquierda la actual oleada, nutriéndose de lugares comunes y miedos (¿acaso el debate sobre los refugiados en la UE, donde Francisco tiene la posición más progresista contra los muros, es muy diferente a los exabruptos de Trump sobre México?) y también de ventajas objetivas (mayores recursos y pragmatismo). La tarea de las fuerzas nacional-populares, progresistas y de la izquierda de la región es interpretar el momento histórico que se abre tras esta elección, y proporcionar los mecanismos para hacer competitivas a las opciones que se proponen un orden alternativo, sin renunciar a las banderas de justicia social”.

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