Por José Luis Milia.-

«Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi». Giuseppe Tomasi di Lampedusa, Il Gattopardo.

Es cierto que, comparado con el desprecio sanguinario que la administración kirchnerista tenía por los derechos humanos universales, que el Lic. Avruj haya recibido a la gente de CELTyV indicaría un cambio de aires, una renovación con respecto al ninguneo y al desprecio que las mafias entronizadas en la secretaría de derechos humanos, sometían a los que, desde mucho antes del 24 de marzo de 1976 arrastraban los dolores de haber perdido un ser querido bajo las balas o las bombas de la “juventud maravillosa”.

Doce años de un relato falaz que ha tratado de hacernos creer -con bastante éxito es menester reconocerlo- que la Argentina era una tierra feliz y en paz hasta que un grupo de hombres muy malos, militares todos ellos, un día fatídico se despertaron con sed de sangre y se lanzaron a la caza de admirables muchachos que solo eran movidos por el amor al prójimo, no alentaba que se tuviera la más mínima consideración para las víctimas que esos muchachos habían provocado. Más aún, la urdimbre de esa ficción siempre bien contada y mejor creída por aquellos que necesitaban hacerse perdonar un desliz truculento -esa mayoría de argentinos que en su momento habían pedido “violín y violón” para los chicos “maravillosos”- no podía permitirse que la gente supiera que las demandas “revolucionarias” llevaban en sus alforjas cientos de argentinos muertos.

Hoy, una ráfaga de cuasi felicidad ha soplado por sobre todos los que sufrieron el relato oficial. El secretario de derechos humanos recibió a CELTyV y apresurados como somos, muchos han visto en esto un cambio de paradigma en el tratamiento de la historia reciente. Quienes conocemos los bueyes con los que los políticos escarban el suelo de este país tenemos la obligación de ser desconfiados frente a esta supuesta bonhomía del secretario ya que él es la misma persona que consideró una “mala noticia” que se liberara a hombres que llevaban años sin proceso en Entre Ríos y en La Pampa y nada ha dicho, y menos aún hecho, frente al tratamiento inhumano que reciben los llamados presos de “lesa humanidad” en los penales federales, algunos con más de seis años de prisión preventiva, sometidos al arbitrio o al rencor de los jueces de ejecución, privados de atención médica competente y a muchos de los cuales, por derecho, les corresponde prisión domiciliaria.

Desensillar hasta que aclare, dicen los paisanos, y está bien; pero que aclare rápido así sabemos si estos también son de la clase de cagones que se asustan frente a la mirada torva de una bruja con la cabeza empañolada.

Share