Por Hernán Andrés Kruse.-

En su edición del martes 11 de octubre La Nación publicó un muy interesante artículo de Pablo Mendelevich titulado “Cien años de democracia escarpada”, en el que realiza una sagaz síntesis de lo acontecido en la Argentina a partir de la asunción de Yrigoyen el 12 de octubre de 1916. Aunque cueste creerlo se ha cumplido un siglo de ese gran acontecimiento político e institucional y quienes creyeron que a partir de entonces la democracia se consolidaría, se equivocaron groseramente. Porque como bien señala Mendelevich “los cien años de presidentes llegados al poder gracias al sufragio universal, secreto y obligatorio que se cumplen mañana a partir del ascenso al poder de Hipólito Yrigoyen muestran un camino sinuoso y escarpado hacia la democracia, que en algunos aspectos, aun hoy, sigue esquiva”. Lo que más ha caracterizado a esta centuria desde el punto de vista constitucional ha sido, probablemente, la inexistencia de gobiernos surgidos democráticamente que se sucedan en el poder de manera continua y pacífica. “En otras palabras, lo que no se ha conseguido en cien años es que la democracia sea una rutina”, destaca el autor. Hay quienes sostienen que en la elección presidencial de 1916 sólo votó el padrón masculino, lo que conduce a afirmar que en esa época no estaba vigente la democracia en plenitud. Sin embargo, para aquella época el acceso al poder del “Peludo” constituyó un acontecimiento revolucionario. Yrigoyen fue presidente por obra y gracia de una reforma política impulsada por sus propios enemigos: los conservadores. Que la reforma de 1910 fue revolucionaria lo corrobora el hecho de que 14 años más tarde Yrigoyen fue desalojado del poder por quienes añoraban el antiguo régimen. A partir de entonces y durante el próximo medio siglo se produjeron seis golpes de estado cívico-militares, a los que deben sumarse los gobiernos civiles tutelados por el partido militar (Guido), las proscripciones(Perón), las autoproscripciones y las presiones destituyentes (Cristina).

La universalidad del sufragio lejos estuvo de constituir el problema político fundamental de la Argentina contemporánea, sentencia Mendelevich. A lo largo de las últimas décadas hubo todo tipo de revanchismos, persecuciones, atropellos y, fundamentalmente, una supina incapacidad para tolerar el pluralismo de ideas. La “grieta” pasó a ser el meollo de nuestra historia. En efecto, la historia argentina podría definirse como la historia de los permanentes antagonismos que se produjeron a lo largo del tiempo. Esta forma de concebir nuestra historia permitió la aparición de numerosos estudios sobre este continuado de antagonismo y exclusiones: a) los conservadores excluyeron a los sectores populares; b) los radicales excluyeron a los conservadores; c) los conservadores volvieron a excluir a los radicales; d) los peronistas excluyeron a los antiperonistas; e) los antiperonistas proscribieron a los peronistas; f) el peronismo retornó al poder resolviendo sus diferencias internas a sangre y fuego; g) volvió el partido militar a sangre y fuego; h) el peronismo “se apareció con una remake de la gran antinomia plantada por Perón en 1945 y hubo que retroceder setenta casilleros” (el kirchnerismo, según Mendelevich).

Mendelevich nos hace recordar que de 1916 a la fecha hubo 35 gobiernos que fueron ejercidos por 31 presidentes. De ellos uno fue elegido tres veces (Perón) y dos, dos veces (Carlos Menem y Cristina). De los 31 presidentes, 13 fueron dictadores o gobernantes de facto que ejercieron la jefatura máxima del poder en seis dictaduras militares de variada índole. Hubo en este largo período 18 elecciones presidenciales. Algunas fueron fraudulentas (las que consagraron a Justo y a Ortiz) y otras sufrieron proscripciones (1931, 1958 y 1963).  En 1973 hubo dos elecciones presidenciales: en la primera (marzo de 1973) Perón no pudo competir;  en la segunda (septiembre del mismo año), sí. De no haber estado proscripto Perón en la elección de marzo Héctor Cámpora y Raúl Lastiri jamás hubieran llegado a la presidencia. De haber funcionado la democracia normalmente de Yrigoyen a Macri hubiéramos tenido tan solo 17 presidentes, prácticamente la mitad de los que efectivamente tuvimos. El mandato de seis años (tal como lo estipuló la constitución hasta la reforma de 1994) rigió durante los primeros 78 años de vida institucional, salvo el período 1972/82 a raíz de la enmienda Lanusse (las Fuerzas Armadas decidieron achicar el período presidencial a cuatro años). Con la reforma surgida luego del Pacto de Olivos el período presidencial volvió a reducirse a cuatro años (Alfonsín y Menem asumieron de acuerdo a lo estipulado por la constitución de 1853). Esta complicada sucesión de infortunios tornan difícil la tarea de calcular la cantidad hipotética de presidentes que debió haber habido si durante la centuria todo hubiera funcionado normalmente. Cabe destacar que las dos reformas constitucionales promovidas por gobiernos militares (Aramburu y Lanusse) fueron respetadas y que gracias a la Revolución Libertadora los trabajadores gozan del derecho de huelga. Por su parte, el peronismo, que en 1994 tenía los números suficientes en la Convención Constituyente, no intentó reponer uno de sus máximos emblemas, la Constitución de 1949.

Lo cierto es que la democracia jamás funcionó plenamente en la Argentina. El reloj institucional, grafica el autor con todo acierto, jamás funcionó de manera sostenida. Muy pocas veces se produjo la simple sucesión de gobiernos elegidos en función de lo estipulado por la ley de sufragio universal, secreto y obligatorio. Sólo 9 de las 24 presidencias constitucionales terminaron como corresponde. Sobre 18 presidentes elegidos por el pueblo (no se tienen en cuenta a Raúl Lastiri, Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde) en la última centuria sólo siete completaron al menos un mandato: Yrigoyen, Alvear, Justo, Perón, Menem, Néstor Kirchner y Cristina Kirchner. Nunca gozamos de una alternancia ordenada. Después de 1952 (primera presidencia de Perón) ningún presidente logró terminar su mandato hasta 1995 (Carlos Menem). Para que el traspaso del poder no sea traumático es fundamental que el presidente saliente cumpla su mandato normalmente. La última alternancia no traumática fue en 1999 cuando Menem le colocó la banda presidencial a de la Rúa. La alternancia de 2015 se dio el 10 de diciembre, como corresponde, pero la ausencia de la antecesora en el acto del traspaso lo tornó traumático. El 12 de octubre de 1916, rememora el autor, Victorino de la Plaza, presidente saliente, cuando estaba por pasarle la banda a Yrigoyen, le dijo “mucho gusto” ya que ambos dirigentes no se conocían. A propósito del 12 de octubre, esa era la fecha de asunción del presidente mientras hubo estabilidad política. Desde Mitre hasta la segunda presidencia de Yrigoyen, todos los presidentes asumieron en el día de la Raza. Esa regularidad fue pulverizada por los golpes de Estado que impusieron caprichosamente el día del traspaso del mando. Sólo Illia y el tercer Perón respetaron el 12 de octubre, pero con el tiempo esa costumbre se perdió siendo reemplazada por el 10 de diciembre, un legado del “Proceso”. Recién con Cristina Kirchner se logró reponer el 10 de diciembre repitiéndolo Macri, lo que no significa que se esté en presencia de una serie. Y eso es lo que nos falta a los argentinos, sentencia Mendelevich: “series, hábitos institucionales permanentes”.

Que el gobierno de Macri es una “ceocracia” lo corrobora el hecho de que tres de cada diez funcionarios de las máximas categorías incorporados al oficialismo ocuparon en el pasado puestos importantes en el sector privado. Estamos hablando de 114 ejecutivos de las principales compañías y estudios de abogados que fueron designados a partir del 10 de diciembre en diversas áreas del gobierno nacional (ministerios, secretarías y subsecretarías). A diferencia de lo sucedido recientemente, en esta oportunidad los empresarios y dirigentes corporativos se abalanzaron sobre el ala política del gobierno de Macri, transformándose de esa manera en protagonistas de fuste en los procesos de toma de decisiones que se dan en las diversas áreas gubernamentales. Según un relevamiento realizado por el Observatorio de Élites Argentinas (Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín), el 53 por ciento de los funcionarios provenientes del ámbito privado que hoy forman parte del gobierno de Cambiemos se desempeñaba en puestos jerárquicos relevantes. Hoy el gobierno de Macri alberga a numerosos ex ejecutivos de empresas de gran magnitud, como Shell, Techint, LAN, JP Morgan, HSBC, Axion, La Nación, Newsan, Pan American Energy, Deutsche Bank, Framacity, ICBC y Consultorio. Dentro del gobierno la Jefatura de Gabinete lleva la delantera en cuanto a la cantidad de funcionarios de esa índole nombrados por el gobierno que trabajan en esa dependencia pública: casi un 70 por ciento. Le siguen en orden decreciente los ministerios de Energía y Comunicaciones (50 por ciento), las carteras de Hacienda y Finanzas (48 por ciento) e Interior y Obras Públicas (40 por ciento). Según las sociólogas Ana Castellani, Paula Canelo y Mariana Heredia el estudio de los CV de los funcionarios jerárquicos del estado que provienen del sector privado “permite comprender mejor los objetivos del gobierno y el contenido de sus políticas públicas, identificar cuáles son las áreas de gestión más poderosas y entender por qué, conocer quiénes son sus aliados sociales y políticos, y establecer qué sectores sociales se podrán beneficiar o perjudicar con las medidas implementadas, entre otras importantes cuestiones”.

Para estas investigadoras lo inédito del caso del gobierno de Cambiemos es la cantidad y calidad de ex gerentes de grandes empresas que literalmente colonizaron la administración pública. Pese a la supuesta eficiencia de los ex Ceos Canelo y Castellani advierten sobre “a) el sesgo antiestatal, antipolítico y promercado que impregna la ideología de los CEOS y gerentes; b) las lealtades que traen al seno del Estado y del gobierno quienes desarrollaron sus trayectorias en el sector privado, aumentando la probabilidad de conflictos de intereses y la permeabilidad a las presiones de los actores económicos; c) las dificultades para cohesionar un cuerpo de funcionarios caracterizado por compromisos políticos débiles; y d) la extrapolación de criterios organizacionales propios del management a la administración pública”. Las investigadoras consideran que “un rasgo clave para comprender el gabinete macrista es la colonización que los CEOS han realizado del área política, espacio tradicional de los funcionarios políticos, integrada por la Jefatura de Gabinete, Presidencia y los ministerios de Interior y Modernización”. Consideran que la Jefatura de Gabinete que conduce Marcos Peña ha pasado a ser la “gerencia política general” del gobierno de Cambiemos (fuente: Tomás Lukin, “Nada queda al margen del poder de los CEOS”, Página 12, 11/10/016).

En un encuentro organizado por la CAC (Cámara Argentina de la Construcción) empresarios, banqueros, agroexportadores y agentes bursátiles le rindieron pleitesía al presidente de la nación, lo que no hizo más que poner nuevamente en evidencia la grieta existente entre los empresarios y los trabajadores. Pese a la constante pérdida de puestos de trabajo, a un creciente deterioro del poder adquisitivo del salario y a la decisión del gobierno de financiar la especulación a través del endeudamiento, los empresarios continúan respaldando al gobierno de manera incondicional. Gustavo Weiss, ex presidente de la CAC, dijo: “confiamos ciegamente en que las medidas que el gobierno está tomando son las necesarias para reencaminar la economía hacia una sustentabilidad en el tiempo, inclusive para todos los sectores”. Las demandas de los empresarios se sitúan en las antípodas de las demandas de los trabajadores, acorralados por una situación económica que los agobia y asfixia.  La caída del consumo es de tal magnitud que varias empresas se han visto obligadas a adelantar vacaciones a sus empleados, suspender personal o directamente despedirlo. Arcor, por ejemplo, acaba de anunciar, aduciendo caída del consumo y acumulación de stock a raíz de una merma de la actividad en general, su decisión de adelantar vacaciones a 400 empleados en la planta que posee en Colonia Caroya. El director ejecutivo de la empresa, Adrián Kaufmann Brea, se limitó a repetir el principal argumento del gobierno: culpar de todo a Cristina. En efecto, el ejecutivo expresó que “en los últimos cinco años tuvimos la caída más grande en las exportaciones de alimentos con valor agregado. Estamos en 92 países de los 140 en los que se estuvo”. El también titular de la UIA alabó la decisión de Cambiemos de flexibilizar los plazos para liquidar divisas, pese al carácter deficitario que hoy presenta el balance comercial. Por su parte, Juan Chediak, presidente de la CAC, expresó que “no basta el crecimiento y la infraestructura, hay que lograr el desarrollo para que los argentinos tengan la posibilidad de estar incluidos socialmente”. Sin embargo, su antecesor en el cargo se mostró muy confiado en el rumbo económico tomado por el gobierno: “La Cámara es optimista de la actual senda del crecimiento. La obra pública viene reacomodándose luego de un segundo semestre de 2015 muy  complicado, especialmente por la falta de pagos; pero paulatinamente se está reencauzando y arreglando los contratos con la redeterminación de precios que definió el gobierno”. Por último, Daniel Llambías, titular de la Asociación de Bancos Argentinos (Adeba), manifestó que “el sistema financiero argentino es líquido, solvente y con un excedente de capital del 70 por ciento por encima de los requerimientos regulatorios y  una calidad de crédito muy buena”, mientras que Claudio Cesario, de la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA) pidió un sistema de controles de capitales más flexibles: “la plata está. Pueden venir de 15 a 20 mil millones de dólares de inversiones externas, a lo que deberían sumarse con éxito los 236 mil millones de dólares de argentinos en el exterior” (fuente: Cristian Carrillo, “el establishment acompaña”, Página 12, 12/10/016).

El ministro de Hacienda y Finanzas jugó de local en el evento anual de la Cámara de la Construcción. Envalentonado por los halagos que le propinaron los máximos jerarcas del FMI y el Banco Mundial, Prat Gay dijo que “no es momento de timoratos. Hay que trabajar juntos y poner el hombro. Uno de cada tres compatriotas no la está pasando bien”. Reiteró que la economía dejó de caer durante el segundo trimestre y que se percibió una desaceleración de los precios, lo que hizo posible un incremento del salario real de los trabajadores. “Esto que hoy es incipiente va a ser bastante más generalizado. Nuestras estimaciones preliminares dicen que toda la economía dejó de caer en el tercer trimestre”, destacó el funcionario. “Esta tendencia se está revirtiendo y lo sabemos porque tenemos números confiables: la producción de cemento rebotó 5 por ciento en el tercer trimestre frente al segundo”, destacó. Al asumir en diciembre pasado el gobierno de Cambiemos prometió que estaba dispuesto a implementar cambios radicales en la macroeconomía para de esa manera lograr incentivar las exportaciones y la inversión privada. Para los economistas del oficialismo el consumo y los gastos estatales no podían ser considerados crecimiento genuino. Casi un año después y ante el evidente fracaso de la inversión extranjera directa y el estancamiento de las exportaciones, el gobierno se vio obligado a hacer un giro de 180 grados: “en agosto la producción de asfalto creció 25 por ciento, cuando de enero a julio cayó en promedio 30 por ciento y se debe a que está recuperándose la obra pública”, dijo el ministro. Vale decir que el liberalismo ortodoxo de diciembre fue reemplazado por el keynesianismo de octubre. Remarcó, además, que en el tercer trimestre el gobierno invirtió la friolera de 51 mil millones de pesos en obras públicas (tres veces más que en el primero). “La obra pública, después de un pequeño impasse, se está transformando en el motor del crecimiento”, enfatizó un Prat Gay cada vez más “cristinizado”. Gastar plata en obras públicas dejó de ser para el gobierno una blasfemia. “Dijimos que iba a bajar fuerte la inflación y está pasando. También dijimos que se iba a recuperar la capacidad de compra. Los precios le ganaron al salario, pero en la segunda mitad del año afirmamos que iba a pasar lo contrario y es lo que está pasando hoy, al tomar en cuenta las paritarias y el esfuerzo fiscal de Nación y las provincias, que cedieron parte de Ganancias para contribuir a mejorar el poder adquisitivo”, destacó. Agregó que “en los últimos tres meses y en octubre también el salario le ganó a la inflación y esto es un punto de partida diferente para la recuperación” (fuente: Federico Kucher, “Prat-Gay fantasea con brotes verdes”, Página 12, 12/10/016).

Share