Por José Luis Milia.-

Quisiera hermanarme hoy con aquellos a los que la desazón les ha puesto cuatro clavos en su corazón. Pero no con todos, porque hoy vengo a hacer de la grieta la base desde la que la Patria puede ser recuperada, recuperarla solo con aquellos para los que nuestra tierra es mucho más que un perorata banal y de efemérides.

No me interesa, ni respeto, al aluvión corrupto que hoy vuelve por sus fueros de mangantes y ladrones, pero tampoco me interesan los tilingos que creían que repitiendo machaconamente, pero vaciados de fe, “¡si, se puede!”, una victoria vana le caería del cielo y hoy se apenan por el derrumbe un mundillo de fantasía al que sus propios dirigentes, con estupidez y cobardía supina, se dedicaron a demoler.

Hoy estamos frente a una derrota, que nos atañe porque se da en nuestra tierra y vuelve a postergar, con trapisondas electorales, lo que esta tierra se merece. Si debemos tener muy en claro, que como derrota en si, esta no nos pertenece porque los que decían dirigir el combate lo hacían aferrados a un fuero de progresía que nos resbala, más aún, que nos repugna porque creen ellos que dejando de lado a nuestra Fe adquieren carta de ciudadanía de un mundo decadente y progresista.

Esta derrota sería grave si careciéramos de ejemplos, pero, Dios Nuestro Señor ha hecho que estos sobren en esta tierra y no hay que remontarse a muchos años atrás para revivirlos porque aún los tenemos frescos, porque esos paradigmas aún están vivos en nuestro corazón.

En la tarde heroica de Manchalá y ante la demora de los refuerzos y la falta de municiones los soldaditos salteños no se lamentaron, simplemente afilaron sus bayonetas; en la noche sacrificial del 13 de junio de 1982 el BIM 5 y fracciones del Ejército borraron la palabra derrota de sus corazones y siguieron atacando.

Esos son nuestros ejemplos y no la estúpida alegría de creer que somos algo por tener un congreso equilibrado.

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