Por José Luis Milia.-

Si lo del domingo hubiera sido una batalla, hoy no estaríamos hablando de derrota; nos referiríamos a ella, simplemente, como una carnicería, pero la misma amplitud de esta debacle nos obliga a hacer una serie de reflexiones aunque estas se aproximen peligrosamente a teorías conspirativas.

Es cierto que en Argentina, si uno pudiera sacudir un gomero en Plaza Francia caerían más empresas encuestadores que pajaritos. La fiebre de las encuestas atraviesa el país a lo largo y a lo ancho y hay encuestas para todos los gustos y colores, pero es cuando llega el carnaval eleccionario que estas se multiplican y llevan adelante distintas acciones, desde dibujar sondeos para levantar el ánimo de los que va a perder hasta a formular preguntas capciosas sobre la sexualidad de éste o aquel candidato.

Contra todos los que dicen que estas empresas están compuestas por seres con pata de palo, parche en el ojo y un loro en el hombro yo creo que son actividades importantes pero sobrevaluadas, y cuando una encuestadora pega el “Pellegrini” de la elección todos los que las denostaron vuelven a creer en la infalibilidad de las encuestas y olvidan las adjetivaciones que antes hicieron.

Es decir, las encuestas no devienen de una ciencia infalible y tienen que ver mayormente con los sentimientos que con las matemáticas. Así, toda encuesta lleva una advertencia que se llama “margen de error”; la manera como se administre este margen de error sumada a la capacidad de aquellos que evalúan el universo de respuestas hacen más o menos exacta -si de exactitud podemos hablar- a una encuesta.

En el mundo de las encuestadoras hay de todo, pero yo creo que en Argentina hay al menos cinco o seis de ellas que son muy serias y sus conclusiones, aunque se hayan equivocado, no entran en el reino de la sanata. Hemos visto en otras oportunidades que algunas de ellas se han equivocado pero su margen de error ha sido mínimo.

Cabe entonces hacerse una pregunta: ¿pueden algunas consultoras serias equivocarse en sus cálculos en valores que oscilan entre el 68%- la más cercana a ese 15% de diferencia- y un 525% la peor? Es entonces que yo creo, y aunque esto bordee la idea de una teoría conspirativa, que acá pasó algo que no es atribuible a las consultoras, que lo que acá sucedió tiene que ver con el “vamos por todo” del kirchnerismo, al que una elección democrática no puede legitimar, pero una algarada revolucionaría sí.

Supongamos -una vez instaladas en los estultos cerebros de la perrada peronista las diferencias determinadas por las PASO- que el 27 de octubre la diferencia se reduzca significativamente- tanto que permitiría un ballotage-, ¿Cuál sería la reacción, no de Alberto Fernández que sigue siendo para mí el títere representado en el sketch de Lanata, sino la de la perrada que si quiere ir por todo?, la respuesta es una: ¡fraude! Y allí tendríamos la consiguiente movilización y la toma de un estado que está preparado para nada, tendríamos entonces la revolución que legitimaría para el mundo el “vinimos por todo y nos lo llevamos” con la izquierda radical del planeta, la social democracia europea pro palestina y los diarios “bien pensantes” aplaudiendo, mientras Venezuela, Irán, Cuba, China y Rusia, se relamen pensando en que pondrán finalmente un pie en lo que aún es lo más importante de Sur América.

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