Por Emilio J. Cárdenas.-

«Si a un juez se le ocurriera detener a Cristina Kirchner, podría aparecer muerto».

La expresidente Cristina Fernández de Kirchner es objeto de numerosas investigaciones judiciales vinculadas con toda suerte de episodios de corrupción. Por esta razón, en las últimas semanas han crecido las especulaciones que sugieren que la ex presidente podría efectivamente terminar presa como consecuencia de alguna de esas investigaciones. La sensación generalizada de la opinión pública argentina es que la ex presidente y su equipo cercano de gobierno podrían haber protagonizado esquemas de corrupción que, por los montos en juego y por su extensión, no tienen precedente en la historia argentina.

Ante la eventualidad de que Cristina Fernández de Kirchner pudiera ser objeto de alguna orden de prisión en cualquiera de los procesos abiertos en su contra, el entorno de Cristina Fernández de Kirchner acaba de desplegar sus alfiles mafiosos. No es una novedad, desde que siempre en su gobierno la ex presidente tuvo una inusual cercanía con grupos violentos de choque, a los que presumiblemente se asignara un papel siempre intimidatorio y amenazante.

Entre ellos hay dos notorios “operadores” particularmente afectos a intimidar. El primero es un personaje siniestro, muy cercano al gobierno de Irán, al que admira públicamente, llamado Luis D’Elía. El segundo es Fernando Esteche, el dirigente de un grupo violento llamado “Quebracho” (nombre de un árbol de madera dura, típico del noreste argentino) cuyos miembros concurren a las manifestaciones pública armados de bastones y cadenas, con los rostros cubiertos, de modo de no poder ser fácilmente identificados. Y poder amedrentar constantemente. Con mucha frecuencia y desde hace años ya, al culminar las manifestaciones, atacan, saquean e incendian los comercios que tienen la desventura de estar cerca del lugar en el que ocurren las protestas de las que participa Quebracho

Fernando Esteche acaba de enviar un mensaje público claramente intimidatorio, al señalar que “si a un juez se le ocurriera detener a Cristina Kirchner, podría aparecer muerto”. Como consecuencia de ello, el fiscal de la ciudad de La Plata, Marcelo Romero, ciudad en la que opera con frecuencia Quebracho, denunció a su líder por el delito de “intimidación pública”. A lo que agregó el pedido de que se le realicen pericias psiquiátricas.

Para el fiscal, el dicho de Fernando Esteche “supera con holgura la libertad de expresión, internándose en el plano de la ilegalidad, sobre todo por tratarse de un dirigente político con seguidores y adherentes, y por haberse pronunciado públicamente”. Créase o no, Fernando Esteche tiene “presencia académica” en algunos institutos universitarios vinculados al periodismo de reciente creación, que formaron y siguen formando parte de la “máquina de aplaudir” construida por Cristina Fernández de Kirchner, con dineros públicos.

El fiscal Romero sostuvo asimismo que Fernando Esteche “ha utilizado y manipulado el lenguaje para enviar un mensaje cuasi mafioso, intolerable en un Estado de Derecho y repugnante a la convivencia democrática”. Esto es lo que supone advertir abiertamente que cualquier magistrado que decidiera encarcelar a Cristina Fernández de Kirchner podría ser objeto de una represalia inmediata. Incluyendo su posible destitución, apartamiento de la causa, o “aparecer muerto”.

Para quienes no conocen este perfil mafioso que acompañó a Cristina Fernández de Kirchner durante su gestión, la frase de Fernando Esteche puede significar poco. En cambio, para quienes viven y han vivido en la Argentina y han observado, por años, el accionar violento e impune de Quebracho, la frase comentada es simplemente “más de lo mismo”. Triste quizás, pero esa y no otra fue la realidad argentina a lo largo de la última década y uno de sus principales actores violentos continúa -queda visto- actuando como si nada hubiera cambiado en la República Argentina. Esto es, como si la intimidación pública no hubiera sido y sigue siendo un delito específicamente previsto en el Código Penal de la República Argentina, en el título de los delitos contra el orden público.

Fernando Esteche sabe que hasta ahora sus tumultos o desórdenes, así como sus intimidaciones, no le generaron demasiados problemas graves, pese a que ha tenido ciertamente que enfrentar el accionar judicial. Vuelve entonces a desafiar la paz social y a tratar de presionar sobre las instituciones, a través del miedo.

De esta manera hace de nuevo evidente una faceta característica del accionar político de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. No obstante, la sociedad argentina nunca se acostumbró a ella. El problema es que los “kirchneristas” sí se acostumbraron al actuar violento, del que -al menos por ahora- parecen no haber renunciado. (EDE)

Share