Por Ricardo Bustos.-

Así nos sentimos quienes abrazamos las normas de respeto y cordura que nos ofrece la democracia. Esos seres que nos gobiernan, se autodefinen como «Todos Unidos», en una foto desdibujada por lo mal oliente en la categoría de sus integrantes. Groseros, matones de barrio rico, sometiendo a sus seguidores ilusos, mintiéndoles con espejitos de colores y papeles sin valor, aprovechándose de la terrible cantidad de analfabetismo intelectual. Más de 100.000 muertes, (muchas de ellas seguramente evitables si se hubieran comprado en tiempo y forma las vacunas, sin priorizar la ideología del malón de «no tan jóvenes idealistas».

7 de cada 10 niños sin ir a la escuela, 6 de cada 10 niños pasando hambre y desnutridos como sus abuelos en el otro extremo de la vida y el dolor por el tiempo perdido. Millones de mujeres y hombres sin poder trabajar, transitar, visitarse con sus seres queridos, una catástrofe psiquiátrica masiva sin retorno.

Nos usaron… Nos mintieron y somos culpables por creerles, por permitir que, una vez más, nos prometan una Argentina diferente… pero con los mismos políticos. Creer o no en Dios a esta altura de los acontecimientos, es una instancia que solo nosotros podemos entender porque quienes nos gobiernan sólo creen en ellos. Así las cosas, no me resigno a creer que Dios nos abandona, ese mismo Dios al que los políticos cuando asumen, prometen lealtad junto a la Patria o que los demanden si no cumplen.

La encuestadora Mariel Fornari ha dicho que: «La confianza no se recupera con dinero». A buen entendedor, en noviembre habrá un plebiscito con instancias superiores para definir quién es quién…

Sin ánimo de polemizar y lejos de cualquier ideología. Hemos llegado así hasta acá, porque la oposición durmió la siesta de la desidia con absoluta e innegable complicidad. Como dicen los carteles que pegaron en las paredes cercanas al Congreso de la Nación, con la autoría intelectual de miembros del Partido gobernante… «Déjense de joder» (perdón).

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