Por Cosme Beccar Varela.-

Hay por lo menos dos historias de la argentina que transcurren por vías paralelas. Una, perfectamente planificada y ejecutada con todos los medios del poder a su disposición, una ideología, una estrategia y un mando unificado en su más alto nivel (que no es el de la Presidencia, aunque ésta sea uno de sus principales instrumentos). La otra, totalmente atomizada, desprevenida, sumida en el egoísmo más estúpido imaginable y con una ideología relativista esencialmente inerte. La primera, la concibe y la realiza el neo-comunismo. La segunda, cualquier idiota que ande por ahí la integra de pleno derecho sin que tenga otra cohesión ideológica que la que induce la primera de las fuerzas a través de sus varios sistemas de «lavado de cerebro».

La primera se toma sus tiempos para alcanzar su objetivo que, como es obvio, es la creación de un Estado neo-comunista en el cual no existirán los derechos y libertades individuales ni regirá la moral de la ley natural y menos aún la basada en el Cristianismo. Es multifacética y desconcertante, pero para quienes tienen los mapas -o saben ver los indicios para conjeturarla-, es perfectamente clara e inexorable.

La segunda es fluida, inconsistente, optimista sin razón y no tiene la menor idea de lo que le espera, ni quiere saberlo. «Carpe diem», aprovecha el día de hoy, es su primer lema, y el segundo, rechazar a los «profetas de desgracias», que son los que tratamos de hacerlos reflexionar y reaccionar. Prefiere gozar cada minuto de su «disneylandia» sudamericana, barriendo hacia abajo de la alfombra los síntomas de que tal vez las cosas no sean tan inocuas como lo quieren creer.

A la primera de estas historias podríamos llamarla «dominante» y a la segunda «precaria».

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Nos acercamos a las elecciones primarias en las cuales se elegirán los candidatos a Presidente para Diciembre del corriente año. Como ya he dicho varias veces ese episodio político tiene una importancia secundaria pero no irrelevante y está totalmente en manos de los jefes de la historia dominante. Por lo pronto, se han asegurado de que cualquiera que sea el elegido, el «plan maestro» seguirá su curso con muy pocas variantes. Son todo ellos unos canallas, de pésimas ideas, pésimas costumbres, poco interesantes y de una garantizada sumisión a esos jefes. No hay «mal menor» que valga en esa opción degenerada.

Si embargo, la prensa dedica amplios espacios para informar sobre las actividades de esos títeres de baja estofa. Su total falta de popularidad es descaradamente puesta en evidencia por las fotos de sus «campañas». Es frecuente mostrarlos «haciendo campaña» en algún lugar cualquiera, pero no mediante actos multitudinarios, sino conversando con algún solitario vecino en la puerta de su casa. Hoy, por ejemplo, está Macri en una foto de «La Nación», brazos en jarra, con su compañera de fórmula, conversando con un vecino en no sé qué localidad del gran Buenos Aires. Eso es todo. ¡No tienen vergüenza!

Lo más importante, sin embargo, no es quien será el candidato que el fraude electrónico convierta en Presidente (en una elección nula que nadie discutirá) sino cual es la corriente que marcará con su sello la acción política de los próximos años. La clave está en lo que está pasando en las calles y en las rutas, tomadas por grupos de extrema izquierda disfrazados de «militantes sociales» o «sindicales», en el apoderamiento del Estado por el grupo neo-comunista de «la cámpora», en la audacia de los jueces improvisados dispuestos a abusar del poder judicial tanto como sea necesario, en el poder de la prensa, toda en manos de la izquierda, la inexistencia de las FFAA y, «last but not least», en la descarada apostasía de una gran parte del clero católico dedicado a falsificar la doctrina de la Fe.

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Por ejemplo, en el supuesto conflicto sindical de la Compañía del colectivo 60 un grupo de 80 individuos pretendió ayer cortar la autopista Panamericana. El conflicto es falso, como lo explicó la empresa propietaria y la totalidad de las Cámaras del Transporte de Pasajeros en una solicitada publicada en el «Clarín» del 27/72015. Allí se dice que «en la actualidad no hay ningún trabajador despedido» (agachada peligrosa porque es casi como decir que no tienen derecho a despedir a los empleados que lo merecen) y que el desastre del servicio lo causan 80 agitadores sobre 8.000 empleados que tiene la empresa.

Obviamente los 80 están al servicio de la izquierda cuyo objetivo no es gremial sino político, o sea, descompaginar el Estado de Derecho y crear el caos social en un ambiente de lucha de clases. En el «Clarín» del 29/7/2015, pag. 37 se informa que «toda al izquierda se unió al reclamo de los colectiveros» (¿por qué no dice: » se unió a la agitación provocada por 80 camaradas colectiveros»? «La Nación» en su noticiero del mismo día tampoco hace esa aclaración, como si la solicitada de las Cámaras no existiera).

El gremio oficial de los colectiveros, la UTA, ratificó que lo dijo la empresa es verdad y denunció a los agitadores.

Nada más fácil para la Gendarmería que reprimir a esos malhechores. Y lo hizo, pero enseguida el gobierno de Scioli mandó al ministro de Seguridad a «mediar en el conflicto». ¿Mediar? Eso equivale a darle el mismo «status» a la parte ofendida y pacífica que a la parte ofensora, delictiva y violenta. Es como si un policía sorprendiera a un ladrón asaltando a un transeúnte y en vez de llevarse preso al primero, se ofreciera como mediador entre el delincuente y su víctima… Lo peor es que la gente se va acostumbrando cada vez más a estos absurdos y eso implica una victoria para la historia «dominante»…

Sin embargo, este caso con acción represiva es único entre otros miles durante estos últimos doce años en los que la Fuerza Pública no sólo dejó hacer a los delincuentes «sociales» sino que hasta los ayudó colaborando en el corte de calles y rutas.

¿Alguien cree que esto cesará con el nuevo Presidente puesto por el dedo de INDRA, el Gran Elector electrónico al servicio de la tiranía kirchnerista? No. Y tampoco creen que serán devueltos los otros «regalos» venenosos que deja este régimen y que menciono más arriba. Luego, la historia «dominante» será la misma y la otra, la «precaria», seguirá viviendo en su precariedad, cada día más precaria y cada día con menos paz y libertad.

Alguien me preguntará para qué digo todo esto sino puedo hacer nada para impedirlo. Respondo: porque es un deber de caridad corregir al que yerra o lo que es lo mismo darle oportunidad a los hombres de buena fe engañados de salir de su engaño y unirse para defenderse. Si no quieren hacerlo, al menos no podrán decir “que no sabían”.

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