Por Manuel Lichtenstein.-

Según el Presidente de los EEUU, el Sr. Barack Obama, el acuerdo con Irán con respeto al control que las potencias rectoras tienen a su cargo con el solo propósito de evitar que Irán cumpla con su sueño dorado como es de lograr un dispositivo de guerra letal para dar rienda suelta al programa tantas veces enunciado, de borrar del mapa al Estado de Israel.

Ya sabemos que tanto la política como sus “indispensables” políticos, se visten o se disfrazan con todos los matices posibles.

Y si de negociar se trata, todos sabemos por sobrada experiencia, que con el Islam lograr un acuerdo generalmente produce un resultado a la inversa.

Los persas y en este caso los iraníes, son mucho más sutiles y picaros que cualquier negociador que se les cruce que provenga de Occidente.

No es necesario demostrar que los que son de origen musulmán adscriptos al Corán, nunca expresaron lo que pensaron y mucho menos en la práctica, ya que sus actitudes no se llevan bien con lo enunciado.

Obama lo sabe mejor que nadie, ya que por sus venas corre sangre musulmana, que no es poco en esta eterna controversia entre Oriente y Occidente, cuyos resultados bien a la vista dan la pauta de que estamos frente a la seguridad que es un tema de nunca acabar.

Si en el acuerdo con Irán, tanto el Ayatollah Khamenei como el ultra terrorista cabeza máxima del Hezbolá, Hassan Nasrallah, insisten enfáticamente en el no reconocimiento de Israel como un Estado Soberano, y que no suprimirán las asignaturas básicas referidas a la desaparición física del Estado Israel, único baluarte que tanto para los israelíes como para los judíos de la diáspora, este es un documento que no evitó una guerra, solo la postergó hasta que frente al hecho consumado de que irán la hará pito catalán a todas la inspecciones, que como siempre las hacen a destiempo.

Israel no puede ni debe aceptar pasivamente que mientras en Viena cerraban este estúpido e inútil acuerdo, en Teherán al mismo tiempo las hordas fundamentalistas quemaban las banderas de los EEUU e israelíes, mientras que una multitud enardecida proclamaban: muerte a Israel y a los EEUU.

Como muchas veces sucede la historia suele repetir errores que costaron la vida de muchos millones de seres humanos que solo fueron piezas de descarte en este tablero que manejan los políticos.

Me viene a la memoria el pernicioso Pacto de Múnich, que se firmó el 29 de septiembre de 1938, como una garantía de paz, aunque la realidad implacable, demostró su inutilidad de la misma manera que ha de suceder con este indigno acuerdo del cual más de un firmante se arrepentirá.

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