Por Hernán Andrés Kruse.-

El apoyo al gobierno de Cambiemos va disminuyendo con el paso del tiempo. Hace un año, el 40 por ciento se declaraba oficialista y el 36 por ciento, opositor. Desde hace varios meses la tendencia se revirtió a favor de los opositores. La diferencia es estiró en 10 puntos mientras el gobierno se vale fundamentalmente del ataque a Cristina para recuperar la iniciativa política. En diciembre y enero se produjo un hecho notable: la cantidad de argentinos que se definen como opositores creció siete puntos, mientras que la cantidad de argentinos que se definen oficialistas cayó cinco puntos. Ello significa que en la antesala de febrero los opositores superan a los oficialistas en 23 puntos (un deterioro de 27 puntos en un año). Sin embargo, esta caída aún no se percibe claramente en la imagen presidencial porque quienes son sus votantes todavía lo justifican en que recibió una herencia muy compleja, que gobernar no es una tarea sencilla, que el panorama es complicado, y una serie de argumentos similares. Pero al mismo tiempo, quienes se consideran políticamente independientes comenzaron a abandonar el oficialismo y quienes antes no se consideraban ni opositores ni oficialistas han comenzado a autodefinirse como opositores. Tales las conclusiones a las que arriba Roberto Bacman (CEOP) luego de una encuesta telefónica realizada a 1200 personas en todo el país. Bacman sostiene que “la estrategia de marketing que sustentó a la campaña de Cambiemos logró potenciar a un electorado abiertamente antikirchnerista (que aún mantiene) y al segmento de los independientes que percibían una suerte de necesidad de cambio. Mauricio Macri tuvo la capacidad de representarlo. Obviamente mucha agua ha corrido por debajo del puente y en poco tiempo, apenas trece meses. Los argentinos van perdiendo la paciencia y los oficialistas cada vez son menos, al tiempo que, concomitantemente, crecen los independientes y los opositores”. “Para mayor preocupación del gobierno”, agrega, “el núcleo duro opositor, allí donde anidan los votantes kirchneristas puros, llegó en esta última medición a un 25,3 por ciento”. En los últimos meses no se registraron cambios significativos en las opiniones positivas y negativas del presidente de la nación. Opina bien o muy bien un 42 por ciento y mal o muy mal un 55 por ciento. Se registra, pues, un saldo negativo de 13 puntos. Respecto a la gestión gubernamental, los números empeoran: hay un 57 por ciento de críticos. Seis de cada diez argentinos no están conformes con el gobierno de Cambiemos. Desde que asumió el presidente perdió 16 puntos y en el último año, ocho puntos. La inseguridad es lo que más preocupa a la población, manteniendo el resto de los temas (economía, corrupción, inflación, educación, salud) sus números anteriores. Merece ser destacado el crecimiento de la preocupación entre diciembre y enero por la desocupación. En estudios anteriores se detectó que el 40 por ciento de los entrevistados veía con preocupación su situación laboral. En enero, la preocupación por la desocupación pegó un salto de 7 puntos (20 a 27 por ciento). Según Bacman, “se transitó un enero con complicaciones económicas: aumento de combustible, prepagas y tarifas, va a golpear irremediablemente en la inflación del primer mes de año. Además, un importante segmento de los sectores bajos y medios de nuestro país hasta tuvieron que resignar sus vacaciones. Los tiempos no están para tirar manteca al techo. No debe sorprender que hasta el momento, esta última temporada haya sido calificada por los operadores turísticos de dicha zona como una de las peores en la costa argentina”. En diciembre el presidente de la nación, a manera de balance de su gestión, se autocalificó con un ocho. Dice Bacman: “desde el mes de septiembre del año pasado, el Índice de Satisfacción Ciudadana (ISC) arroja un promedio de 4 puntos, el cuál desagregado por rangos muestra un nivel de insatisfacción significativo: 58,4 por ciento de los encuestados son los que se acumulan en una calificación que va de 1 a 4 puntos. Para estos argentinos, la gestión liderada por Macri ni siquiera obtuvo un aprobado. La peor nota obtenida por la actual gestión se encuentra en el ámbito de la economía: allí ni siquiera aprueba ya que obtiene 3.58 puntos y apenas pasa los 4 puntos en las dimensiones políticas y económicas. Si esto no cambia, los problemas tenderán a profundizarse”. “La economía no logra satisfacer a los ciudadanos argentinos y en ninguno de los tres indicadores que componen esta dimensión del índice llega al mínimo aprobado: 3,93 en eficiencia en el manejo de la economía, 3,41 en distribución de la riqueza (reafirma desde otra perspectiva la idea de que este es el gobierno de los ricos) y 3,40 en disminución de la pobreza (¿quién se acuerda al día de hoy de la consigna de pobreza cero, una de las promesas más rimbombantes de la campaña de cambiemos?)”(fuente: Raúl Kollmann, “Cada vez son menos con la camiseta de Cambiemos”, 29/1/017).

La perspectiva electoral no podía faltar en este nuevo análisis del CEOP. “Desde ya que el desafío electoral para Cambiemos está en la provincia de Buenos Aires, donde vota el 39 por ciento del padrón electoral y donde la ex presidente Cristina Kirchner tiene su mejor performance electoral, aún sin saberse si va a ser candidata o no. La imagen de CFK viene en aumento, tiene un techo porque existe un importante sector de la sociedad que no la quiere (53 por ciento), pero hay distritos de la Tercera Sección electoral en la que nada menos que un 60 por ciento opina bien de ella”, señala Bacman. Las palabras del jefe del CEOP son por demás cautelosas: “hoy por hoy, la situación de Cambiemos en la Provincia de Buenos Aires no es sencilla. Aún no se sabe a ciencia cierta quién será su cabeza de lista. Sólo Elisa Carrió mide bien en la provincia. ¿Los restantes y posibles candidatos? Poco y nada. ¿Podrán cargar la campaña en los hombros de María Eugenia Vidal? Es una posibilidad que no siempre resultó efectiva. Tiene sus riesgos. Hoy, la actual gobernadora es la política con mejor imagen: 52,8 por ciento. Pero es necesario señalar que desde octubre que marcó su techo, la tendencia es al descenso”. El aquelarre que es hoy el peronismo favorece al oficialismo: “Hay que tener en cuenta que el peronismo aún está atravesando un período de curación de las heridas provocadas por la derrota electoral de 2015. Deberá recorrer en la totalidad de los distritos un proceso de unificación y alianzas. Un escenario dividido en tres o más partes (Cambiemos, peronismo y Frente Renovador) es ventaja competitiva para el oficialismo”. Para Bacman la elección de octubre próximo se presenta como un gran desafío para Cambiemos ya que, de alguna forma u otra, se plebiscita la gestión del presidente de la nación. “Y esta no es una afirmación puramente teórica”, considera el sociólogo. “Sin ir más lejos hay que mirar tan solo los resultados de las elecciones de 2009 y 2013 en que perdió el kirchnerismo: fueron un significativo llamado de atención para el kirchnerismo gobernante de entonces. Siempre, y de manera inexorable, es un desafío para el oficialismo y una oportunidad, que luego debe saber aprovechar, para la oposición”. “Desde ya que aparece Cristina con un papel clave. Provincia de Buenos Aires es el distrito donde CFK logra en las encuestas su mejor posicionamiento, liderando la intención de voto, incluso más allá de saber si realmente será candidata. La imagen positiva de CFK en esta última encuesta a nivel nacional ha crecido alrededor de un punto y se ubica en el 41,2 por ciento. Como puede notarse un piso alto, un techo acotado, pero una notable (la mejor) penetración en el segmento de los opositores. Insisto en que hay distritos del sur del conurbano bonaerense en que CFK tiene un 60 por ciento de aprobación, Es un número muy alto”. Por su parte, Elisa Carrió tiene un 45 por ciento de imagen positiva y otro tanto de imagen negativa. Bastante bien para una dirigente que acaba de decir que la Argentina “apesta”. Finalmente, el otro importante dirigente a nivel nacional, Sergio Massa, está sufriendo un desgaste. Por primera vez, las opiniones negativas superan a las opiniones positivas (50,5 por ciento contra 44,7 por ciento). Lo que más lo perjudica es la polarización que comienza a producirse entre Cambiemos y el justicialismo (fuente: Raúl Kollmann, “Sube la imagen de CFK y Massa se desgasta”, Página/12, 29/1/017).

El presidente de la nación había decidido, decreto mediante, declarar movibles los feriados del 24 de marzo y el 2 de abril. Tanta fue la polémica que generó que finalmente decidió dar marcha atrás. El sábado pasado por la noche decidió que, para evitar más divisiones entre los argentinos, dictará un nuevo decreto de necesidad y urgencia que restablecerá ambas jornadas como feriados inamovibles, además del día de la Bandera. Enterada de la novedad, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto, dijo que “es una buena noticia porque conseguimos nuestro objetivo, que el presidente recapacite, pero nos queda un sabor amargo. De todas formas, que se haya dado marcha atrás es un ejemplo de la tenacidad del pueblo”. Apenas se conoció el primer decreto un grupo de 16 organismos advirtieron que lo que buscaba el presidente era vaciar de contenido una fecha que es el emblema del terrorismo de Estado y enervar las masivas movilizaciones que se producen en el país cada 24 de marzo. Fue en ese momento cuando Estela Carlotto manifestó que el presidente debía recapacitar porque él, como todo presidente, gobierna para el pueblo y si toma la decisión de escucharlo, sale fortalecido espiritualmente. Por su parte, varios intendentes del PJ salieron con los tapones de punta anunciando su decisión de disponer asueto municipal el 24 de marzo. Mientras tanto, los gobernadores Mario Das Neves y Carlos Verna habían decidido lo mismo para permitir a los empleados públicos su participación en la rememoración. Dentro de Cambiemos, el diputado Ricardo Alfonsín cuestionó en duros términos la determinación de Macri (la tildó de “incomprensible banalidad”), y el gobernador Schiaretti, muy cercano al presidente pese a militar en el peronismo, consideró que el feriado del 24 de marzo no puede ser modificado porque es fundacional. Por su parte, Santiago Cantón, secretario de Derechos Humanos bonaerense, consideró que era muy importante consensuar la decisión con los organismos de derechos humanos. Si algo le faltaba a Macri para darse cuenta de la necesidad de dar marcha atrás con el decreto fue el pronunciamiento de la cúpula de la UCR. José Corral, presidente del Comité Nacional, manifestó: “Estamos conversando con el gobierno y a través de nuestros legisladores. Comprendemos la preocupación de diferentes instituciones” (…) “Imagínese la importancia que tiene esta discusión para los radicales que somos quienes de algún modo lideramos el Juicio a las Juntas y el período de transición a la democracia con Raúl Alfonsín”. Mario Barletta, diputado radical, había sugerido la necesidad de revisar la decisión y admitió que no le gustó para nada la intención del presidente de mover la fecha rememorativa de la muerte de Manuel Belgrano. Incluso el ex gobernador Scioli salió a criticar a Macri: “Que no nos divida lo que nos une. Mantengamos inamovibles los feriados del 24 de marzo y del 2 de abril”. Ante el cariz que iban adquiriendo los acontecimientos, el oficialismo optó por dar marcha atrás señalando que “el gobierno nacional dictará el próximo lunes un DNU rectificador con la decisión de establecer la inamovilidad de los feriados del 24 de Marzo, 2 de Abril y 20 de Junio. La decisión fue tomada por el Presidente Macri luego de escuchar las diferentes opiniones que se suscitaron sobre el tema, convencido que era la mejor decisión para evitar división y seguir trabajando en pos de la unidad de los argentinos” (fuente: “La memoria no se mueve”, Página/12, 29/1/017).

En su edición del 29 de enero Página/12 publicó un artículo de Alfredo Zaiat titulado “Descalabro”, en el que hace un balance fiscal del primer año del gobierno de Mauricio Macri. Según Zaiat, el déficit fiscal primario 2016, sin tener en consideración las transferencias del Banco Central y Anses, fue de 6,56 por ciento del PIB. Ahora bien, si se tiene en cuenta el saldo negativo de las cuentas del Banco Central (déficit cuasifiscal), el déficit trepa al 8,73 por ciento. Si también se considera el desequilibrio de las cuentas provinciales, alcanza el 10,23 por ciento. Estos son, remarca Zaiat, los números de la realidad y no los números imaginados por el ministro Dujovne. Gracias a la multa del blanqueo de capitales el gobierno logró recaudar 111.273,9 millones de pesos en 2016. Ese ingreso se dio por sólo esa vez y fue incorporado por el ministerio de Hacienda como si se tratara de un ingreso corriente. Ello explica la aparición, según el gobierno, de un déficit de 4,6 por ciento, y la posibilidad cierta de dar cumplimiento con la meta para 2016. “Esa presentación oficial”, remarca Zaiat, “es lo que se conoce como contabilidad creativa o, en forma más directa, un maquillaje de las cuentas para mostrar que están en línea con lo previsto ocultando un desequilibrio de proporciones”.

Santiago Mancinelli hizo un estudio muy interesante del resultado fiscal 2016. No solo precisó las cifras recién mencionadas sino que hizo una descripción normativa y conceptual del proceso que se utiliza para contabilizar los ingresos del sector público (ley 24.156 de Administración Financiera y de los Sistemas de Control del Sector Público Nacional, que recibió su aprobación parlamentaria en septiembre de 1992). Según el Manual de Sistema Presupuestario Público de lo que fue hasta hace poco el Ministerio de Economía, “los ingresos corrientes incluyen las entradas de dinero que no suponen contraprestación efectiva como son los impuestos y las transferencias recibidas, los recursos clasificados conforme a la naturaleza del flujo, es decir, por venta de bienes, prestación de servicios, por cobro de tasas, derechos, contribuciones a la seguridad social y las rentas que provienen de la propiedad”. Según Zaiat, emulando al doctor Domingo Felipe Cavallo, la conducción de Prat Gay y la actual de Dujovne, se han valido de la “contabilidad creativa de las cuentas públicas”, es decir, han dibujado números para hacer creer a la población que la macroeconomía marcha bien cuando la realidad indica algo muy diferente. En otros términos: primero Cavallo y luego Prat Gay y Dujovne nos han mentido en la cara, nos han tratado como a adolescentes inmaduros (los resultados del balotaje han demostrado que en cierto sentido lo somos). Cuando Cavallo fue ministro de Economía, computaba como ingresos corrientes lo que se obtenía por la venta de las empresas públicas. Esos ingresos, explica Zaiat, eran entradas por una única vez; sin embargo, don Mingo los consideraba como ingresos habituales. De esa forma, expresa Mancinelli, “maquillaba los resultados fiscales al sumar recursos extraordinarios” para hacerle creer a la población que había abundante dinero en las arcas del Estado, es decir, que no había riesgo de déficit. Durante los últimos meses del gobierno de De la Rúa, esfumado el dinero de las privatizaciones (¿adónde habrá ido a parar?) Cavallo decidió retener el desembolso de partidas y no continuar computando gastos, lo que provocó un endeudamiento que el gobierno ocultó. Luego imploró ayuda financiera al FMI pero no logró impedir el derrumbe de la convertibilidad. En la actualidad, primero Prat Gay y luego Dujovne se han valido del dinero que ingresó al Estado a raíz de las multas cobradas por el blanqueo de capitales para ocultar el descalabro fiscal. Según Mancinelli, “esos dos escenarios, el del 2001 y el actual, se asemejan con la diferencia que hasta el momento no se ha acordado con el FMI un préstamo contingente”.

Si hay algo que molesta sobremanera a los economistas que defienden el modelo económico del macrismo es la comparación del mismo con el modelo económico K. En este sentido, el resultado fiscal los irrita sobremanera. Primero durante la campaña electoral y ahora en el gobierno, han criticado hasta el cansancio el despilfarro en el que incurrieron los gobiernos K que provocó la pérdida del superávit fiscal y, a raíz de ello, el incremento de la inflación. Sin embargo, con las medidas tomadas el gobierno de Cambiemos no ha hecho más que empeorar el panorama. En efecto, en lo que lleva como presidente Mauricio Macri ha duplicado la inflación y no se pone colorado cuando dice que sería un mérito si al finalizar 2017 el nivel de inflación es igual al de fines de 2015. Si se comparan las cuentas fiscales Cambiemos sale aún peor parado. El déficit primario en 2015 de la Administración Pública Nacional fue del 2,0 por ciento del PIB, mientras que el déficit financiero fue del 3,8 por ciento. Estos datos no son fruto de la imaginación de Kicillof sino que surgen del informe de ejecución presupuestaria devengada dado a conocer en abril de 2016. Fue el Indec de Macri el que informó el PIB en pesos corrientes. Ahora bien, en base a la “contabilidad creativa” el ministro Prat Gay consideró que en 2015 (último año de gobierno de CFK) el déficit primario-restadas las transferencias al tesoro del Banco Central y del FGS-Anses-, fue de -4,2 por ciento del PIB. Sin embargo, aún con el maquillaje del ingreso del blanqueo, el déficit del primer año de gestión del macrismo fue de -4,6 por ciento. Pero la cifra real del déficit fiscal fue 6,56 por ciento del PIB, lo que significa que durante el primer año de gestión de Macri el desequilibrio de las cuentas públicas fue 56 por ciento mayor que el registrado durante el último año de gestión de Cristina Kirchner. Lo notable es que, como bien advierte Zaiat, “el descalabro fiscal no fue originado por algún acontecimiento externo negativo ni por una pesada herencia. Fue consecuencia de una política económica deliberada que redistribuyó ingresos en forma regresiva y que además castigó las cuentas del Tesoro: reducción de impuestos, eliminación de retenciones, shock recesivo (tarifazo, caída del salario real y apertura importadora) que provocó pérdida de recaudación y fuerte suba de la tasa de interés habilitando la bicicleta financiera con las Lebac”.

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