Por Luis Américo Illuminati.-

Para desintegrar moral e intelectualmente a un gran país, hay que realizar este ominoso objetivo: Destruid el principio de autoridad de los padres sobre sus hijos, convenced a éstos que la vida es sólo sexo, rock, drogas, fútbol y reality show y tendréis un cóctel perfecto para convertir a un pueblo soberano en una masa nihilista y miserable como está sucediendo con la Argentina. Y la clase política, hace rato que se ha prestado a colaborar con este siniestro objetivo. Sus campañas son el beso de Judas. ¿Quién puede poner en duda este aserto? ¿Alguien que tenga una conciencia libre y una mente despejada, podría negarlo? Hay que observar las impúdicas campañas proselitistas de los candidatos y se convencerán de esta triste realidad. ¿Cómo juzgar la violencia familiar, escolar, o callejera, si desde el gobierno se dan pésimos ejemplos de mal comportamiento? La perversión de arriba engendra la perversión de abajo. El oficialismo diariamente nos ofrece una orgía de corrupción y venalidad a granel. La actual perversión de las costumbres, la extravagancia y mendacidad incurable de los políticos, nos recuerdan los días de personajes malvados como Heliogábalo, Nerón, Calígula, Domiciano y demás déspotas y autócratas malvados, lista a la que corresponde agregar los engendros femeninos, como Livia, Agripina, Mesalina, literalmente, “demonios femeninos”. ¿Acaso la política argentina no registra personajes femeninos tan perversos como aquéllas? ¿Acaso no tenemos harpías de la política, como Herodías que convenció a su hija Salomé para que le trajeran en bandeja de plata la cabeza de San Juan Bautista? La escritora Susana Castellano de Zubiría, en su ensayo “Mujeres perversas de la historia”, pasa revista a personajes de la antigüedad, de la Biblia y de la mitología, pero no incluyó personajes reales, una veta riquísima que como nunca existe actualmente en la Argentina y que forman parte del elenco oficial cuya malignidad es una maldición disfrazada de heroína. Esta falsa heroína se prepara a dar el último “beso de Judas” al Vicario de Cristo.

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