Por Carlos Marcelo Shäferstein.-

Durante las últimas horas estuve reflexionando acerca de la Justicia Argentina: particularmente sobre la situación de los “dignatarios” públicos, financistas y empresarios cómplices de la era kirchnerista. Me sorprendí mucho al notar que la tendencia es a morigerar un tanto en demasía a los imputados por la administración fraudulenta de la nación, al punto de que se intenta concentrar a todos los capturados hasta ahora en un solo pabellón (¡!).

Al punto que Lázaro Báez, Daniel Pérez Gadín, Ricardo Jaime, Jorge Chueco, y ahora José Francisco López quedaron detenidos en la Complejo Penitenciario Federal de Ezeiza -absolutamente en contacto- con la posibilidad de asistencia médico-psiquiátrica para preservarlos en su integridad, carencia de grilletes, acceso a los diarios y a la televisión, en módulos con celdas abiertas, un espacio de convivencia central, y hasta ejercicios al aire libre.

Una primera observación que llama mucho la atención reside en que a los cómplices de los mismos delitos o infracciones conexas no se los incomunique el uno del otro para evitar que se pongan de acuerdo en sus futuras declaraciones, ya que esta actitud que se viene observando seguramente servirá a los reos para unificar criterios.

Tras el fracaso de las elecciones de octubre del Frente para la Victoria, se terminó la impunidad para muchos, y los magistrados se están desperezando mientras desempolvan viejos expedientes cajoneados, en espera de la esperanzadora prescripción de los delitos. Los motivados por las reiteradas denuncias contra José López, algunos de los cuales datan de once años atrás, y muchos otros. Ahora surge el de aquel personaje cuya captura por la policía militar brasileña en Foz de Iguaçú motivó la sorpresa tanto de funcionarios domésticos actuales, como de jueces y fiscales inoperantes.

Ibar Esteban Pérez Corradi era uno de los “protegidos” de Cristina -financió millonariamente su campaña electoral- y el máximo importador de efedrina -autor intelectual de tres crímenes mafiosos- a quien extraditarán a la Argentina, de la que se había profugado gracias a la excarcelación que le dio (cinco años atrás) la jueza federal, Sandra Arroyo Salgado.

Residía cómodamente en Paraguay a pesar que todo Comodoro Py conocía de su paradero, pero nadie movió un dedo para hacerlo comparecer por el llamado “triple crimen de General Rodríguez”.

Sin embargo Pérez Corradi tiene un pedido de extradición a Estados Unidos por la introducción a Norteamérica de “Oxicodona” un analgésico derivado del opio, mediante el envío de una encomienda por correo privado. Tal es el trámite que prescribió en los anaqueles del Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional de San Isidro de la ex mujer de Natalio Nisman.

Sin embargo el traficante narco persevera en la confianza de ir a parar al mismo pabellón y módulo en la que aguardan el paso del tiempo para pedir la excarcelación los ex funcionarios kirchneristas con quienes compartía ranchadas y picados de fútbol.

Debido a que mucho teme a ser conducido a juicio en los Estados Unidos, donde el sistema carcelario es más eficaz y muy distinto al de la Argentina.

Menos confortable que el complejo penitenciario federal de Ezeiza, donde el Ministerio de Justicia se está readecuando a los nuevos tiempos, ya que el módulo 6 -en uno de sus pabellones está alojado Lázaro Baéz- será el lugar de albergue para ex funcionarios, contratistas y otros acusados por corrupción bajo la sigla IRIC, se encuadra el programa de “Reducción de Índices de Corruptibilidad”. O sea para devolverlos a la sociedad debidamente resocializados.

Fuente: http://www.infobae.com/politica/2016/06/17/en-la-carcel-de-ezeiza-reforman-pabellones-para-corruptos/

Dice la anécdota que el 22 de octubre de 1983, en la prisión de alta seguridad de Marion (Ohio), dos reclusos que estaban esposados mataron a sus guardias en episodios separados. En el primer caso el preso, esposado adelante, introdujo sus manos dentro de la celda de un compañero quien, mediante una llave robada, lo liberó y dio un cuchillo con el que el primero dio una media vuelta y mató al custodio. Horas más tarde, otro preso usó la misma táctica para ultimar a su guardia.

A partir de ese día se pensaron y dispusieron las medidas especiales de máxima seguridad en Norteamérica, actualmente conocidas en los ámbitos penales y penitenciarios de ese país como “Unidades de Control” o “Prisiones Supermax”.

Las cárceles de los Estados Unidos con régimen de “tolerancia cero” siempre están dispuestos a abrir sus rejas para recibir a los jerarcas del narcotráfico extraditados de Sudamérica, cuando en los países de nuestro hemisferio las prisiones preventivas extinguen a los 24 meses de duración -ocasión en los reos aún no condenados recuperan la libertad- o bien las sentencias son fláccidas y tenues.

La penitenciaría de Florence, en Illinois, o de “El Encierro”, la prisión federal norteamericana de mayor seguridad del país, son los establecimientos que esperan a los capos de la droga para someterlos a alojamiento en solitario bajo un régimen que impide la reunión de dos o más prisioneros aún esposados atrás.

La construcción de las celdas de estas cárceles no permiten que los presos se vean unos a otros y, en caso de castigo que profundiza el aislamiento y les quita la salida de recreación de una hora diaria en patios internos o externos totalmente enrejados, sólo pueden esperar a intercambiar un cambio de miradas con el guardia que a través de la ventanilla de la puerta realiza el recuento en cada cambio de guardia.

Una alternativa a Florence y El Encierro, es la prisión de Lompoc, California.

Como establecimiento de máxima seguridad, Lompoc dispone de muros fortificados, alambradas dobles y triples, celdas múltiples e individuales con puertas de doble panel de acero y la más alta proporción de personal penitenciario en relación al número de presos para un estricto manejo del movimiento de los internos, usualmente violentos.

“Las condiciones de alojamiento y el trato a los prisioneros no se consideran castigos sino medidas administrativas”, se adelantan a explicar las autoridades a cargo del funcionamiento de estos penales, incluyendo dentro de estos parámetros a algunas prisiones de alta seguridad que admiten el uso de perros agresivos sin bozal para intimidar a los internos.

De esa forma las prisiones “Supermax” alojan a asesinos seriales, terroristas, narcotraficantes y delincuentes que representan cualquier tipo de amenaza para otros presos. Además son recluidos en estas prisiones quienes tienen una enfermedad mental incontrolable, los pederastas o violadores, y, en general, personas con conductas incorregibles y que frecuentemente son indisciplinados. También quienes requieren de una custodia especial, los que requieren estar separados del resto de los presos o los que necesitan ser observados todo el tiempo por su inaceptable o problemático comportamiento.

Los reclusos mantienen mínima comunicación al exterior y son sometidos a períodos largos de tiempo en soledad. En estos sitios, ellos están prácticamente alejados de cualquier actividad recreativa, educativa, de rehabilitación de adicciones y demás actividades que cotidianamente brindan en prisiones convencionales.

Amnistía Internacional reportó que eran más de 40 los estados que tenían este tipo de cárceles, donde además reportan que 25 mil presos.

Cabe resaltar que la mayoría de estas prisiones son estatales, pero una es operada por el gobierno federal estadounidense: la prisión Supermax del estado de Colorado, “The United States Penitentiary: Administrative Maximmum (ADX)”, con capacidad para 490 pesos, quienes están recluidos por celdas en separado de 22 a 24 horas diarias.

Amnistía Internacional -que jamás escribió una letra sobre las condiciones de cautiverio de los militares argentinos que derrotaron al terrorismo en los años ‘70- señala, en un reporte, que “las celdas en esa prisión Supermax tienen paredes sólidas que impiden cualquier comunicación o interacción con otros presos, además de una puerta corrediza al interior de la celda y una puerta sólida hacia el exterior. Comen todos los alimentos en la celda, se bañan y van al baño en la misma celda para evitar que tengan que salir de la misma. Las visitas de los funcionarios de la prisión, incluyendo controles de rutina por parte del personal médico y de salud mental se realizan sin cruzar la puerta de la celda y las consultas médicas y psiquiátricas a veces se llevan a cabo de forma remota a través de teleconferencias”.

En esta prisión “todas las visitas exteriores son sin contacto con los presos, pues están separados de sus visitantes por una pantalla de cristal. A los prisioneros en ADX se les permite salir de la celda para hacer ejercicio un máximo de diez horas a la semana, pero en una habitación interior o en pequeños patios o jaulas individuales, sin vista al exterior”.

Más aún. En otras prisiones los presos reciben aún menos tiempo fuera de sus celdas. “Todas las visitas exteriores son sin contacto con los presos, pues están separados de sus visitantes por una pantalla de cristal. A los prisioneros en ADX se les permite salir de la celda para hacer ejercicio un máximo de diez horas a la semana, pero en una habitación interior o en pequeños patios o jaulas individuales, sin vista al exterior”.

Tanto las puertas de la celda como las de los baños, el agua y la luz se operan de manera remota y el contacto con otras personas se limita a inspecciones médicas o de manera visual durante los rondines del personal de seguridad. La mayoría de la comunicación con el interno se da a través de sistemas de micrófonos, cámaras o parlantes. Cuando les corresponde salir al aire libre, lo hacen esposados o encadenados e invariablemente escoltados por al menos un par de agentes de seguridad por interno.

En estas prisiones de Estados Unidos todo es documentado. La rutina diaria de los reos y custodios es grabada tanto en audio como en video para ser evaluada por el personal idóneo, así como para supervisión, con el objeto de verificar el cumplimiento de las políticas y procedimientos de la prisión.

Resulta ser algo distinto al tratamiento que se les dispensa a los criminales comunes en nuestro país, el único del mundo donde los únicos que ocupan Complejos Penitenciarios de Máxima Seguridad son los ancianos retirados militares que mueren en sus celdas luego que el “modelo” de los Kirchner los hubieran enclaustrado en las mazmorras de por vida y arrojado la llave para siempre, a fin de encubrir con una pantalla de falsos “derechos humanos” un sistema de gobierno dedicado al saqueo sistemático de la Nación… a fin de hacer desaparecer lo poco que quedaba de la República.

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