Por Jorge Milia (Diario Castellanos, Rafaela).-

Los argentinos estamos condenados –sin 2 x 1– a división perpetua. Es difícil que la pena sea conmutada porque hacerlo depende de nosotros mismos, de nuestra capacidad para perdonar o para ser misericordiosos y para ello es esencial ceñirnos a la Verdad. Y la Verdad parece estar lejos y fuera del sentir argentino, cualquiera sea su convicción.

El motivo es simple y complejo a la vez. Simple en cuanto la realidad pasa por aceptar al otro, complejo en cuanto nadie acepta a los que considera «los demás».

El fallo de la Corte que reconoce a Luis Muiña el beneficio del «2 x 1» vuelve a agitar las aguas de la hipocresía argentina. Los «campeones de los derechos humanos» consideran –ahora– que el 2 x 1 es una locura. En otro momento lo aplaudieron, hoy se rasgan las vestiduras. Protestan contra el fallo pero no cuestionan que no ya para Muiña sino para cualquiera, pasar cuatro años en preventiva sea una forma de denegación de justicia. Suena raro. Pero tampoco aleguen que es un caso aislado. Los coroneles Mario Nakagama, Carlos del Valle Carrizo Salvadores y Jorge Acosta, quienes habían sido condenados a prisión perpetua, fueron absueltos de culpa y cargo… luego de cinco (5) años de prisión. Y entonces, nadie dijo nada. ¿No cabía que los defensores de los derechos humanos deploraran ese mal trato, esa negación de los derechos humanos? ¿O la condición de militares ya los hacía culpables?

Lo que complica todo es negar la verdad. Cuando se miente es difícil volver atrás. 30.000 desaparecidos sonaban muy bien y muchos los creyeron. Luego era muy difícil volver atrás. Cuando Graciela Fernández Meijide, madre de uno de esos desaparecidos, dijo que no llegaban a 8.000, la lapidaron.

Carlotto reclamó por nietos pero nunca reconoció que hubiera niños asesinados por los jóvenes idealistas y soñadores. Ni la hija del Capitán Cáceres, ni Paula Lambruschini, ni tantos otros niños muertos miserablemente fueron reconocidos como tales. Y sus asesinos, en muchos casos, andan libres por la calle o lo que es peor tienen pensiones o cargos oficiales.

Vivimos una dicotomía absurda por no querer sentarnos a una mesa y poner sobre ella todas nuestras miserias. Las de un lado y las de otro. Nadie tiene las manos limpias, pero tampoco quiere reconocerlo porque siempre la culpa es del otro.

Muchos consideran que los soldaditos asesinados desde Formosa a La Tablada eran represores, y que algunos de sus verdugos tienen todo el derecho a ser legisladores y además de dietas cobrar pensiones por esa actitud libertaria, antidemocrática y anticonstitucional de aquellos años, pero a las familias de aquellos, que cumplían un mandato constitucional de servicio militar obligatorio, tardaron décadas en darles una limosna.

Hay militares que mataron civiles y están presos, hay civiles que mataron militares y están en libertad. Si falta justicia, falta en todas partes. No estamos dispuestos a reconocerlo ni a recomenzar. Los argentinos estamos condenados a división perpetua, a venganza perpetua y así no hay posibilidad de que seamos libres. Quien no acepta la Verdad tampoco acepta la Esperanza, y la Verdad es la única que puede darnos la libertad.

No sé qué pensará usted, lector. Me gustaría poder contarle otra historia pero ésta es la que nos toca vivir. Ninguno de nosotros está dispuesto a perdonar y mucho menos, a aceptar que todos, sí, hasta usted y yo, somos culpables.

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