Por Elena Valero Narváez.-

Bien claro lo dijo Juan Bautista Alberdi y tiene plena vigencia en la actualidad: tanto el intervencionismo como el socialismo son contrarios a la doctrina económica liberal, el legislador y el hombre de Estado deben estudiar y seguir los principios en que se basa la Constitución de 1853, ensayar otros sistemas es ir hacia el desorden y la anarquía. Cuando el Estado excluye a los particulares abandona el derecho privado y lleva al país a la pobreza y a la arbitrariedad.

La crisis económica de la Argentina no está en el mercado como asegura Axel Kicillof y los Fernández, sino en el Gobierno y su pretensión de dirigir la economía, es por eso que termina aumentando el gasto, el déficit fiscal y la masa monetaria, generando al enemigo tan temido, la inflación.

La política intervencionista del Gobierno ha provocado el alza de los precios, por su decisión y coerción se mantienen, en relación al costo, debajo de su nivel natural. La obstrucción al Mercado se hace manifiesta en la escasez de bienes por la peligrosa caída de la producción.

El Gobierno se equivoca: dice pretender proteger al consumidor, pero lo arruina, salvaguardar la producción y la destruye, cree que interviniendo en los precios del mercado lo ordena y en vez, produce anarquía, carencias y atraso. Pretende, tal vez con buenas intenciones, que los consumidores puedan acceder a los bienes a precios accesibles pero produce escasez y suba de precios, lo contrario a lo que desea obtener, la oferta se contrae.

El rumbo que nos impone el Presidente, no solo desmejora el nivel de vida sino también su imagen, es muy probable que la sociedad se lo haga notar en las elecciones del 14 de noviembre. Si se continúa con tantas regulaciones obligando a los empresarios a producir con sujeción a los precios, salarios e impuestos, al final aniquilará al Mercado. Al desequilibrar artificialmente la oferta y la demanda, se va camino a la economía planificada y a la perdida de las libertades que procura asegurar la Constitución. Con medidas dirigistas se violan las leyes naturales del proceso económico- tan inexorables como las leyes físicas- para luego tratar de reprimir de forma coercitiva sus ineludibles efectos, los cuales, estamos sufriendo en carne propia.

Pensando en el futuro, preocupó, hace unos días, Horacio Larreta, considerado como uno de los presidenciables. Se declaró admirador de Rogelio Frigerio y del Desarrollismo que él inspiró, lo cual indicaría el deseo de dirigir la inversión desde el Estado, sustituyendo al Mercado en la asignación de recursos. Sería grave, como todos sabemos se ha ensayado en diferentes gobiernos: trabas a las importaciones, promoción industrial, proteccionismo y otras políticas que costaron al Estado enormes sumas sin buenos resultados. Ni el Desarrollismo , ni el Estatismo que pone bajo la administración del Estado a las empresas y a las principales actividades económicas, ni el Intervencionismo, que regula con controles de todo tipo la economía, han dado resultado en el pasado. Disminuyen la eficiencia y sobredimensionan el Estado, por lo tanto crean gasto público, déficit fiscal e inflación y, lo que es peor, no soportan la República, atraen la dictadura.

¿No es hora de que los políticos, ante tantos fracasos, perciban que mejorar el nivel de vida de los argentinos no depende del Estado ni de su política social sino de las ideas que promueven el desarrollo del Capitalismo? La riqueza, o sea el mejor nivel de vida, se debe a la mayor producción y productividad del sistema capitalista, no es consecuencia de los controles, la historia hace siglos que lo demuestra, basta comparar Argentina actual con los países más desarrollados. El nivel de vida depende de que haya mayor cantidad de bienes, es producto de las ganancias empresariales que permiten una de las bases del capitalismo: acumulación de capitales y reinversión constante. Por lo tanto, la única receta que podría ser exitosa y aumentar la torta es eliminar las trabas al mercado, para que aumente la producción y la productividad.

Nada más opuesto a la dinámica de nuestro país que un gobierno desconcertado. La gente está preocupada ante un futuro que no se presenta claro. El ansia de poder está debajo de la ideología que sustenta el Gobierno, para ello nos quiere hacer creer que la libertad es una condena, en vez de un imperativo para que la vida tenga sentido. Sus ideas antiliberales hacen imposible un cambio de rumbo, por lo cual se presume que seguirán emitiendo moneda y aumentando el déficit para lidiar, entre otras cosas, con el peso de las empresas que estatizaron, la necesidad de aumentar a los jubilados, y cumplir con las peticiones de las provincias, las cuales no se podrán abandonar so pena de “rebelión en la granja”.

Un plan de estabilización brilla por su ausencia, serán difíciles las negociaciones con el FMI. Se suma, la desinteligencia entre sectores del Gobierno, la más grave la del Presidente con la Vice, que genera aun mayor incertidumbre.

Sin duda, no será posible solucionar una crisis de semejante proporción, sin trascendentes medidas de fondo. Será imprescindible iniciar lo antes posible una profunda transformación, reemplazando el sistema anticapitalista actual, por el que propicia la Constitución, un sistema de orientación liberal. Es lo único que a pesar de las dificultades que representa podrá cambiar la vida de los argentinos para bien. Se debe comprender el cambio que debe abarcar la reforma del sistema impositivo, liberar el mercado del trabajo, volver a la actividad privada las empresas estatizadas, una firme reducción del gasto público, suprimir impuestos distorsivos, para impulsar las exportaciones e importaciones ,dos caras de la misma moneda. También, examinar y ver qué hacer con el sistema monetario y financiero, y tantas otras cosas. Tal vez la crisis que inevitablemente se profundizará ayude a un cambio virtuoso como ayudó al presidente Menem la de 1989.

No creo que las reformas las inicie este Gobierno, el resultado de una visión autoritaria y dirigista del proceso económico, de rechazo a una economía de mercado, seguirá provocando mayor confusión y atraso. Aunque tuvieran un plan correcto fracasaría porque el ordenamiento de la economía no puede llevarse a cabo sin una elevada dosis de confianza que cambie las expectativas y prepare a la gente para realizar un sacrificio en pos de un futuro mejor. No se arregla con solo alguna modificación de lo que están haciendo hasta ahora, es indispensable un cambio de rumbo, soluciones correctas y definitivas o el país seguirá a los tumbos. Se está transfiriendo la debacle para después de las elecciones, llegara tarde o temprano, se nos viene encima, se profundizara con consecuencias impredecible en el orden político, social e institucional si no se aplican las soluciones de base. Argentina no da más, debe comenzar lo antes posible a batallar en serio contra el déficit fiscal, reducir el Estado en lugar del nivel de vida de la gente, la evasión impositiva es la rebeldía de la población ante su ineficiencia. Hay que volver a la economía de mercado porque es un orden multiplicador capaz de abastecer y hacer progresar a toda la sociedad, único sistema que distribuye eficazmente y es compatible con la libertad.

El control de precios -ya está llegando a los laboratorios- una de las principales medidas anti mercado no se compadece en absoluto con la libertad económica que no es otra cosa que la defensa de los consumidores, de los industriales y de la comunidad en general. Cuando se abandonan los principios de la economía de mercado para obtener beneficios sectoriales, cualquier medida de apertura suena a preocupación por la pérdida de privilegios.

Los argentinos, deberíamos preguntarnos, antes de ir a votar en noviembre y en el 2023, cuál es el sistema económico que deseamos: el que privilegia el estatismo y es presa de los intereses sectoriales o uno de libre competencia e iniciativa privada donde es el consumidor y no el burócrata el que decide. Si no reacciona la gente volveremos a caer en el mismo pozo con la posibilidad de un fatal desenlace, crisis terminal para las estructuras sociales, políticas y jurídicas respetuosas de los derechos individuales y los principios republicanos.

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