Por Juan Manuel Otero.-

…Y hoy que no vale mi vida
ni ese pucho del cigarro
recién sé que son de barro
el desprecio y el rencor…
“De barro” (Tango – fragmento)
Sebastián Piana y Homero Manzi.

Desde el fondo de la historia la figura de la abuela fue símbolo de amor, de protección, de experiencia, de sabiduría, de solidaridad. Todo aquél que haya disfrutado de las caricias y la sonrisa de una abuela bien sabe a qué me refiero.

Fue así como los argentinos hemos visto con absoluta comprensión, e inclusive adherimos -independientemente de cualquier ideología política o religiosa- a la cruzada de las “Abuelas” que luchaban por sus nietos desparecidos durante los años de la lucha contra el terrorismo.

Sin embargo, a partir del gobierno kirchnerista se produjo un cambio de paradigmas y la institución de “Las Abuelas”, así como la de las “Madres”, fue utilizada con fines diametralmente opuestos a los que inicialmente le dieran origen. La política, las adhesiones y las indemnizaciones millonarias desvirtuaron aquella noble génesis desinteresada inicialmente de compensaciones económicas de ninguna especie.

Este virus desnaturalizó su lucha y así vimos, por ejemplo, aquella implacable e ilegítima persecución a dos jóvenes por el simple hecho de haber sido adoptados por un matrimonio de ideología opuesta al gobierno. Los hijos de Ernestina Herrera de Noble sufrieron vergonzosas vejaciones y cuando finalmente se comprobó en forma concluyente que no eran hijos de desaparecidos no se escuchó ni una palabra de disculpas, ni un reconocimiento del error, sólo la voz de Estela de Carlotto quien sin demostrar arrepentimiento ni vergüenza expresó:

“Es lamentable que no fueran nuestros nietos porque les esperaba amor y saber de dónde venían, ahora seguirán ellos en la incógnita de tener hijos cuya identidad no es clara tampoco, porque eso se hereda”.

Esta aberrante muestra del desprecio y rencor de Carlotto está dirigida, aparentemente, a todos los hijos adoptivos, dado que es usual para ellos el desconocimiento de sus orígenes. El nuevo Código Civil, si bien otorga el personalísimo derecho de llegar a conocer sus lazos sanguíneos a quienes hubieran sido adoptados, son exclusivamente los propios interesados quienes podrán o no ejercer tal derecho conforme fuera su voluntad, pero en modo alguno es una arbitraria facultad de las Abuelas ni las Madres de Plaza de Mayo.

Me gustaría conocer la opinión de la propia Carlotto respecto de su pensamiento de hace apenas tres años: “Bergoglio pertenece a la Iglesia que oscureció al país”, o “No hay que prejuzgar a Milani, no tiene antecedentes que lo incriminen”.

Es por tales antecedentes que ya ni siquiera llama la atención el vergonzoso episodio generado por doña Estela B. de Carlotto respecto de la posibilidad de que los integrantes de la banda “Callejeros” sean condenados con pena de prisión, lo que efectivamente sucedió a raíz de la confirmación que hiciera la Sala IV de la Cámara de Casación.

A su respecto expresó: “No sé qué voy a hacer. No me voy a quedar quieta. Los voy a acompañar siempre y espero que algo suceda. Un milagro. Le pediría a Francisco por la vida de estos músicos, que los quieren matar igual aunque no hayan muerto en la tragedia. Si estuvieran muertos, nadie diría nada”.

Y finaliza esta serie de hipócritas manifestaciones acusando a los familiares de las víctimas!!! “¿Les da tranquilidad que lleven a los músicos a la cárcel? ¿Buscan Justicia o venganza? Yo lo lamento, porque nosotros con todo el dolor que llevamos nunca buscamos venganza, odio o revancha”.

Realmente resulta imposible comprender cómo se puede ser tan ambivalente conforme la vereda en que se encuentre o respecto de quién esté hablando.

…el desprecio y el rencor…

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