Por Enrique Guillermo Avogadro.-

“Una cosa es reposar en el fondo del mar (donde estuvimos varias veces); otra, muy distinta es caernos del talud oceánico, abismo del que nadie ha vuelto con vida”. Jorge Fernández Díaz

Me parece que, a esta altura de los acontecimientos, debiéramos ponernos a pensar qué sucederá a partir del amanecer del 15 de noviembre, cuando se hayan conocido al menos la mayoría de los resultados de estas elecciones tan cruciales; tengo claro que fueran cuales fueran éstos, el abismo se habrá hecho presente, ya que el cuarto kirchnerismo resolvió, en el segundo semestre, recurrir a cualquier método para intentar conservar el poder, aún a costa de hipotecar dramáticamente su propio futuro.

El Banco Central, la Anses y el Pami quebrados, los exigentes compromisos de la deuda pública, el impedimento a las empresas de pagar sus créditos externos, la furiosa emisión monetaria, una inflación que se puede convertir en híper, el atraso en los tipos de cambio, los frenos a las importaciones de insumos industriales esenciales, el congelamiento de los precios de servicios y combustibles y el aumento de los consecuentes subsidios, la renovada guerra contra el campo con la anunciada “administración” por el Estado de los saldos exportables de granos y la prohibición de exportar carne, el desmesurado crecimiento del gasto público, la sideral proliferación de planes sociales, la insistente jubilación de ciudadanos sin años o aportes, los dramáticos índices de pobreza e indigencia, la falta de trabajo privado y el geométrico crecimiento del empleo público, mostrarán su rostro más duro esa misma mañana.

Entre muchos, hay un claro ejemplo del daño estructural que el popu-pobrismo le ha hecho al país. Ya en el gobierno de Néstor Kirchner, el irracional proceder en materia de tarifas nos hizo perder el autoabastecimiento energético y los ductos construidos para enviar gas a Chile y electricidad a Brasil se convirtieron en canales importadores. Esa política se basó en considerar a la energía (luz y gas) como derecho humano, tal como ahora se hace con las comunicaciones e Internet; los resultados, como quedó claro, fueron en sentido contrario, ya que la falta de inversores hizo aumentar los precios y disminuir la calidad de los servicios.

El mundo está abandonando el consumo de combustibles fósiles por el calentamiento global y, a la par, padece una enorme escasez de gas por la reconversión de la industria china, conminada a dejar de usar el carbón como fuente. Una política racional nos hubiera permitido abastecernos y exportar gas durante muchísimos años con Vaca Muerta; sin embargo, los permanentes cambios en las reglas de juego impidieron que se concretaran las inversiones necesarias y ese enorme reservorio parece condenado a permanecer bajo tierra definitivamente.

Y a tantos jinetes del Apocalipsis se sumarán, sin ninguna duda, los problemas que ya surgen diariamente en el Frente de Todos, un techo agujereado que, hasta la noche anterior, habrá cobijado a casi todas las tribus del justicialismo: peronistas feudales del interior, renovadores massistas, envejecidos pseudo-zurdos camporistas, barones del Conurbano, los traficados movimientos sociales y el corrupto mundo de los “empresarios” amigos; a título de ejemplo, ¿podrá Máximo Kirchner sostener su pretensión de presidir el PJ en la Provincia? Sabemos que el peronismo no perdona la derrota y quienes tenemos los años suficientes recordamos qué sucedió entre 1973 y 1976, cuando esas facciones decidieron dirimir a tiros, bombas y asesinatos sus diferencias internas.

El escenario no podría ser peor y amerita todas las especulaciones, tanto económico-financieras (¿maxi-devaluación, arreglo con el FMI, subsistencia de Martín Guzmán?) como políticas: ¿qué hará Cristina si la ciudadanía le prodiga un cachetazo igual o mayor que el que recibió en septiembre?; si algo tan probable como que el PresidenteNada renunciara o quedara incapacitado, ¿asumiría ella el cargo o también se correría?; ¿se radicalizará con sus recetas probadamente fracasadas?

Si en noviembre no mejorara sensiblemente el desempeño del Frente de Todos, perderá no sólo el quórum propio en el Senado, que ella administró con mano de hierro desde 2019, sino también la primera minoría en Diputados; los nonatos proyectos de “democratizar” la Justicia, colonizarla con propia tropa y conquistar la Procuración General serían definitivamente abortados; ¡qué peligro para la PresidenteVice en las causas por corrupción, pese al inédito y vergonzoso fallo del memorándum con Irán, que la absolvió sin hacer el juicio y que seguramente será apelado!

María Eugenia Vidal dijo que, si Juntos por el Cambio gana las elecciones reales en noviembre y, con ellas, la primera mayoría en Diputados, exigirá la Presidencia de la Cámara para uno de sus miembros; me parece un terrible error político, toda vez que aquél pasaría a integrar la línea de sucesión presidencial y, peor aún, se haría corresponsable del monumental desastre que ha provocado la gestión de los Fernández². La oposición debe asumir un rol tal que permita que el Gobierno, a través de quien fuera, lleve a término su mandato y asuma las consecuencias del desaguisado; cuando ejerza el poder real, si triunfa en 2023, habrá llegado su tiempo para reparar los terribles daños que dejará el kirchnerismo antes de extinguirse definitivamente. Ello no obsta a que se prepare ya para la eventualidad de verse obligada a asumir el Ejecutivo por defección de las actuales autoridades, elaborando un plan de gobierno y formando algo parecido a lo que los británicos llaman “gabinete en las sombras”.

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