Por José Luis Milia.-

No es correcto encarnizarse con aquellos que, por muerte, no se pueden defender. Por eso, días atrás me expresé en el diario La Prensa contra un artículo falaz de Alconada Mon porque allí éste asumía como ciertas, denuncias hechas contra un hombre que, habiendo muerto veinte años atrás, no podía defenderse. Hoy nos encontramos ante un caso aparentemente similar: el diputado Espert trató de “chorro” al ex presidente Kirchner, a quien Dios Nuestro Señor tenga en el lugar que en su infinita justicia haya decidido que le corresponde.

Es cierto que este difunto tampoco puede defenderse, y debemos aceptar que ni siquiera fue llevado, en vida, ante la justicia; pero bien dice el Evangelio: “Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos.” (Mt, 7:17), y no hay hoy, a la vista, ningún fruto bueno que Néstor Kirchner haya dejado, su mujer y sus seguidores han sido acusados, y algunos condenados, por robos y fraudes económicos, diestros en el arte de la mentira y de la afrenta tienen al país en peores condiciones en que lo encontraron. Es decir, Néstor Kirchner fue un árbol malo que dejó frutos despreciables.

No obstante, ¿fue Néstor Kirchner el culpable de todo? Sería injusto achacarle a él el súmmum de nuestras desgracias. A fuer de ser justos somos nosotros quienes deberíamos cargar con la culpa de todo lo que nos sucede. Si al menos el examen reflexivo hubiera sido nuestro fuerte, asumiríamos que la Argentina ha sido, y es, una comarca donde cualquier botarate- iletrado y prepotente- al que en ningún país en serio le hubieran dado la responsabilidad de una pegatina nocturna en un barrio marginal, puede aspirar, y muchas veces lo logra, a sentarse en el sillón de Rivadavia.

Néstor Kirchner no fue una excepción. Producto de los años de sinrazón y violencia de los setenta, poseedor de una vastísima incultura, nacido y criado en un paraje con más ovejas que seres humanos creyó, desde su vulgaridad conceptual, que todo podía ser manejado como una majada.

En verdad, los argentinos le admitimos todas sus tropelías- los 500 millones de dólares de las regalías petroleras que sacó del país y nunca se supo su destino, su desobediencia ante fallos de la CSJ, su irrespeto por las normas de convivencia, su convencimiento que entrar a saco en la administración era una práctica democrática aceptada, la persecución infame contra todo aquel que hubiera combatido a la subversión, etc., etc. -y no quisimos ver, en nuestra pusilánime comodidad, que estábamos incubando el huevo de la serpiente. Y así nos fue.

Se equivoca, Espert, Néstor Kirchner no fue un “chorro”, fue algo mucho peor que nosotros permitimos.

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