Por Luis Alejandro Rizzi.-

No creo que a los médicos les cause placer firmar certificados de defunción o efectuar diagnósticos fatales, pero así son las vicisitudes de su profesión.

Con la política pasa lo mismo; debemos suponer que todo político tiene como objetivo último, “promover el bien común” y para lograr ese objetivo debe utilizar les medios apropiados para lograrlo.

Por eso decimos que siempre el fin impone medios, que es una de las enseñanzas de ese excepcional moralista que fue Maquiavelo, contrariamente a lo que se piensa, y al que se le atribuye lo contrario: “el fin justifica los medios”.

Quien quiere los medios, quiere los fines, enseñó Max Weber, por eso el uso de medios espurios, en definitiva, nos lleva a fines también espurios y en eso bien valdría que los políticos leyeran la tragedia de Lady Macbeth, que precisamente expresa que el fin justifica los medios, cuando luego de leer una carta de su marido piensa: “No sabes ir por atajos, sino por el camino recto… quisieras conseguir por medios lícitos un fin injusto y coger el fruto de la traición sin ser traidor…”

Una mayoría de la sociedad, podríamos afirmar, estaría esperando que de una buena vez se inicie de modo frontal la lucha contra el exceso de gasto público y de la inflación y consecuentemente el gasto se use para promover el bien común, lo que significa calidad, de la que hoy se carece en absoluto, en la prestación de los servicios públicos, sea de modo directo o mediante concesiones.

Según una encuesta de Management & Fit, el 41% de la sociedad es consciente de que el kirchnerismo es responsable de los altos niveles de inflación y agregaría del exceso de gasto público. A su vez, un 53% de la sociedad cree que el gobierno podrá controlar la inflación, según dio cuenta Isonomía.

El gobierno de “Cambiemos” está perdiendo el verano, que es el lapso que tenía para exponer los fines “lícitos” del gobierno y los medios, también lícitos, para lograrlos, lo que esencialmente exige o impone una disminución del déficit fiscal y una baja de la inflación que, en definitiva, no es más que sujetar el Estado a lo que recauda más lo que se pueda financiar razonablemente. Pero se debe asumir que la sociedad padecerá dolor por un tiempo.

No creo que sea prudente hablar de shock o gradualismo, sino que hay que presentar los medios, es decir, las políticas, que usará el gobierno para lograr esos objetivos y al mismo tiempo proteger a los sectores sociales menos favorecidos. Los que tienen espaldas deberán, como hacen los GPS, recalcular su nivel de gastos y de prioridades.

Algunos efectos serán inmediatos y otros llevarán su tiempo, como ocurre en todas las cosas de la vida. En la realidad, no existe la magia ni los milagros.

La Argentina podría afirmar que “Mi pasado me condena… (al fracaso)”, contrariamente a lo que decía Eduardo Duhalde, “que los argentinos estábamos condenados al éxito”, y ese pasado también nos dificultará y hará más amargos los medios que se deberá usar para generar nuevos usos y costumbres que nos hagan confiables.

Es común escuchar entre posibles “inversores” sobre nosotros como sociedad, “lo de Macri pinta bien, pero habrá que esperar dos o tres elecciones para ver si realmente hay cambios en la Argentina…”

Tenemos la oportunidad porque, si bien es cierto que el mundo está complicado y el precio de los commodities se derrumbó, también las tasas de interés son negativas o neutras y seguramente el gobierno y la oposición tendrán que encontrar el formato legal para que se facilite el ingreso de inversiones con alguna garantía de cumplimiento y pago por parte del Estado.

Recordemos que el gobierno “K” había dicho que sólo cumpliría con el fallo del Poder Judicial de los EEUU, si se resolvía como nosotros queríamos… (sic) y antes se celebró la declaración del default en el propio Congreso de la Nación…

Es cierto que el gobierno a veces parece desconcertado y ya trascienden diferencias o rivalidades entre funcionarios y tampoco se muestra el tan mentado trabajo en “equipo” que es una suerte de “Padre nuestro” rezado sin convicción ni coherencia entre ellos.

El ministro de educación Esteban Bullrich anunció una política salarial a nivel nacional para el sector docente -de la que luego tuvo que retroceder-, que había causado un tremendo disgusto en la gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, según se pudo advertir en su rostro el día que Macri anunció una adecuación del impuesto a las ganancias, que tampoco fue lo que se anunció.

En esta cuestión urge corregir el impacto de la inflación sobre la tasa del impuesto y la cuestión de las escalas respectivas.

En verdad, parecería que se impone una reforma integral, ya que la cosa no da más para remiendos, como lo expresó al diario Clarín, el tributarista Marcelo Rodríguez, al decir que una de las características más importantes de Ganancias es su progresividad, de modo que las tasas de imposición deben ser el reflejo de esa progresividad, lo que no sucede actualmente por la falta de ajuste de las escalas. Así, los cambios anunciados son tan sólo un “parche” temporario”.

Se podría pensar que esas decisiones cruciales y sus efectos habían sido pensados “en equipo” pero parece que no fue así y ahora la adecuación de las escalas del impuesto a las ganancias o un nuevo régimen de este impuesto se deja para el próximo año, año electoral y crucial para la suerte política de “CAMBIEMOS”, de sus circunstanciales aliados y de la oposición.

Cada vez queda menos tiempo para que el gobierno anuncie y aplique los medios necesarios para lograr los fines propuestos a la sociedad; medios cuyo esfuerzo deberá ser decreciente desde la pirámide social hacia su base, para respetar un elemental principio de justicia.

Es probable que durante algún tiempo ese “efecto decreciente” deba ser financiado con créditos externos para evitar emisión monetaria cuyo ritmo ya se habría reducido en un 13% por parte del Banco Central.

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