Por Carlos Lazzarini.-

A poco cerrar el año, Vidal sigue con los cambios en Cambiemos. Marcó su propio estilo y sigue. Rotación en el gabinete, salidas e incorporaciones, nueva estructura ministerial (va por la tercera modificación a la Ley de Ministerios), algunas caras nuevas, reemplazo de la Procuradora Falbo (logró lo que no pudo Macri con Gils Carbó), algún juez desplazado y otros en la mira, y la lupa siempre encima de las fuerzas de seguridad.

Buen diálogo con los alcaldes del PJ, alianza con Massa, estrategia con Carrió y hasta intercambios con Monzó.

¿Más cambios? Se dice que apuesta a rostros casi desconocidos para la lista con la que enfrentará las elecciones de medio término. Nada menos que en provincia de Buenos Aires, con lo decisiva que resultarán las mismas. Toma riesgos. Algo que inquieta a los más añejos, jefes territoriales o dirigentes con pretensiones. El cambio dentro de Cambiemos. O algo así como el cambio permanente. Será ese el sello de Vidal? Por ahora se distingue hasta del propio Presidente. Flexible, ágil, adaptable, casi tan pragmática como el propio peronismo.

A Vidal le fue bien con el primer presupuesto y el nivel de endeudamiento que le permitieron. Ahora va por más y negocia tanto con el Frente Renovador como con las distintas vertientes del peronismo.

Por su configuración, la negociación con el PJ resulta más trabajosa. Ausencia de liderazgo y abundancia de siglas y subsiglas. Con todo, el peronismo intenta suplir esas desventajas y experimenta un comportamiento en bloque, Los intendentes, cualquiera sea su vertiente o terminal dentro del gran movimiento, se ven obligados a conciliar posiciones para llevar adelante negociaciones con la gobernadora y sus ministros. Lo que el Frente Renovador resuelve en un almuerzo, al peronismo le significa un frágil encadenamiento de movimientos siempre riesgosos. Largo peregrinaje de reuniones. Tentaciones individuales, desconfianzas, imágenes incómodas, intereses dispares, viejas cuitas, heridas recientes, y diferencias explícitas, son algunos de los obstáculos que deben disimular para alcanzar una negociación ventajosa o, al menos, conducente.

La elección en el horizonte parece ayudarlos en el propósito. Lo que no logran por cercanías lo hacen por conveniencias. Los pasos incluyen reuniones por sector, reunión de mesa chica con representación de las partes, encuentros con diputados y senadores, y recién entonces conversaciones con el oficialismo.

Casi como estreno anticipado de la cartera de Gobierno que ocupará en breve, Joaquín de la Torre parece ser el designado por Vidal para llevar adelante el vínculo con el peronismo. Ex massista y de buena sintonía con el grupo Esmeralda, puntualmente con el jefe de San Martín Gabriel Katopodis, se prueba el traje de interlocutor ideal. En definitiva, para eso lo convocaron al gabinete.

La negociación por el presupuesto no es sencilla y viene con demoras, se sabe, porque incluye autoridades legislativas, cargos en organismos como la defensoría del pueblo (sería para el sciolista mandato cumplido Guido Lorenzino), entre otros, endeudamientos y gravámenes polémicos. Esto, además de ser la última gran negociación que signará el año de las elecciones de medio término.

Hasta ahora, los jefes distritales del justicialismo parecen haber alcanzado un par de objetivos. Un fondo de 8.500 millones para ejecutar en sus territorios, y limitar el endeudamiento de la gobernadora casi a la mitad de lo pretendido por el gobierno provincial si finalmente orilla los 50 mil millones. Pero sigue el debate.

Si bien quieren usar ese fondo para obras, sin tener que pedir autorización a lo largo del año, también se baraja la participación que tendrán en impuestos como el caso del Juego. En tiempos en que la inflación le gana al aumento de las tasas, los intendentes están pensando también en no tener dificultades con los gastos corrientes que deberán afrontar en el crucial 2017

Vidal sigue de cerca el avance de las negociaciones para tener finalmente el presupuesto con los recursos que considera necesarios, garantizar la gobernabilidad que logró en el primer año de gestión y armonizar las fuerzas que friccionan en su propio espacio. Una cosa era negociar con la herencia como telón de fondo, y otra muy distinta será hacerlo con las elecciones como escenario. Fricciones internas recientemente agravadas por las estocadas de Monzó, por las incesantes arremetidas de Carrió y por el siempre expectante Jorge Macri y otros jefes territoriales. Cierta inclinación de la gobernadora por figuras como Facundo Manes o la búsqueda de nuevos dirigentes que puedan representar un cambio dentro de cambiemos para ser la opción que prevalece en la cabeza de la gobernadora.

Por temor a ser nuevamente blanco de los dardos que ya le ha lanzado Carrió en algún momento, o por miedo a quedar desplazado, Jorge Macri se encargó de resaltar que sería un orgullo acompañar en una lista a la jefa de la Coalición Cívica.

Vidal tiene una agenda con Carrió. La Judicial: Ya hay un juez desplazado, y otros en la mira. Logró la salida de Falbo y tiene los pliegos del sucesor a punto de aprobarse en el Senado provincial. Ya hubo encuentros y punteo de acciones futuras. La Policial: Carrió anunció transformaciones. Se verá. La Electoral: tal vez la agenda judicial y policial le evite a Vidal conversar con Carrió sobre candidaturas, Ahí los caminos parecen no coincidir. Esto habla de la flexibilidad de la gobernadora. Juntos pero no revueltos. Con cada uno, cada tema.

Muchas cosas en juego en pocos días. Todos saben que fin de año define muchas cosas de cara al 2017. Y 2017 define mucho de cara a 2019. Lo saben Vidal, Massa, los intendentes y los legisladores. Y en eso están. (7 Miradas, editada por Luis Pico Estrada)

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