Por Elena Valero Narváez.-

Lo único que falta, es que el Gobierno nos tire un plan quinquenal como aquellos que tanto entusiasmaron a los peronistas, durante la dictadura electiva de Juan Domingo Perón. Todos los días nos enteramos de alguna ridícula medida con la que se pretende apaciguar el calentamiento de la economía. Una de las últimas es la imposibilidad de pagar los pasajes al exterior en cuotas, disposición que ha indignado a mucha gente que necesita salir del país por un motivo u otro.

Esta administración no puede quitarse de la cabeza, la idea de “planeamiento”, dejándole cada vez menos lugar a la economía de mercado. Por ahora lo hace en cuotas pero, seguramente, cuando se complique más la situación, para impresionar a la sociedad, elaborará un plan integral intentando inspirar confianza para llegar al 2023.

La cuestión de decidir desde el gobierno la suerte de los argentinos no es nueva, surgió ya en el siglo XIX como oposición a las políticas liberales de laissez faire que defendían la libertad individual y la no intervención estatal en la economía. Hoy, como ayer, la sociedad se debate entre dos sistemas económicos para superar la crisis en la que ya nos movemos como hojas en la tormenta. A esta altura, por la cantidad de normas que están distorsionando la oferta y la demanda, parece imposible que se vuelva a un mercado competitivo, es incompatible con la idea de planificación que seduce a todos, aunque ésta no resuelve ninguna crisis sino que la agrava y acrecienta. No podremos escapar de la ola estatista, dirigista e intervencionista en la que navegamos con serio peligro de encallar.

Por inercia cultural, en Argentina, no se han podido erradicar las malas ideas que le han impedido a un país, rico en recursos, elevar el nivel de vida de sus ciudadanos. El 30 % de pobres, que aumenta cada día, nos muestra el fracaso de la política a la que, testarudamente, se aferra el Gobierno. Le falta memoria histórica, la caída del comunismo en la URSS y en los países de su órbita, reveló sin lugar a dudas, que la planificación central no era el mejor sistema para dirigir la actividad económica y promover el bienestar de todos. En la actualidad, son las decisiones de millones de personas, empresas y hogares, las que la han suplantado. Los gobiernos, en vez de impedir, ayudan a crear las condiciones para que el mercado funcione de la mejor manera posible. Ahora, como enseño Adam Smith, son los precios y el interés personal los que dirigen la actividad económica de la mayoría de esos países. También aprendieron, por haber sufrido el terrible sistema, que la libertad de comercio beneficia a todo el mundo.

En Argentina vamos al revés, desde que gobierna el Kirchnerismo se ha disminuido la propiedad privada, ya sea estatizando, o acosando con impuestos distorsivos y reglamentaciones, estorbando la actividad privada a favor de un Estado acaparador.

Un gran déficit presupuestario afecta negativamente a la economía como también las barreras que sujetan el libre comercio. Los precios suben cuando se imprime demás -es de manual- cuando esto pasa el valor del peso disminuye, lo mostró muy bien Alemania a principios de la década del 20: cuando los precios se triplicaban todos los meses, la cantidad de dinero también lo hacía en la misma proporción. Los bajos niveles de inflación que tienen tantos países en la actualidad, indica que ello va unido a un lento crecimiento de la cantidad de dinero. Aquí no basta saberlo para decidir imitarlos.

Lo poco que hoy queda claro en la Argentina, es que la provisión de bienes y servicios meta de todo sistema económico, se está viendo severamente afectada. Los sectores productivos están hartos de los impuestos distorsivos con los que pretenden alimentar a un Estado cada vez más grande, son costosos para quienes participan en el mercado porque además de transferirle sus recursos, llevan a los compradores a consumir menos y a los vendedores a disminuir la producción. Por el mismo motivo, también disminuye los ingresos fiscales. Es un círculo vicioso.

El control de los alquileres fracasó, fue votado también por la oposición; van a pensar en otra ley, esperemos no sea un nuevo adefesio. Con buenas intenciones, para hacer accesible la vivienda a las personas con menos recursos, se piensa de vez en cuando en ella, siempre que aparece demuestra ser ineficiente. Las leyes de alquileres provocan, al revés de lo que se desea, una gran escasez. Pertenece al grupo de medidas que crean injusticia por sí mismas.

Con esta fatal experiencia, deberíamos desconfiar de quienes encuentran fáciles soluciones a problemas difíciles como el que ahora nos aflige, prometiendo asombrosos resultados con un mínimo de esfuerzo. Aunque sean considerados como expertos, proceden de charlatanes que piensan en sus propios intereses o embaucadores que creen ciertas sus propias teorías. En 1935, dijo Keynes al que tanto valor dan los economistas que aconsejan a este Gobierno: “ Los hombres prácticos que se creen libres de toda influencia intelectual, generalmente son esclavos de algún economista desaparecido. Los locos que ostentan el poder, que oyen voces en el aire, extraen su locura de las obras de algún diletante académico de unos cuantos años atrás” Sigue siendo cierto, la locura del modelo actual ha sido influenciada por él.

Quienes pretenden ser parte de la alternancia en el poder no deben cometer los mismos errores, nos merecemos un cambio sustancial también en las relaciones exteriores. Argentina debe volver a ajustarse a los valores y expectativas de Occidente, esforzarse por ganar prestigio cumpliendo con obligaciones y contratos y disminuir al mínimo, los riesgos y costos que le produce una militancia aferrada a gobiernos antidemocráticos y a causas indefendibles, como las de Jones Huala. Defender metas que la prestigien como país, adaptarse al orden internacional y a los objetivos más importantes de los países democráticos y desarrollados, es el rumbo. No irritar, creando condiciones amigables e intereses comunes, para poder exportar lo más posible. Son obviedades que pasan desapercibidas a los cancilleres argentinos, se cree que la confrontación es mostrar independencia, en vez de lograrla por medio de una economía capitalista y de las buenas relaciones con el mundo desarrollado. Argentina necesita diplomáticos de carrera que dejen de comprometer la viabilidad económica con gestos que pueden costarnos muy caros y que atrasan la necesidad de inspirar confianza.

Darse cuenta significa reemplazar el actual rumbo por uno mejor pero rechazando a los que dicen que el fracaso es de la democracia tratando, a la vez, de organizar su funeral. Es peligroso el político que aprovechando la debilidad de los partidos intenta disminuir la representatividad de los mismos, con la intención de aumentar el peso de las decisiones de grupos de presión. No olvidemos qué pasó luego del triunfo de Juan domingo Perón, en 1946. Se eligió un modelo -alianza entre el Gobierno, el Ejército y los sindicatos, en parte también de la Iglesia -que a lo largo de 40 años dominó la escena nacional reemplazando la vocación pluralista de la política de partidos. La mayoría apoyó, en adelante, el rechazo a los partidos políticos y la Constitución fue violada -como ahora- reiteradamente. Se controlaron los medios de comunicación en su totalidad por compra impuesta coactivamente o por intimidación y censura. Se creó una profunda grieta entre peronistas y antiperonistas, se tuvo que llegar a una revolución.

Casi no hay duda en que seguirán buscando soluciones mediante el intervencionismo estatal, con más controles, lo que generará, también, más control a las libertades individuales. Al afectarlas, se resentirá el sistema democrático, en el cual nos amparamos en 1983. Este Gobierno- como bien enseñó Lenin a los socialistas- está usando a la democracia para destruirla más rápido. Ojalá, la mayoría que tantas veces se equivocó, lo esté percibiendo ahora, para evitar un desastre.

La democracia con todos sus defectos es el mejor método para que la lucha por el poder se realice pacíficamente. Sus pilares son la opinión pública institucionalizada, el sistema de partidos y el mercado del voto, donde los ciudadanos pueden elegir entre alternativas. Hay que bregar por el mejoramiento de los políticos profesionales, no por su eliminación. No nos dejemos llevar por la irritación que nos producen medidas tan injustas como la del sobreseimiento de la Vicepresidente y sus hijos, para aplaudir a quienes quieren llevarnos al funeral de las instituciones que nos protegen de las arbitrariedades del poder.

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