Por Hernán Andrés Kruse.-

En la madrugada del sábado 19 de agosto un bombardeo del Ejército de Israel contra una escuela en la ciudad de Gaza, provocó la muerte de un centenar de personas y heridas a otras 150 personas. En un comunicado difundido a través de Telegram, el gobierno gazatí expresó: “El ejército israelí está cometiendo una masacre dentro de la escuela Al Tabin en la ciudad de Gaza, con más de 100 muertos y decenas de heridos, y esto se enmarca claramente en el crimen de genocidio y limpieza étnica contra nuestro pueblo palestino”. “Hacemos plenamente responsables de esta masacre a Israel y a la Administración estadounidense”. Por su parte, el Ejército israelí reconoció el ataque: “Hoy, un avión de la Fuerza Aérea ha atacado, bajo la dirección de Inteligencia de as Fuerzas de Defensa de Israel, el Shin Bet y el Comando Sur, a terroristas que operaban en un cuartel militar situado en el complejo escolar Al Tabin, cerca de la mezquita de Darj Tafá, zona utilizada como refugio para los residentes de la ciudad de Gaza” (fuente: Infobae, 10/8/024).

Emerge en toda su magnitud el implacable accionar del premier israelí, Benjamín Netanyahu, uno de los más “célebres” genocidas del siglo XXI. Si alguien duda de lo que acabo de afirmar, lo invito a que lea la parte central del Informe Especial sobre la situación de los Derechos Humanos en los Territorios Palestinos Ocupados desde 1967 (“Anatomía de un genocidio”-Clacso), a cargo de Francesca Albanese (Consejo de Derechos Humanos-55 Período de Sesiones-26/2-5/5/2024).

Luego de reconocer la atrocidad cometida por Hamás y otros grupos armados palestinos en Israel el 7 de octubre de 2023, la autora expresa lo siguiente (transcribiré lo que considero es la parte central del trabajo)

ACTOS GENOCIDAS EN GAZA

“Los actos genocidas pueden incluir acciones u omisiones deliberadas, incluida la omisión de proteger al grupo de cualquier daño. Las pruebas presentadas en las siguientes secciones sugieren que Israel ha cometido al menos tres de los actos proscritos en la Convención”

MATANZA DE MIEMBROS DEL GRUPO

“Este acto abarca las muertes resultantes de acciones directas o derivadas de negligencia, incluidas las causadas por inanición deliberada, enfermedad u otras condiciones que pongan en peligro la supervivencia impuestas al grupo.

Desde el 7 de octubre, Israel ha matado a más de 30.000 palestinos en Gaza, lo que equivale aproximadamente al 1,4 por ciento de su población, mediante armas letales y la imposición deliberada de condiciones que ponen en peligro la vida. A finales de febrero, se daba por desaparecidos a otros 12.000 palestinos, presuntamente muertos bajo los escombros.

Durante los primeros meses de la campaña, el ejército israelí empleó más de 25.000 toneladas de explosivos (equivalentes a dos bombas nucleares) contra innumerables edificios, muchos de los cuales fueron identificados como objetivos por Inteligencia Artificial. Israel utilizó municiones no guiadas (“bombas tontas”) y bombas “revienta-búnkeres” de 2000 libras en áreas densamente pobladas y “zonas seguras”. En las primeras semanas, las fuerzas israelíes mataron a unas 250 personas al día, entre ellas 100 niños, en ataques que destruyeron barrios enteros e infraestructuras esenciales. Miles de personas murieron por bombardeos, disparos de francotiradores o en ejecuciones sumarias; miles más murieron mientras huían por rutas y en zonas declaradas “seguras” por Israel. Entre las víctimas se encontraban 125 periodistas y 340 médicos, enfermeras y otros trabajadores sanitarios (el 4% del personal sanitario de Gaza), así como estudiantes y académicos, científicos y sus familiares.

El 70% de las muertes registradas han sido sistemáticamente mujeres y niños. Israel no pudo demostrar que el 30% restante, es decir, varones adultos, fueran combatientes activos de Hamás, condición necesaria para que pudieran ser atacados legalmente. A principios de diciembre, los asesores de seguridad de Israel afirmaron haber matado a “7.000 terroristas” en una fase de la campaña en la que se había identificado a menos de 5.000 hombres adultos en total entre las víctimas, lo que implicaba que todos los hombres adultos muertos eran “terroristas”. Esto es indicativo de una intención de atacar indiscriminadamente a miembros del grupo protegido, asimilándolos por defecto a la condición de combatientes activos.

Además, la intensificación del bloqueo de Gaza por parte de Israel ha provocado muertes por inanición, incluidos 10 niños al día, al impedir el acceso a suministros vitales. La falta de higiene y el hacinamiento en los refugios podrían causar más muertes que los bombardeos, al haber creado “la tormenta perfecta para las enfermedades”. Una cuarta parte de la población de Gaza podría morir en el plazo de un año de enfermedades evitables.

CAUSAR GRAVES DAÑOS FÍSICOS O MENTALES A LOS MIEMBROS DEL GRUPO

“Este acto debe suponer “una desventaja grave y a largo plazo para la capacidad de una persona de llevar una vida normal y constructiva”. No es necesario que el daño sea permanente o irremediable, y puede producirse por diversas causas, como tortura, trato inhumano o degradante, violencia sexual, persecución, deportación u otras condiciones “diseñadas para degradar a las víctimas y privarlas de sus derechos, y para reprimirlas y causarles sufrimientos inhumanos y tortura”.

Desde el 7 de octubre, los palestinos han sufrido incesantes daños físicos y psicológicos. Muchos han soportado violencia y privaciones, incluida una hambruna severa.

Las fuerzas israelíes han detenido a miles de palestinos, en su mayoría hombres y niños, que a menudo se niegan a revelar su paradero. Muchos de ellos han sufrido graves malos tratos, incluida la tortura, que en ocasiones les ha causado la muerte.

Las armas y los métodos letales de Israel han herido a 70.000 palestinos, muchos de ellos con lesiones agonizantes que, en algunos casos, han provocado discapacidades a largo plazo o la muerte.

Al provocar una escasez crítica de suministros médicos, incluidos antibióticos y desinfectantes, las acciones de Israel han dado lugar a procedimientos sanitarios peligrosos, como amputaciones sin anestesia, incluso en niños. Esto también ha impedido la administración de tratamientos que salvan vidas a personas con afecciones médicas, incluidas enfermedades crónicas.

Los supervivientes llevarán un trauma imborrable, al haber presenciado tanta muerte y experimentado destrucción, falta de hogar, pérdida emocional y material, humillación sin fin y miedo. Tales experiencias incluyen huir en medio del caos de la guerra sin telecomunicaciones ni electricidad; presenciar la destrucción sistemática de barrios enteros, hogares, universidades, monumentos religiosos y culturales; excavar entre los escombros, a menudo con las manos desnudas, en busca de sus seres queridos; ver cuerpos profanados; ser acorralados, desnudados, con los ojos vendados y sometidos a tortura y otros tratos crueles, inhumanos y degradantes; y, por último, morir de hambre, tanto adultos como niños.

El salvajismo del último asalto de Israel queda mejor ilustrado por el tormento infligido a niños de todas las edades, asesinados o rescatados de entre los escombros, mutilados, huérfanos, muchos sin familia superviviente. Teniendo en cuenta la importancia de los niños para el futuro desarrollo de una sociedad, infligirles graves daños corporales o mentales puede “interpretarse razonablemente como un medio para destruir al grupo en su totalidad o en parte”.

INFLIGIR DELIBERADAMENTE AL GRUPO CONDICIONES DE VIDA CALCULADAS PARA PROVOCAR SU DESDTRUCCIÓN FÍSICA TOTAL O PARCIALA

Este acto implica una conducta que no mata directamente a los miembros del grupo, pero que puede conducir, por diversos medios, a su destrucción física. Estos pueden incluir hacer pasar hambre, deshidratar, desplazar por la fuerza al grupo protegido, destruir objetos indispensables para su supervivencia, reducir los servicios médicos esenciales por debajo del mínimo exigible, privar de vivienda, ropa, educación, empleo e higiene.

Para mediados de diciembre, las bombas y proyectiles israelíes habían destruido o dañado gravemente la mayor parte de las infraestructuras vitales, incluido el 77% de las instalaciones sanitarias, el 68% de las infraestructuras de telecomunicaciones, un gran número de servicios municipales, centros comerciales e industriales, casi la mitad de todas las carreteras, más del 60% de las 439.000 viviendas de Gaza, el 68% de los edificios residenciales, todas las universidades, el 60% de otras instalaciones educativas, incluidas 13 bibliotecas. Israel también ha destruido al menos 195 lugares patrimoniales, 208 mezquitas, 3 iglesias y los Archivos Centrales de Gaza (150 años de historia). A finales de enero, más de un millón de civiles habían sido desplazados a la fuerza hacia el sur, con sus ciudades devastadas.

Dieciséis años de bloqueo ya habían transformado Gaza en un enclave aislado, densamente poblado, agotado y casi “inhabitable”, cuando, el 9 de octubre de 2023, el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, anunció un “asedio total (…) sin electricidad, sin alimentos, sin agua, sin combustible”. El ministro israelí de Asuntos Exteriores, Israel Katz (entonces ministro de Energía) fue más allá: “¿Ayuda humanitaria a Gaza? No se encenderá ningún interruptor eléctrico, no se abrirá ninguna boca de riego”. “Negar deliberadamente suministros esenciales a una población ya asediada estaba destinado a causar muertes más silenciosas que las causadas por las bombas”.

El asedio total y los casi constantes bombardeos de alfombra, junto con las draconianas órdenes de evacuación y las siempre cambiantes “zonas seguras”, han creado una catástrofe humanitaria sin parangón. Más de 1,7 millones de palestinos fueron desplazados y obligados a vivir hacinados en refugios de la UNRWA y hacinados en el sur de Gaza, objetivo sistemático del ejército israelí, y hospitales, ataques aéreos y terrestres los convirtieron gradualmente en zonas de muerte. Los soldados israelíes han ocupado los hospitales, rodeándolos con tanques y francotiradores (drones). El 12 de febrero, sólo 11 de los 36 hospitales y el 17% de los centros de atención primaria funcionaban, aunque sólo parcialmente. Los soldados israelíes han detenido, maltratado y torturado a personal médico, pacientes y desplazados, y los han obligado -incluso a bebés prematuros- a salir de los hospitales, causando en algunos casos la muerte de bebés. Los médicos que se han quedado han trabajado día y noche, tomando “decisiones imposibles” sobre los pacientes a tratar en función de las posibilidades de supervivencia.La invasión terrestre y los bombardeos aéreos han destruido tierras agrícolas, granjas, cultivos, animales y recursos pesqueros, socavando gravemente los medios de subsistencia de la población, el medio ambiente y el sistema agrícola.

Del 8 al 21 de octubre, Israel impidió la entrada de cualquier tipo de ayuda en Gaza, permitiendo posteriormente cantidades lamentablemente inadecuadas, limitadas en gran medida al sur. No se entregaron suministros de combustible hasta el 18 de noviembre. En enero, los ataques dirigidos por Israel contra la UNRWA, la principal agencia que proporciona una línea vital de ayuda en Gaza, provocaron que varios Estados suspendieran los pagos a la UNRWA, agravando aún más la situación humanitaria.

El 7 de diciembre, más del 90% de los residentes de Gaza sufrían una grave inseguridad alimentaria. En febrero de 2024, los palestinos atrapados en el norte de Gaza recurrieron a comer pasto y a la caza de animales y hierba para su sustento, con un aumento de las muertes por inanición. La ONU registró numerosos ataques contra palestinos que buscaban ayuda entre mediados de enero y fines de febrero.

El suministro de agua también se vio gravemente afectado. La escasez de combustible dificultó el saneamiento, empujando a la población a utilizar agua contaminada por aguas residuales, residuos sólidos y agua de mar.

El impacto de estas condiciones sobre los niños es bien conocido: en Gaza el riesgo de inanición, con miles de personas sufriendo emaciación, es ya una horrible realidad tangible.

Estas condiciones creadas por el hombre han puesto en peligro a unas 50.000 mujeres palestinas embarazadas y a 20.000 recién nacidos, y han aumentado los abortos espontáneos hasta en un 300% por ciento.

Gaza ha sido completamente saqueada. El implacable ataque de Israel a todos los medios de supervivencia básicos ha puesto en peligro la capacidad de los palestinos de Gaza para vivir en esa tierra. Este colapso provocado de las infraestructuras vitales se corresponde con las intenciones declaradas de hacer de Gaza un lugar “permanentemente imposible para vivir” donde “no pueda existir ningún ser humano”.

INTENCIÓN GENOCIDA

La definición de genocidio requiere la comisión de cualquiera de los actos enumerados con una intención específica. Debe establecerse que el perpetrador, al cometer uno o más de los actos prohibidos, busca lograr la destrucción total o parcial de un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal. Esta intención debe establecerse mediante pruebas directas o indirectas.

Como el genocidio es un crimen organizado, cuya comisión implica invariablemente una dimensión colectiva, las pruebas de un plan estatal, incluso a través de declaraciones y manifestaciones de funcionarios del Estado, suelen ser decisivas para establecer la intención directa.

La prueba de la intención indirecta puede inferirse de hechos o circunstancias, incluidos el contexto general de los actos u omisiones, la escala de las atrocidades, la selección sistemática de las víctimas en función de su pertenencia a un grupo determinado, la comisión de otros “actos culpables” dirigidos contra el grupo, o la repetición de actos destructivos y discriminatorios. La CPI exige que tales hechos o circunstancias se produzcan “en el contexto de una pauta manifiesta de conducta similar dirigida contra el grupo o… una conducta que pudiera por sí misma causar tal destrucción”. Los tribunales internacionales también han establecido que la intención indirecta puede consistir en una pauta manifiesta de conducta similar a lo largo del tiempo. La sistematicidad con la que se cometen los actos genocidas implica cierto grado de “plan o política preconcebidos”.

La naturaleza y la escala de las atrocidades, si son demostrablemente capaces de lograr el resultado genocida, son una prueba sólida de la intención. Las palabras de las autoridades estatales, incluido el lenguaje deshumanizador, combinadas con los actos, se consideran una base circunstancial de la que se puede inferir la intención. La deshumanización puede entenderse como fundacional del proceso de genocidio. Las pruebas del contexto pueden ayudar a determinar la intención, y deben considerarse junto con la conducta real: la intención debe ser evidente sobre todo a partir de las palabras y los hechos, y de “pautas de acción deliberada”, de manera que no pueda inferirse razonablemente ninguna otra inferencia.

En el último asalto a Gaza, las pruebas directas de intención genocida están presentes de forma exclusiva. La vitriólica retórica genocida ha pintado a toda la población como el enemigo que debe ser eliminado y desplazado por la fuerza. Funcionarios israelíes de alto rango con autoridad de mando han emitido declaraciones públicas desgarradoras que evidencian la intención genocida, como las siguientes: (a) El presidente Isaac Herzog declaró que “toda una nación ahí fuera… es responsable” del ataque del 7 de octubre, y que Israel “les rompería el espinazo”; (b) El primer ministro Benjamin Netanyahu se refirió a los palestinos como “Amalek” y “monstruos”. La referencia a Amalec se refiere a un pasaje bíblico en el que Dios ordena a Saúl “Ahora ve y hiere a Amalec, y destruye por completo todo lo que tienen, y no los perdones; mata al hombre y a la mujer, al niño y al que mama, al buey y a la oveja, al camello y al asno”. (c) El Ministro de Defensa Yoav Gallant se refirió a los palestinos como “animales humanos” y anunció una “ofensiva total” contra Gaza, habiendo “liberado todas las restricciones”, y que “Gaza nunca volverá a ser lo que era”; (d) El portavoz de las IDF, Daniel Hagari, declaró que había que centrarse en causar el “máximo daño”, demostrando una estrategia de violencia desproporcionada e indiscriminada; (e) El Ministro de Agricultura, Avi Dichter, se refirió a la acción de Israel como “la Nakba de Gaza”; (f); el Ministro de Patrimonio, Amihai Eliyahu, pidió atacar Gaza con “bombas nucleares”. (g) Revital Gotliv, parlamentaria del Knesset por el partido Likud, escribió en sus redes sociales: “¡¡¡Derriben edificios!!! ¡Bombardead sin distinción!… Aplastad Gaza. ¡Sin piedad! Esta vez, ¡no hay lugar para la piedad!”.

Tales llamamientos a la violencia aniquiladora dirigidos a las tropas en servicio constituyen una prueba contundente de incitación directa y pública a cometer genocidio. Décadas de discurso que deshumaniza a los palestinos han preparado el terreno para tales incitaciones.

Desde el 7 de octubre, la proliferación de declaraciones incitando al genocidio también ha implicado a varios sectores de la sociedad israelí, líderes religiosos, periodistas, artistas, y diversos profesionales (incluidos médicos y comentaristas políticos).

Hay pruebas contundentes de que las tropas sobre el terreno han interiorizado estas declaraciones y han actuado en consecuencia. Los soldados israelíes se han referido a los palestinos como “terroristas”, “cucarachas”, “ratas”, incluso en canales de medios sociales gestionados por el ejército israelí, y han repetido términos articulados por líderes políticos, coreando que “no hay ‘civiles no implicados”, al tiempo que pedían la construcción de asentamientos en Gaza, “ocup[ando] Gaza. … borrar la semilla de Amalek”, jactarse de haber matado a “familias, madres y niños“, humillar a los palestinos detenidos, detonar decenas de casas, destruir barrios residenciales enteros y profanando cementerios y lugares de culto.

El Primer Ministro y el Presidente de Israel han declarado que Israel luchaba en nombre de “todos los Estados civilizados y… los pueblos”, contra “una barbarie que no tiene cabida en el mundo moderno”, que “desarraigarán el mal y será bueno para toda la región y el mundo”. Esta retórica racista se hace eco de la de otras potencias coloniales e intenta interpretar la violencia genocida de Israel como legítima a la luz del supuesto carácter “bárbaro” y “premoderno” de los palestinos”.

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