Por Hernán Andrés Kruse.-

No resulta sencillo predecir la estrategia de Sergio Massa. Como todo político que se precie de tal su deseo es ser presidente de la nación. Alcanzó el estrellato en 2013 cuando sepultó las chances reeleccionistas de Cristina Kirchner. En 2015 ocupó un respetable tercer puesto en la primera vuelta y sus votos fueron fundamentales para que Macri lograse el triunfo en el ballotage. En enero de 2016 acompañó al flamante presidente a la paradisíaca Davos en calidad de máximo referente de la oposición responsable. Durante sus dos primeros años de gobierno Macri contó con el apoyo invalorable de los legisladores massistas, quienes apoyaron todos y cada uno de los proyectos de ley que enviaba al Congreso.

Macri no hubiera podido imponer su plan económico de no haber contado con el apoyo de Sergio Massa. Pero en 2018 la relación comenzó a enfriarse. La situación económica comenzó a resquebrajarse y empeoró definitivamente cuando el presidente le imploró a Christine Lagarde que lo ayude para sacarlo de la ciénaga en que se había metido. El dólar se enloqueció lo que provocó una pavorosa devaluación que destruyó el poder adquisitivo de los trabajadores. En forma paralela la imagen positiva de Macri comenzó a derrumbarse. Y con ella su intención de voto. Pero lo más notable fue que comenzaron a subir tanto la imagen positiva como la intención de voto de Cristina Kirchner.

El 1 de marzo de 2019 Macri pronunció el tradicional discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso. Se lo notó nervioso, desencajado y, por momentos, enojado. Resultaba evidente que, en este crucial año electoral, el presidente había optado por profundizar la polarización para incrementar sus chances de victoria en las elecciones presidenciales. Las encuestas comenzaron a dar a conocer números que corroboraban la vigencia de la grieta. Pero había un dato importante: había un importante sector de la sociedad que manifestaba su disposición a votar por un candidato que no fuera ni macrista ni cristinista. La famosa ancha avenida del medio parecía gozar de muy buena salud.

Massa comenzó a fotografiarse seguido con Miguel Ángel Pichetto y Juan Manuel Urtubey. Pero más pronto que tarde Alternativa Federal se diluyó. Roberto Lavagna nunca quiso saber nada con integrarla y el dirigente más importante de ese sector, el gobernador de Córdoba Juan Schiaretti, legitimado recientemente en las urnas, emuló al recordado dirigente sindical Casildo Herreras al decidir tomarse vacaciones justo en los momentos previos a la presentación de listas y de candidatos. Mientras tanto, diversos gobernadores que se habían acercado a Alternativa Federal hoy se los encuentra muy cerca de la fórmula presidencial Alberto Fernández-Cristina Kirchner. Juan Manzur, quien acaba de ser reelecto gobernador en Tucumán, es un claro ejemplo.

Sergio Massa llegó a la conclusión de que continuar en Alternativa Federal podía llegar a dinamitar su carrera política. Y decidió pegar el portazo. No lo hizo a la luz del día sino en las sombras, poniendo en práctica sus innegables dotes de contorsionista. Este fin de semana dio un gran paso en esa dirección al publicar un documento titulado “Bases para una gran coalición opositora”. Luego de enumerar los fracasos de la gestión de Macri habla de la imperiosa necesidad de constituir una gran fuerza de oposición que asuma el compromiso de velar por el trabajo y el desarrollo económico inclusivo, por la lucha contra la pobreza y por la promoción de un gran diálogo entre todos los actores económicos de la Argentina.

¿Está hoy Massa más cerca de Alberto Fernández? Sí, lo que no significa que oficialmente forme parte de UC-PJ. Habrá que ver cuáles son sus exigencias y si son aceptadas por Fernández-Fernández. Lo que sí es seguro es que de aquí al 22 de junio habrá un sinfín de negociaciones para terminar de conformar lo que la inmensa mayoría de los argentinas desea: el surgimiento de una fuerza de oposición competitiva capaz de vencer a Cambiemos en primera vuelta.

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