Por Hernán Andrés Kruse.-

En su edición del miércoles 26 La Nación publicó un artículo de José Nun titulado “¿El gobierno de Macri es neoliberal?” en el que procura desentrañar el perfil ideológico de la gestión macrista. Nun comienza su reflexión transcribiendo un diálogo que supuestamente mantuvo con un amigo novelista, quien le confesó que queda descolocado cuando le hablan del neoliberalismo y de la entrada del mundo a una nueva fase global capitalista. Tampoco logra entender cuando le dicen que Menem y Macri son neoliberales. Nun le respondió que para desentrañar el significado de una palabra hay que valerse de su derrotero histórico. En los siglos XVII y XVIII surgió una potente clase social que decidió enfrentarse con los reyes, los nobles y los papas y obispos, es decir, con el poder político y el poder espiritual: la burguesía. Ello explica las dos separaciones fundamentales que instalaron los pensadores liberales: por un lado, entre el Estado y el mercado; por el otro, entre el Estado y la Iglesia. Para Nun he aquí el comienzo de la historia del liberalismo como una formidable fuerza ideológica transformadora que tuvo su apogeo en el siglo XIX. Al despuntar el siglo XX el liberalismo sufrió una profunda división. El liberalismo político, defensor de la república y las libertades individuales, se separó del liberalismo económico, defensor de la propiedad privada y el mercado. En la década del veinte Benedetto Croce, al polemizar con Luigi Einaudi, propuso emplear la palabra “liberismo” para designar al liberalismo económico y así diferenciarlo del liberalismo político. Mientras tanto, comenzaban a desarrollarse procesos económicos de gran relevancia: la concentración del capital en pocas manos, la creciente e incontenible expansión de estos monopolios y la feroz desregulación financiera surgida tras la crisis de 1929/30 y la Gran Depresión que la sucedió. A partir de ese momento el Estado se convirtió en el actor fundamental del proceso económico. El Leviatán comenzó a imponer condiciones y nada ni nadie pudieron hacerle frente. Ahora bien, el mercado jamás actuó por su cuenta, con total y absoluta libertad. Por el contrario, el mercado siempre dependió del Leviatán. Los contratos exigibles y el fundamental derecho de propiedad dependen de la ley para existir. Y sin Estado no hay ley. El aparato estatal se expandió fuertemente en todos lados, afectando tanto a los regímenes autoritarios como a los democráticos. He aquí el origen del Estado de Bienestar, que terminó siendo denostado por los propios capitalistas.

Con el paso del tiempo los gobiernos europeos se dieron cuenta de que el funcionamiento del Estado de Bienestar, basado en la producción en masa, exigía una sostenida demanda capaz de absorber dicha producción. En consecuencia, hubo un impresionante aumento del gasto social para financiar el Estado de Bienestar y se le otorgó una gran relevancia al pleno empleo. En los años posteriores la relación entre la democracia liberal y el capitalismo alcanzó su máximo esplendor. Fue una luna de miel que duró tres décadas. Pero el modelo no era perfecto ya que adolecía de dos puntos débiles: la inflación y la caída de la tasa de ganancia. Cuando aumentó el precio del petróleo y Asia comenzó a competir fuertemente, se desencadenó la crisis de los 70 que ocasionó el divorcio entre el capitalismo y la democracia liberal. A partir de entonces el liberalismo económico comenzó a actuar por su cuenta mientras se producía la sustitución del capital industrial por el capital financiero. El liberismo había entrado en escena. A diferencia del liberalismo clásico, el liberismo no ve con malos ojos la intromisión estatal en la economía. En ese contexto de profundos cambios llegaron al poder dos de los máximos exponentes del liberismo renovado: Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Apenas asumieron dedicaron todas sus energías a desregular los mercados, a disminuir los impuestos a los ricos, a reducir los salarios reales de los trabajadores e incrementar las ganancias de los capitalistas. El proceso que se desarrolló en los Estados Unidos recibió la denominación “neoliberalismo” para diferenciarlo del liberalismo que siempre estuvo vigente en ese territorio y que se caracterizó por su progresismo y por su apoyo a la intervención del Estado en la economía para garantizar una mayor igualdad. En el último medio siglo hubo un crecimiento geométrico del comercio mundial y cada día del año el promedio de las transacciones financieras que se llevan a cabo en el planeta son superiores al total de las reservas de todos los bancos centrales. Mientras tanto el desempleo, el subempleo y la concentración de la riqueza aumentan sin cesar. Cada vez son más estrechos los vínculos entre las corporaciones y los políticos. Emerge en toda su magnitud la flexibilidad del paradigma neoliberal. La dictadura de Pinochet, por ejemplo, es considerada un ejemplo de modelo neoliberal porque la economía quedó en manos de un egresado de la Escuela de Chicago. También son considerados neoliberales los sucesivos gobiernos de la Concertación. El resultado para Chile no pudo ser más catastrófico ya que mientras las empresas transnacionales obtuvieron pingües ganancias la distribución del ingreso pasó a ser una de las peores del planeta. En la vereda de enfrente se encuentran los países escandinavos que, pese a sostener gran parte de la agenda neoliberal, mantuvieron la política de protección social mientras los sindicatos continúan ejerciendo un rol gravitante y la igualdad sigue siendo respetable.

Para Nun el gobierno de Macri es esencialmente neoliberal pero que se ha visto obligado a adecuarse a las circunstancias propias de la Argentina. Apenas se sentó en el sillón de Rivadavia Macri aplicó, o al menos lo intentó, un shock económico ortodoxo: liquidación del cepo, salida del default, eliminación de las exenciones al agro y a la minería, supresión del impuesto a los dividendos, reducción de los subsidios, apertura comercial indiscriminada y solicitud para ser miembro de un emblema neoliberal, la OCDE. No necesitaba contar con plan económico alguno porque ya lo tenían las grandes corporaciones que, para congraciarse con el “cambio”, le facilitaron varios de sus CEO para ocupar cargos públicos. Sin embargo, algo falló. ¿Qué fue lo que pasó? Según Nun el problema fue que durante los cuatro años previos a la asunción del nuevo presidente no hubo crecimiento económico. Para colmo no estaba vigente el principio de la separación de poderes, las instituciones carecían de solidez, la corrupción se había extendido como reguero de pólvora, un tercio de la población era pobre, la inflación era incontrolable, no había estadísticas oficiales, no había inversión y había unos 400.000 millones de dólares fuera del circuito legal. Los inversores de afuera llegaron a la conclusión que no tenía sentido invertir en un país que, como la Argentina, reunía semejantes características. Fue por eso que no se produjeron ni la lluvia de dólares ni la invasión de inversiones extranjeras. Fue por eso, en definitiva, que fracasó la política de shock de Macri y que lo obligó a valerse del gradualismo y de los consensos económicos, sociales y políticos. Macri se vio obligado por las circunstancias, fundamentalmente exógenas, a abandonar su plan A. ¿Tiene un plan B? He aquí el gran enigma. En definitiva, sostiene Nun, Macri es neoliberal pero ello no significa que si se ve obligado a hacer concesiones ideológicas, no dudará un segundo en hacerlo. Porque pragmatismo es precisamente lo que le sobra.

Macri se presentó durante la campaña electoral como un admirador de Arturo Frondizi, emblema del desarrollismo. No ve con malos ojos, por ende, la intervención estatal en la economía. Sin embargo, su gobierno está repleto de defensores de la ortodoxia económica, a tal punto que Alfonso Prat Gay aparece como el símbolo de la “heterodoxia”. Dejando de lado precisiones terminológicas (liberalismo, liberismo, neoliberalismo) lo cierto es que desde que asumió Macri viene tomando medidas de neto corte neoliberal que le han valido el aplauso de los organismos multilaterales de crédito y del propio presidente Obama. Macri es un genuino neoliberal en lo económico y conservador en lo político, que cree sinceramente que un país debe manejarse como una empresa, que los ciudadanos son en realidad clientes y que si un trabajador es echado por su patrón la culpa es exclusivamente suya. Su sueño es hacer de la Argentina, como lo reconoció hace poco, no un granero del mundo sino un supermercado del mundo. Cree ciegamente en la división internacional del trabajo y, aunque jamás lo reconocerá públicamente, cree que las Malvinas deben seguir estando bajo dominio británico. Llegó a la presidencia casi de casualidad, más por defectos del kirchnerismo que por propias virtudes, pero ahora que comenzó a saborear las mieles del poder hará todo lo que esté a su alcance para eternizarse en el poder.

Una vez más Elisa Carrió pateó el tablero al calificar de “inconstitucional” el proyecto de Cambiemos para modificar la ley del Ministerio Público Fiscal, derrumbando la estrategia que había trazado el oficialismo para desprenderse de una vez por todas de la molesta Alejandra Gils Carbó. La embestida de la chaqueña obligó al gobierno a desistir de su intento por tratar hoy (miércoles 26) en Diputados la polémica iniciativa. El propio ministro de Justicia, Germán Garavano, en un intento por quitarle cualquier atisbo de dramatismo al asunto, salió rápidamente a aclarar que si no hay consensos, no hay cambios a la ley. Quienes se molestaron ante este cambio de escenario fueron los miembros del Frente Renovador, principal aliado del macrismo en el Congreso. Para no perder la iniciativa política voceros parlamentarios de esa fuerza política dijeron que habían decidido retirar el quórum para darle tiempo al oficialismo a que unifique su mensaje. Además, presentaron un escrito que contiene 14 modificaciones al proyecto original pese a que con anterioridad no fueron tenidas en consideración las críticas vertidas por el FPV y el FIT. Rápido de reflejos, el massismo decidió no quedarse pegado al oficialismo para no verse obligado a pagar un costo político gratuito. El ministro Garavano debió reconocer la marcha atrás del gobierno: “son cambios de leyes importantes. Mi desafío, desde el gobierno, es impulsar la reforma del sistema de Justicia a largo plazo, no pensando en las personas, sino en las reformas que reclama la sociedad en la Justicia, y como hay muchos intereses, siempre habrá resistencia”. También tomó distancia de la idea de juicio político a Gils Carbó enarbolada por Carrió: “es un mecanismo que no está contemplado en la Constitución Nacional”.

En la Cámara de Diputados el enojo del oficialismo con Carrió podía cortarse con una tijera. La chaqueña, imperturbable, embistió contra el acuerdo entre el macrismo y el massismo: “cuestioné el proyecto desde su ingreso al Parlamento, y lo conversé con el Poder Ejecutivo y con el Legislativo” y “los integrantes de Cambiemos tenían conocimiento. Pero optaron por acordar con Massa”. Más tarde, con el evidente propósito de calmar los ánimos, decidió presentar un proyecto tendiente a iniciar un proceso de juicio político a Gils Carbó acompañada por legisladores macristas y radicales. Diana Conti criticó duramente el proyecto: “El dictamen violó dos principios constitucionales íntimamente relacionados: la división de poderes y la autonomía del Ministerio Público Fiscal”. Afirmó que “la sujeción del MPF a otros poderes se da fundamentalmente a través de la injerencia de la comisión bicameral” y que el “Ejecutivo también se inmiscuye en la gestión del MPF a través del Consejo de Seguridad Interior, cuyos lineamientos deberán ser seguidos por las procuradurías”. Arremetió contra el oficialismo al enfatizar que “saben que las reformas que desean implementar son flagrantemente inconstitucionales y por ende intentan camuflar esto dividiendo los temas y obstaculizando el análisis global”. Los legisladores de Libres del Sur consideraron que el proyecto “mantiene una justicia a la medida del oficialismo” (…) “El proyecto de modificación del MPF no puede prosperar. No solo porque resulta inconstitucional en tanto afecta la división de poderes y la independencia del Ministerio Público Fiscal, sino porque además, en caso de aprobarse, generaría una fabulosa confusión y masiva acefalía en las principales Procuradurías y Unidades Fiscales Especializadas”. Por su parte, los legisladores que responden a Sergio Massa dijeron que habían tomado la decisión de retirar el quórum y desplegaron un pliego de 14 cambios al proyecto original para oxigenar el acuerdo con el macrismo. Muchas de tales modificaciones se asemejan bastante a las críticas de la oposición y la Justicia: “eliminar la necesidad de elevar al Ejecutivo la opinión del MPF sobre modificaciones legislativas o de gestión”; “incorporar las fiscalías especializadas de AMIA y violencia de género” que fueron eliminadas del proyecto del oficialismo y “eliminar la obligatoriedad de cinco años como fiscal para acceder a alguna de ellas” (fuente: Miguel Jorquera, “Una embestida que da marcha atrás”, Página 12, 26/10/016).

El Indec fue lapidario. En agosto la actividad económica cayó un 2,6 por ciento en relación con agosto de 2015. En lo que va de 2016 el retroceso viene siendo del 2,3 por ciento, en tanto que julio registró una leve subida del 0,2 por ciento. Pese a las promesas gubernamentales el segundo semestre no ofrece un panorama alentador. Todo lo contrario: en lo que va de este período de 2016 se registró un fuerte deterioro de la producción y el consumo en el mercado interno. Los sectores que peor performance tuvieron fueron la industria manufacturera, la construcción y el comercio minorista. En la vereda de enfrente se sitúan el complejo agropecuario y el sistema financiero, los actores mimados por las políticas de Cambiemos. En el ámbito laboral se detectó una profunda caída de puestos de trabajo, lo que no hace otra cosa que echar más nafta al fuego. Un rubro particularmente perjudicado es la construcción. Según el Indec en agosto el sector registró un retroceso interanual del orden del 3,7 por ciento. También hubo retrocesos en el sector de los despachos de los principales insumos: hierro redondo para hormigón (-15,3 por ciento), ladrillos huecos (-10,9 por ciento) y revestimientos cerámicos (-1,5 por ciento). Por el contrario, los despachos de cemento portland registraron alzas del 6,8 por ciento. En materia de empleo, la construcción registró en agosto 371.888 empleos formales mientras que en agosto de 2015 esos empleos ascendían a 422.379, lo que implica una merma del personal de 50.491 trabajadores (-12,0 por ciento). Otro sector castigado por la ortodoxia económica es la industria manufacturera. En agosto, su nivel de actividad bajó 5,7 por ciento en relación con agosto del año pasado. Se registró un profundo deterioro en la producción siderúrgica. El sector siderúrgico sufrió en agosto una baja del 25,2 por ciento interanual debido a la caída del 27,5 por ciento en la producción de acero. Ello se debe, según la Cámara del Acero, a “la menor demanda de los sectores que utilizan el acero como un insumo clave para su producción, el complejo contexto internacional con un exceso de oferta, y los programas de mantenimiento extraordinario que llevan adelante algunas empresas del sector para recambiar motores en algunas líneas de producción” (fuente: “Caída que rompe pronósticos”, Página 12, 26/10/016).

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