Por Enrique Guillermo Avogadro.-

«¿Dónde estarán?, pregunta la elegía de quienes ya no son, como si hubiera una región en que el ayer pudiera ser el hoy, el aún, el todavía». Jorge Luis Borges.

En la antigua Grecia, los poderosos acostumbraban a visitar Delfos para consultar a los dioses acerca del futuro de las empresas que pretendían acometer. En general, recibían unas frases tan crípticas que permitían cualquier interpretación. Algo parecido sucedió esta semana, cuando El Manco del Espanto sorprendió a propios y extraños con una curiosísima afirmación: «A partir de hoy, seré más Scioli que nunca»; hasta hoy, eruditos de todos los pelajes continúan tratando de descubrir qué significa.

Por supuesto, lo destacado fue el resultado de las elecciones del domingo último. Pese a que suponía que María Eugenia Vidal se impondría a Anímal Fernández por una serie de razones, me sorprendió el margen de esa victoria; igualmente, siempre creí que habría ballotage, pero no que la distancia porcentual que separaría a quienes la disputarán sería tan pequeña.

Con el resultado de la Provincia de Buenos Aires, el cristinismo perdió su posibilidad de convertir a ese enorme distrito en el aguantadero de la asociación ilícita que encabeza la Noble Viuda, que pretendía desde allí resistir y hostilizar a su sucesor; obviamente, y aún si se confirmara el todavía dudoso triunfo de su cuñada en Santa Cruz, no resulta una compensación, ya que ni el pequeño presupuesto provincial ni su escasa población permiten refugiar allí a tantos y tantos delincuentes.

Carlos Pagni atribuyó la verdadera razón de la insólita imposición del repudiado Anímal como candidato, sin explicación plausible desde el punto de vista político, a la existencia de algunos vínculos non sanctos y de vieja data con ambos Kirchner; en un régimen tan centralizado en los negocios como éste, ¿puede La Morsa ser el jefe del narcotráfico o es, simplemente, otro Lázaro Bóvedas Báez, es decir, el mero gerente de un emprendimiento que pertenece a sus superiores?

Cristina no tiene deseo alguno de que Lancha se presente al ballotage ni, menos aún, que se habilite la más mínima probabilidad de su triunfo. Es bien simple, conociendo a la harpía inquilina de la Casa Rosada: si la segunda vuelta se concretara, Mauricio Macri -los votantes de Massa, Stolbizer y De la Sota, todos ellos acérrimos perseguidores de la corrupción del Gobierno, así lo garantizan- se alzará con la victoria con un porcentaje mucho mayor al que ella misma obtuvo en 2011, el famoso 54% que tanto nos ha refregado. Además, obtendrá importante legitimidad de origen, que le resultará indispensable para hacer frente a la herencia maldita que recibirá; a eso se debió la elíptica referencia del jueves, cuando recordó la deserción de Carlos Menem, en 2003, frente a su marido muerto, dejando a éste con el 22% de los votos que había obtenido en la primera vuelta.

Pero, claro, después del respaldo que recibió en Tucumán de parte de esa otra banda dilapidadora y cómplice del saqueo formada por los señores feudales del norte, El Manco no se ha dejado torcer el brazo que le queda e insistió en que se presentará el 22 de noviembre.

De todas maneras, el escenario político nacional es otro, totalmente diferente, desde el domingo. Surgió una nueva protagonista -María Eugenia Vidal- que, por obra y gracia de su estilo de trabajo y de relación personal con la gente, se convirtió en una referente muy importante tanto dentro de la estructura del PRO cuanto de la propia coalición Cambiemos. Gracias a ésta, también ha resurgido de sus cenizas la Unión Cívica Radical, que prestó su esencial aparato territorial; ese partido actúa con reglas de juego propias, así que aún es pronto para decir quién ejercerá su liderazgo.

Por su parte, José Manuel Gallego de la Sota seguramente competirá con éxito por la jefatura del Partido Justicialista, una vez que éste se haya auto-depurado de tantos infiltrados de izquierda y ladrones de derecha que lo usurparon durante esta década, y será así otro actor de gran importancia. Finalmente, creo que, con toda lógica, Sergio Massa no aceptará cargo alguno, aunque le fuera ofrecido, para evitar correr el riesgo que trae aparejado administrar el desastre abismal que la Noble Viuda dejará tras de sí en todos los ámbitos de la realidad; su juventud le permite preservarse para el siguiente turno presidencial, en el cual tendrá serias posibilidades de triunfar si ayuda, desde el Congreso y las legislaturas, al gran objetivo nacional, lavando así todo recuerdo de su paso por el gobierno de los Kirchner.

El Poder Legislativo produjo esta semana dos leyes dañinas, la del presupuesto nacional y la de educación superior. La sanción de la primera, pese a que era esperable, no dejó de llamar la atención por cuanto demostró que, al borde del knock-out, el Gobierno conserva un enorme poder y aún es capaz de hacer que los sodomizados senadores, a los que la Constitución obliga a bregar por el interés de sus provincias, volvieran a someterlo al centralismo unitario oficial. La otra disparatada norma prohibió los exámenes de ingreso y el arancelamiento en las universidades públicas; sobre ella hablaré en otra nota, que prepararé para mediados de esta semana.

Para concluir, una inquietud. Dadas las relaciones que el kirchnerismo ha establecido con los fundamentalismos islámicos a través del Foro de San Pablo, ¿las amenazas de atentados contra shopping-centers no significarán la reedición aggiornada del ataque al regimiento de La Tablada, en la época de Alfonsín?

En fin; todos los santos se han puesto de nuestro lado y los argentinos hemos apostado al futuro; el 22 de noviembre será un mero trámite de un final anunciado, que ni siquiera João Santana y sus campañas sucias podrán modificar. Resta sólo saber si doña Cristina y sus cómplices aceptarán mansamente acostumbrarse a los sinsabores penales que los aguardan y, sobre todo, a haberse transformado ya en historia.

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