Por Malú Kikuchi.-

George Orwell con certera premonición decía que “El que controla el presente controla el pasado, el que controla el pasado controlará el futuro” (“1984” escrito en 1949). La Argentina es hoy un país total y completamente controlado por el Presidente y poca gente más.

Alberto Fernández ha descubierto que la popularidad es una cama donde todos los políticos quieren acostarse y pocos lo consiguen. Gracias a la pandemia, él la ha conseguido. Por ahora. También ha descubierto la libertad y el poder que le dan no tener otros poderes que lo controlen.

El DNU le alcanza. Lo increíble es que la gente acepte sin protestar ser controlada, esto ya no es ser gobernada, por decretos de necesidad y urgencia. El control es un arma poderosa y puede llegar a no tener límites. En particular si se basa en el miedo. Y la gente tiene miedo, mucho miedo.

No se está minimizando la pandemia ni el covid-19, es desconocido, aún no tiene remedio ni vacuna, es de rápido contagio y poca letalidad. Es sabio tenerle respeto, pero el miedo que infunden tanto Alberto F como Kicillof, es demencial. Alberto dice preferir 10% más de pobres que 100.000 muertos, cuando ningún país ha alcanzado esa cifra de muertos. Y el gobernador, criticando a CABA habla de “matanza generalizada”.

Siempre, en particular en tiempos difíciles, los gobernantes deben tranquilizar a la población y no aterrorizarla para controlarla mejor. ¿Qué es eso de “permitir” salir determinados días, a determinados horarios y por una hora, de acuerdo a la terminación del documento de identidad?

¿Qué es eso de cerrar la economía en un país que no tiene moneda y acumula deudas? ¿Qué es eso de no poder abrir negocios pero tener que pagar el alquiler, los impuestos, los empleados…con ayuda estatal? Esa ayuda que no siempre llega, no saben ni siquiera regalar dinero, sino que además la diputada K Fernanda Vallejos blanqueó la situación: si el Estado ayuda, las empresas deben darle acciones al Estado. ¿Consejo chino?

La pregunta ya fue hecha y sigue sin contestación: ¿Alberto F piensa como Cristina o no se atreve a enfrentarla? Porque es visible que la pandemia hasta ahora es el único plan de gobierno del albertismo. Es visible que Crisitna tiene un plan, borrar todos sus problemas judiciales.

CFK es muy exitosa con su proyecto de impunidad, cada día avanza hacia la meta; en tanto Alberto F está por enfrentar el cansancio del encierro de la ciudadanía que en algún momento cercano le hará saber, vía redes sociales, cacerolazos o como sea, que ya basta de cuarentena, que con el covid habrá que convivir como se hace con tantos virus y bacterias.

Y cuando eso suceda ¿qué pasará? La Argentina estará en default (no existe el default suave, se debe y no se paga, punto), enfrentará cientos de miles de pymes quebradas, incontables desocupados, asentamientos crecientes, y la eterna deuda con aquellos que una vez más creyeron que el país era digno.

No pagar deudas contraídas es indigno, la Argentina entró en su 9º default. Ante ese futuro casi inexorable, ¿qué hará Alberto F? Todos los lugares que manejan dinero en el gobierno están en manos de Cristina y la Cámpora, el Presidente habla con los infectólogos y le reza al covid-19.

Si Alberto F no piensa como CFK y no quiere “ir por todo”, ¿con qué lo tienen amenazado? Cuando Cristina tenía todo el poder, era presidente. Alberto F la criticaba con ferocidad desde cuanto micrófono le ponían a su alcance. Nunca le pasó nada ni a él ni a su familia. ¿Qué teme ahora?

Es difícil de desentrañar y más difícil aún de comprender. Alberto F es el Presidente, no importa de quien fueron los votos, el que debe ejercer el poder ejecutivo es él y sólo él. ¿Por qué no lo hace? Además del control comunista- chino al que se somete a los habitantes de esta tierra, además del miedo que ya tienen en las entrañas, sumados al default y la pobreza en aumento, hay que descubrir el secreto de Alberto versus Cristina.

Cris y la Cámpora, ¿con qué lo tienen amenazado? ¿O es un títere? ¿O es un tapado y el que quiere un país cubanizado es él? De todos modos se puede recordar a Michel Foucault cuando escribía, “donde hay poder, hay rebelión” (“Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión” 1975).

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