Por Oscar Edgardo García.-

La vida real tiene muchas historias de empresas exitosas en las que el devenir de los años produce cambios en sus conducciones gerenciales y nuevos dueños por sucesiones generacionales.

Cuando una empresa continúa por el camino del éxito no ameritan razones para la concreción de reemplazos en los campos gerenciales.

Cuando ello no sucede se exige que se realicen los cambios necesarios en su conducción, no solo en los equipos de dirección sino probablemente también en su composición accionaria, sobre todo si se enfrenta una situación de quebranto.

Ante ello, la racionalidad indica que los accionistas decidan encarar la búsqueda de un profesional que tenga la capacidad de asumir la responsabilidad para cumplir de manera acabada, ética y honesta con sus deberes y obligaciones y sacar a flote a la empresa de la situación en la que se encuentra inmersa.

Ante tentadoras ofertas siempre se abre la oportunidad para lograr una efectiva consolidación económica futura por lo que es común que haya una abundante cantidad de postulaciones, aunque normalmente son escasos los postulantes que cuentan con posibilidades para ser contratados.

Finalmente, al cabo de la selección los accionistas se encuentran frente a una terna de candidatos y, con el voto de la mayoría, deciden contratar al profesional que consideran que reúne las condiciones necesarias para resolver los problemas existentes y sacar del pantano a la empresa para reconvertirla en exitosa como lo fuera en el pasado.

En forma previa a la contratación, los accionistas le exponen al candidato seleccionado la situación real de la compañía, con verdades y sin tapujos, con la exposición de la totalidad de los problemas que deberá enfrentar y los resultados que aspiran obtener de su gestión al frente de la misma.

El candidato elegido al prestar su conformidad al desafío presentado y asumir su compromiso de cumplir con los objetivos requeridos es contratado sin objeciones y con libertad absoluta para el ejercicio de su cometido.

Una vez en funciones, el directivo tiene un solo camino para ser exitoso: generar todas las acciones de gerenciamiento conducentes a evitar la quiebra de la empresa y convertirla en rentable para la prosperidad de todos los integrantes de la sociedad sin distinción alguna y lograr su permanencia en el mercado,  eludiendo su desaparición.

Si así no lo hiciera y eligiera el camino de  justificar sus errores y desaciertos en la situación en que estaba la compañía cuando se hizo cargo de ella y en culpar a los directivos que le precedieron por las malas gestiones que realizaron tomaría la decisión por la senda del fracaso y, ante esa situación, los accionistas procederían seguramente a su desvinculación.

El país es una empresa y esta descripción figurativa es el triste y frustrante escenario en el que actualmente se encuentra sumergido.

La cuota de esperanza está en manos de la oposición al gobierno en la medida en que alcance el grado de conciencia y madurez para consolidar un liderazgo efectivo y ejecute acciones estratégicas, planificadas y superadoras para el bien de la comunidad dejando de lado la satisfacción de los meros egos personales.

La alianza opositora tiene la palabra. Confiemos en que sus integrantes reflexionen y cesen de actuar infantilmente porque la gravedad de la situación del país así lo requiere y porque deben cumplir con el mandato de quienes los honraron con su voto.

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