Por Silvio Pedro Pizarro.-

Hasta dónde ha llegado el conocimiento de nuestro grado de incultura, que los extranjeros se sorprenden de que hablemos otros idiomas. Esto era muy corriente en épocas pretéritas y los funcionarios diplomáticos del servicio exterior manejaban varias lenguas sin que nadie se sorprendiera. ¡Cuánto nos falta para volver a le que fuimos, cuánto! Mon Dieu.

Eso dijimos ayer ante las palabras en perfecto francés del ministro Prat Gay, ante empresarios de esa nacionalidad y hoy lo confirmamos ante la intervención de nuestro presidente en la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde recibió un cálido saludo, felicitaciones y agradecimiento de toda la comunidad internacional… menos de nuestro país. Que el presidente de la Bolsa, Thomas Farley lo saludara con un abrazo y le expresara “Al fin conozco al rockstar del momento” es realmente significativo. Que los prestigiosos periodistas y medios de comunicación argentinos no destacaran su brillante intervención, como era de esperar y que, por el contrario, se llenara de comentarios y polémicas por una declaración del presidente sobre una breve conversación con la Primera Ministra británica, es una muestra de lo mucho que falta para volver a lo que fuimos.

Cuando con toda objetividad comprobamos que el mundo político y económico visualiza al nuevo gobierno argentino como una gran esperanza de salir finalmente del populismo comunista y bolivariano que ya devoró en sus fauces a Venezuela y que en el orden interno pareciera que esto no fue percibido todavía y se persiste en analizar los hechos políticos con cierta tendencia populista surgida del falso relato abonado de mentiras y falsedades y se hace pie en una fraguada revisión histórica, cuando los grupos militantes de políticos izquierdistas, agrupaciones como La Cámpora, aunque disminuidos en cantidad, continúan con su prédica en pos de la recuperación del poder perdido, acompañados por un periodismo indulgente e interesado, entonces se nos hace carne que resta una larga lucha para poner en pie a un país vuelto al revés que objeta el cambio y desea permanecer de espaldas. Aparte de la gigantesca corrupción que ha sorprendido en forma desusada a toda la sociedad y hasta al periodismo, no se ha evaluado la carencia de conocimientos, idoneidad, educación y cultura por parte de los funcionarios, legisladores, jueces, docentes y empleados comunes que han ocupado puestos en un prolongado lapso de doce años en la anterior administración. Una diferencia tan abismal con los que se van nombrando últimamente, trae como consecuencia, resentimiento y envidia y provoca una crítica generalizada que se advierte en especial en el periodismo, proclive a satisfacer a los disgustados y enfadados lectores y televidentes. De ahí proviene el menoscabo con que se estima a los integrantes del gobierno al calificarlos de gerentes, ceos y empresarios, carentes de sensibilidad social y política.

¡Qué poco se aprende de la tragedia y de la miseria!

¿Será posible que la sociedad no se haya dado cuenta del cambio que se está operando en las instituciones, en la política, en el manejo de los tres poderes independientes, en la relación internacional reanudada con el mundo de países civilizados, en la comunicación con la gente y con el periodismo antes inexistente?

Por todo lo expresado en este comentario, redactado con la buena intención de que las autoridades no abandonen el seguimiento de un cambio fundamental en el país, ratificamos nuestra opinión de que la Argentina tiene el reconocimiento internacional del nuevo camino emprendido, factor de esencial importancia para el logro de sus objetivos. Sólo esperamos una correspondencia similar en el orden interno en el más breve tiempo posible.

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