Por Rodolfo Patricio Florido.-

La realidad es que el Papa Francisco es un Papa Militante. No se trata de que este bien o de que este mal. En su faz humana no dogmática, Francisco es un militante y cuanto antes lo aceptemos los católicos practicantes o no practicantes, menor será el dolor que implica tener que discriminar su rol apostólico con su militancia política. Si esto está bien o está mal, ya forma parte de las visiones personales y las legítimas opiniones personales. En lo personal me duele. No porque no comulgue con su pensamiento y acciones militantes sino porque también me dolería que fuese militante de mis propias convicciones. Puedo estar acertado o errado, pero siempre me imagine a un pastor como un constructor de puentes no como un demoledor de orillas.

El Papa es humano y además es argentino. Cuando quiere y le conviene apela a que es un Jefe de Estado y la cabeza de la Iglesia Católica. Cuando quiere es profundamente argento, peronista y kirchnerista. Cuando quiere rechaza lo que no lo idolatra y cuando quiere idolatra lo que lo insulto y a quienes claman y vociferan pidiendo la muerte violenta de sus opositores o reivindicando el terrorismo internacional y sus atentados sobre civiles inocentes.

Cuando Hebe de Bonafini se congratulo del dolor de los estadounidenses cuando fueron destruidas las torres gemelas y expresó su apoyo a los terroristas, fue auténtica, siquiera no tuvo la hipocresía de quienes se congratulaban en privado mientras se mostraban compungidos en público.

De cualquier manera, su naturaleza quedó expuesta y no pareció ciertamente muy cristiana ni tampoco humana. Pero, al final, el Papa es profundamente argento y como tal olvidadizo y muchas veces serpenteante. Como explicar sino cuando Hebe dijo: “Por primera vez le pasaron la boleta a Estados Unidos. Yo estaba con mi hija en Cuba y me alegré mucho cuando escuché la noticia. No voy a ser hipócrita con este tema: no me dolió para nada el atentado. Me puse contenta de que esa barrera inmunda, llena de comida, esa barrera de oro, de riquezas, les cayera encima»… o cuando dijo: «La basura va junta, Macri, Bendini y Bergoglio. Son de la misma raza y de la misma ralea. Son fascismo, son la vuelta de la dictadura»… o cuando tomó la Catedral y señalo… “Nos clausuraron los baños de la Catedral y tuvimos que improvisar uno detrás del altar».

Ahora habrá quienes digan que el Papa Francisco ya no es el Cardenal Bergoglio, que debe olvidar y perdonar. Y aunque a muchos les moleste, es cierto. Un hombre de la Iglesia, de hecho el portante de las sandalias del pescador, debe perdonar. Esto es cierto, tan cierto como que para perdonar debe haber también arrepentimiento y en las figuras públicas debe ser público. Si no fuese así… ¿cómo se les pedirá y se evangelizará a los feligreses que deben transitar el camino que la iglesia marca mientras que su Pastor principalísimo transita otra ruta para sí mismo?

Lo cierto o por lo menos una opinión honesta –cuestionable por cierto- de quien esto escribe y firma, es que el Papa Francisco, cabeza de la Iglesia que profeso, se escuda en la investidura y el año del jubileo cristiano para bendecir con abrazos cálidos a corruptos, mentirosos/as y exaltadores/as de la violencia cual si esto fuera una suerte de fueros parlamentarios para evitar arrestos, mientras abandona a otros cristianos que esperan, no gestos de rechazo pero si gestos de arrepentimiento.

Al final, los vivillos y vivillas, ateos muchos/as de ellos/as y que lo caracterizaron de colaboracionista de la dictadura, usan esta suerte de sobreactuación progresista papal para obtener sonrisas y beatificaciones papales, ampliando así su impunidad por delitos pasados, presentes y futuros.

Ahora bien… ¿es ingenuo el Papa? En lo absoluto y no debería apelar a su rol de pastor de ovejas descarriadas o a la parábola del hijo pródigo, si esto implica, como así parece, el abandono y la desatención más profunda de sus ovejas esperanzadas en la docilidad de su mensaje y el olvido de su hijos pródigos en beneficio de los descarriados que simulan culpa para obtener una herencia espiritual que ya gastaron.

Las cosas que están sucediendo ya parecen una intromisión del Estado Vaticano en los asuntos internos de la República Argentina, escondiéndose en una supuesta militancia evangélica que esconde una profunda militancia política disfrazada vergonzosamente de citas bíblicas acomodadas a su antojo.

Su Santidad; francamente no se entiende y usted tampoco explica porque le niega su bendición a Margarita Barrientos y se la ofrece a Hebe de Bonafini sin que siquiera haya existido algún arrepentimiento en sus prédicas de odio hacia nuestra Iglesia. ¿Que el dolor de madre de la señora Bonafini ha sido inmenso? Es cierto. Pero también es cierto que muchísimos argentinos transitaron ese mismo dolor de muerte o persecución en distintas etapas de nuestro golpeado país y no transitan su vida pidiendo venganza disfrazándola de justicia. ¿O acaso usted iría al penal de Marcos Paz a brindarle consuelo y perdón a aquellos militares que eventualmente estuviesen arrepentidos de sus crímenes de lesa humanidad? ¿O acompañaría a las familias de los más de 370 que ya murieron purgando sus condenas?

Las ovejas descarriadas se encuentran en todo el universo de las ideas y de las violencias criminales practicadas. Segregarlas al arbitrio de los prejuicios personales o las conveniencias circunstanciales no parece ser el mejor de los caminos pastorales de quien preside nuestra Iglesia.

Aun así, es usted mi Papa. Mi guía. Sólo que hoy no puedo comprender hacia dónde quiere que transite mi alma cristiana, porque sus actos me resultan confusos, sus explicaciones no existen y sus actos parecen unilaterales y militantes. Tan malo es vivir como un gorila como lo es vivir como un peronista fundamentalista que descree de otro poder político que no sea solo el propio.

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