Por Mario Cadenas Madariaga.-

Las órdenes religiosas dentro de la Iglesia tienen una personalidad distinta.

Las órdenes religiosas dentro de la Iglesia Católica fueron fundadas para atender necesidades determinadas, que fueron definidas por sus fundadores, y se organizaron en forma autónoma, para cumplir más eficazmente con sus funciones.

Así puede decirse que los benedictinos tienen la finalidad de dedicarse a la oración como forma de alcanzar un mayor acercamiento a Dios; los franciscanos practicar la mayor austeridad y dedicarse a la atención de los pobres y de los débiles en general; los jesuitas tienen la función de difundir la fe, con los métodos más eficientes, según las circunstancias.

El hecho de que San Ignacio de Loyola y el pequeño grupo fundador de la Compañía que lo acompañó, hayan sido militares con anterioridad, aprendieron a valorar la eficiencia como condición de supervivencia. Y esta orden llegó así a ser la más poderosa de la Iglesia y por eso mismo el blanco de la persecución de sus oponentes, a fines del siglo XVIII, pero posteriormente recuperó su fuerza tradicional. Pero nunca uno de sus miembros había llegado al Papado, como tampoco un franciscano.

La Iglesia puede recurrir a los miembros de las órdenes, para cubrir sus funciones.

Por eso no es sorprendente que Jorge Mario Bergoglio habiendo ingresado a la Compañía de Jesús, haya escalado todas las más altas funciones jerárquicas dentro de la Iglesia. En definitiva reviste varias notas excepcionales: es oriundo de un país no europeo, católico, pero con una pequeña población, en un estadio de desarrollo medio; es jesuita con una fuerte preocupación por mejorar la situación de los más débiles y mantener un constante diálogo con las religiones que reconocen la común tradición de Moisés.

Su elección se ha producido en una grave situación mundial, por la intransigencia de la enorme comunidad islámica y el agravamiento de los conflictos del Medio Oriente; de Europa con Rusia; el desarrollo sorprendente de China y la India y sus lógicas derivaciones; la explosión demográfica que duplica la población mundial en treinta años; el deterioro de las condiciones ecológicas de la Tierra; la creciente desigualdad económica entre los países y las clases sociales; además de los propios desafíos que enfrenta la Iglesia, internos y externos.

Bergoglio aceptó la designación, conciente de su extraordinaria dificultad, sin duda porque lo había pensado y creía estar preparado, pero pidió que rezaran por él porque necesitaba la ayuda divina.

Pero ¿cuál es la verdadera personalidad del Papa Francisco?

¿Cree, como San Francisco, que la defensa de los débiles es toda su función, porque la ayuda divina hará el resto, o como San Ignacio considera que tiene la obligación de ser eficiente, en estas tareas de responsabilidad de los hombres, contribuyendo a reunir todas las fuerzas necesarias, para tener éxito, sin perjuicio de rogar por la asistencia de Dios?

Personalmente creo que el Papa Francisco es franciscano en cuanto se ha propuesto luchar a favor de los débiles, que es un concepto más amplio que el universo de los pobres, pero es jesuita y por tanto comprende que la misericordia no lo puede todo, y por tanto debe jugar con fuerzas más amplias, y cuidar que la situación no se haga más cruel con la ampliación de las guerras y la profundización de los disensos. Por eso invita que después de “hacer líos”, se preocupen de restablecer el orden, de dialogar y encontrar soluciones pacíficas y consensuadas, como para la salida al mar de Bolivia.

Con toda humildad opino que el Papa debió llamarse Francisco Ignacio para expresar con fidelidad sus dos tradiciones a la que responde. No desconozco que San Francisco trató de detener infructuosamente las Guerras de las Cruzadas, intercediendo ante cristianos y árabes, pero es inmensamente mayor el poder del Papa Francisco, por la trascendencia que los medios de comunicación modernos le dan a sus palabras, que las gestiones de San Francisco ante el Sultán de Egipto no trascendían del pequeño círculo de los interlocutores.

El Papa Francisco tiene algo que decir en el restablecimiento de las relaciones comerciales de EEUU y Cuba; en el acuerdo nuclear de Irán y las grandes potencias mundiales; en el fenómeno del calentamiento de la Tierra; en las guerras del Medio Oriente; en las relaciones de Ucrania, los países de la NATO y Rusia; en la inmigración ilegal de los africanos a Europa; reconoce al Estado de Palestina; protesta contra el nivel de la pobreza y naturalmente contra la persecución de los cristianos. Así como Jefe de Estado su voz tiene la trascendencia de los principales dirigentes mundiales.

La posición de la civilidad argentina frente al Papa Francisco.

El Papa ha sido muy claro frente al delito de la corrupción, calificándolo como uno de los pecados más graves; en condenar la conducción personalista del Estado en perjuicio de los derechos de los ciudadanos; asimismo el incremento de la pobreza; el uso sistemático de la mentira; el aumento del delito y en especial del narcotráfico. No lo ha hecho en entrevistas concedidas a opositores argentinos, sino en declaraciones generales.

La civilidad argentina, en particular, la católica, tiene la obligación moral de aplicar esta prédica. La omisión debe considerarse un pecado.

Por tanto estas lecciones del Papa deben formar parte de la actual campaña política. La prevención de que hacerlo es una utilización de la palabra del Papa en una campaña de naturaleza ajena a su apostolado, es una interpretación absurda, porque la conducta humana debe y tiene obligaciones morales en cualquier medio que actúe y mucho más en la política.

A esto debemos agregar una preocupación seria y responsable por disminuir la pobreza, con planes lleven a una superación definitiva del problema. El gobierno no lo tiene, es más miente con descaro al respecto, con cifras falsas, para encubrir que la pobreza ha crecido en los últimos años. Por nuestra parte podemos mostrar como proyectamos disminuir la pobreza en el plan de gobierno 2015/2019, al extremo de triplicar el ingreso argentino en doce años, como lo ha hecho Australia en el mismo lapso.

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